A pesar del título, este comentario no es precisamente para hablar del disco homónimo de Adalberto Álvarez, el Caballero del Son, aunque es una buena recomendación musical. Más bien es un llamado a la cordura y a la madurez para comprender que los años merecen respeto.
Padres y abuelos de quienes hoy nos adscribimos a la Generación Y cuentan que por nada del mundo se atrevían a cuestionar lo que sus progenitores determinaban, y en caso de hacerlo, con buenas maneras iniciaban el diálogo. «Los tratábamos de usted: sin excesos, pero con respeto», aseguran algunos.
No pretendo abogar ahora por todo lo contrario a lo que en este siglo —y desde finales del anterior— se ha ido ganando poco a poco en cuanto a autonomía de los niños, adolescentes y jóvenes. No es mi intención conducir a las nuevas generaciones a una postura de obediencia guiada por el miedo, porque eso no redundaría en crecimiento pleno del individuo, y mucho menos en una dinámica familiar sana y feliz.
Lo que me interesa es hacer ver que «hay muchos niñatos equivocados por ahí», como decía una de mis abuelas. ¡Por cuánto uno decía malas palabras o ripostaba con mala forma, y mucho menos desmentía a un mayor en público! Y mucho de eso hoy en día se ve.
Siento vergüenza ajena cuando un púber transgrede las fronteras del respeto elemental, y sin importar las canas de sus abuelos o la savia ya adquirida de sus padres, «se pasa de castaño oscuro».
Luego, claro está, habría que analizar la reacción de esos mayores, porque la violencia jamás está justificada; ni trompones, jaquimazos o castigos bestiales son los mejores métodos para enseñar. Pero tampoco es admisible que dejen pasar irreverentes comportamientos como si nada hubiera sucedido o, peor, reírles la gracia.
La consideración hacia alguien que, además, nos cuida y protege, nos ama y nos educa, dice mucho de lo que somos como personas. Como mismo es esencial asistirles, ayudarles, proveerles y brindarles bienestar en agradecimiento y en coherente muestra de afecto sincero, es también esencial que la manera en la que le hablemos lo demuestre.
Aunque no sean nuestros familiares, las personas mayores que nos encontremos a cada paso merecen igual trato, y no conocerlos no nos ampara el mal trato, el no cederles una mano, ofenderlos o agredirlos.
Cultivemos entre todos una mejor sociedad y ante un hecho como este, aun cuando nos parezca de pequeñas proporciones, actuemos. Recuerde el título del disco del sonero cubano.