A cinco meses exactos de iniciarse la matanza genocida de Israel en Gaza, en vísperas del Día Internacional de la Mujer, las palestinas y sus hijos —niñas y niños— tienen el doloroso protagonismo de aportar el mayor número de víctimas sacrificadas en pago por el derecho a la libertad en un Estado propio, independiente, soberano.
Parece que fue ayer, pero luego de tres años de bregar en tiempos de ampanga, el aporte corona a la Sociedad Interfaz de Ciencia y Tecnología (Sicte S.A.) con un valioso impacto sobre el desarrollo socioeconómico del país.
Décadas de una violencia estructural provocada por la pobreza y el abandono del pueblo haitiano han desembocado en una violencia social que se da la mano con lo que pudiera considerarse hoy, un caos político.
The New York Times, bajo el pretexto de «defender la democracia», goza de cierto prestigio incluso entre algunos periodistas (mercenarios), principalmente porque piensan que paga bien y da currículum la «objetividad» y la «imparcialidad» con que se autoproclama «periodismo creíble».
Todo parece indicar que una parte importante de los votantes estadounidenses, que el 5 de noviembre elegirán al Presidente, también quieren hacerse escuchar; y aunque los temas internacionales no son precisamente los que mueven las urnas, sino las cuitas propias de la nación, la existencia de dos conflictos bélicos, en los cuales la administración Biden está involucrada gastando los dineros de los contribuyentes, entraron en la lista de las preocupaciones de algunos.
Los grandes medios parecen no haberse enterado o no lo creen noticia de titulares. Sin embargo, sé a ciencia cierta que millones en todo el mundo, este sábado 2 de marzo, como ha ocurrido en La Habana y todas las cabeceras territoriales del país, tomamos calles y plazas en los cuatro puntos cardinales.
Desde el siglo XX, el reconocido científico alemán Albert Einstein (1879-1955) acuñó la frase: «Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo». Traigo a colación esta cita porque lo que nos dice, en esencia, se alinea especialmente a las demandas actuales que la dirección del país plantea en cada municipio de Cuba.
Ella recorre con la vista los precios inalcanzables, y con los 400 pesos que le quedan hasta la próxima mensualidad de jubilada, duda como aquella cucarachita Martina: ¿Qué me compraré? O más bien, ¡cuánto hay que no me puedo comprar!
Si ahora mismo hiciéramos un viaje, real o imaginario, desde su casa señorial de Bayamo hasta el inhóspito barranco donde cayó, en San Lorenzo, seguramente comprenderíamos mejor el camino de aquel hombre, capaz de cambiar su bastón de carey por una espada mambisa, con el fin colosal de poner alas a una nación que estaba despertándose.
Ella se levantó más temprano que nunca. Salió de madrugada rumbo a la Cadeca para ser de las primeras en la cola y obtener dinero, o al menos intentarlo. «Deja ver si puedo sacar 3 000 pesos», se dijo en medio de la angustia porque a su hijo de un año apenas le quedaba un biberón de leche y, como al día siguiente no tendría..., sobrevendría un trauma. Ideaba comprar «una bolsita en polvo, de las caras» en una de las mipymes de la ciudad de Bayamo.