A cinco meses exactos de iniciarse la matanza genocida de Israel en Gaza, en vísperas del Día Internacional de la Mujer, las palestinas y sus hijos —niñas y niños— tienen el doloroso protagonismo de aportar el mayor número de víctimas sacrificadas en pago por el derecho a la libertad en un Estado propio, independiente, soberano.
Nadie podrá disputar ese honroso lugar a las mujeres palestinas, vientre fecundo de incasable patriotismo.
Al despuntar este 8 de marzo, en Gaza se registran 30 800 muertos y 72 298 heridos. En Cisjordania y Jerusalén se suman otros cientos de víctimas de asesinatos diarios o torturas. Tortura hasta morir, sí. Este jueves un diario israelí reveló que desde que comenzó la guerra 27 prisioneros palestinos murieron en las cárceles o durante interrogatorios. No hay que olvidarlos, pagan por la misma causa.
La mayoría de las víctimas son mujeres, niños y niñas. Los hombres, hermanos, primos, padres, abuelos, maridos… también les duelen en carne propia, son fruto de sus vientres.
Según las frías estadísticas sin rostro, de los más de 30 000 fallecidos, en torno al 70 por ciento son mujeres y niños: más de 8 800 mujeres y 13 300 menores de edad, incluidos bebés de pocos meses o años. La mayor parte de los fallecidos no son combatientes. El 42 por ciento son niños. El 29 por ciento, mujeres. El 29 por ciento, hombres.
La directora ejecutiva de la agencia de la ONU para las Mujeres, Sima Bahous, ha denunciado que dos madres mueren cada hora en la guerra de Gaza. Si durante los conflictos de los últimos 15 años, recordó, el 67 por de los civiles palestinos asesinados eran hombres y menos del 14 por ciento mujeres y niños, ahora la proporción se ha invertido y el 70 por ciento son mujeres y niños.
El número real de víctimas mortales podría ser superior, porque los fallecidos contabilizados son solo aquellos que han llegado a los hospitales. Otros
7 000 están desaparecidos y sus cuerpos se encuentran bajo los escombros. Es difícil obtener números precisos sobre desaparecidos debido a los continuos ataques israelíes y la dificultad de las misiones de rescate.
Philippe Lazzarini, comisionado general de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, afirmó que «en poco más de cuatro meses, en Gaza murieron más niños, más periodistas, más personal médico y más empleados de la ONU que en cualquier otro lugar del mundo durante un conflicto». ¡Olvidó a las mujeres! La mala costumbre.
«El estupor de las primeras semanas por el elevado número de muertos palestinos ha dado paso a la indiferencia frente a unas cifras sin rostro», subrayó hace unos días El Diario de España.
No por muchos días. El régimen del apartheid sionista del primer ministro Benjamín Netayanhu, su ejército y el Gobierno de Estados Unidos, de Joseph Biden, su principal cómplice y proveedor de armas, pertrechos y dinero, no dejan de sorprender con sus aportes criminales: la prohibición de entrada de los camiones de ayuda humanitaria, el ametrallamiento de masas de gente desesperada por recibir comida, el encantamiento de los niños que persiguen ansiosos en el cielo el curso de un paracaídas con cajas de almuerzo Made in USA, y pronto… la llegada por mar de naves de alimentos, a un fantástico puerto que Biden promete construir con sus marinos y soldados en tiempo récord, como bondadoso rey mago.
Todo eso, después de aprobar cien ventas secretas a los asesinos del apartheid sionista por cientos de millones de dólares en armamento. Según la sonora revelación de The Washington Post, entre otras maravillas «57 000 proyectiles de artillería y 15 000 bombas» para matar en masa o selectivamente, a miles de mujeres y niños.