Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Furia y avatares de un narcisista maligno

Autor:

Juana Carrasco Martín

Saña xenófoba contra los inmigrantes, arrebato irracional contra los adversarios políticos, manipulación y mentiras descaradas para seguir controlando a su fanaticada. Quiere exaltar la superioridad que le da ser el Presidente de la nación y mantener su dominio a lo interno y en el escenario internacional. De todo eso hemos visto durante el fin de semana e inicio de esta en el actuar de Donald Trump, un narcisista maligno, por su comportamiento.

Estados Unidos está dividido. Dos bandos se evidencian y quedó claro el sábado 14 de junio cuando unos seis millones de estadounidenses salieron a las calles de más de 2000 localidades a protestar abiertamente contra las políticas del mandatario.

 Las demandas fueron muchas y variadas, no solamente un trato humano y justo a los inmigrantes, sometidos a arbitrarias detenciones y deportaciones donde afloran la xenofobia, el racismo y la intolerancia, todas violatorias de elementales derechos humanos. El mandatario está socavando los cimientos de una pretendida democracia, traspasando límites inimaginables, esbozando un imperio fascistoide, y por tanto avanzando hacia su oscuridad.

No pudo soportar las imágenes que se multiplicaron y el domingo en la noche publicó en Truth Social, la misma orden de odio y patrioterismo para los agentes del ICE (Servicio de Inmigración y Control Aduana), que hace acompañar con un vengativo golpe a los políticos del Partido Demócrata: «lograr el importante objetivo de implementar el mayor programa de deportación masiva de la historia». «Para lograrlo, debemos intensificar los esfuerzos para detener y deportar a inmigrantes indocumentados en las ciudades más grandes de Estados Unidos, como Los Ángeles, Chicago y Nueva York, donde residen millones de ellos», acentuó.

En la machacante exigencia sacó a la luz, sin el menor atisbo de vergüenza, el otro propósito, destruir a los rivales políticos. Rabia y arrebato impulsivo, que se manifestó cuando dio una respuesta desproporcionada a las protestas de la pasada semana en Los Angeles donde mantiene a 4 000 efectivos de una Guardia Nacional de California, federalizada por su capricho, más 700 marines. Militarizó a la ciudad que será sede las Olimpiadas de 2028, si no decide cerrarles puertas a los atletas de 19 países a los que niega visas, y quien sabe a cuántos más.

No hay que ser psicólogo, ni ducho en el estudio del comportamiento humano, para ver en la práctica a un narcisista maligno en acción, a los efectos del síndrome de trastorno de Trump, expresados en acciones negativas, irracionales y antípodas a la ecuanimidad que se requiere de la primera figura política de cualquier país. Pero él viola las reglas, las normas, ignora los límites, porque no tolera el fracaso ni la humillación pública, y eso fue lo ocurrido el sábado cuando acapararon más atención las justas marchas de una parte importante de la ciudadanía estadounidense, que el desfile ególatra conque celebró su cumpleaños.

No admitió que el gobernador de California, Gavin Newsom, y la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, le hicieron ver que carecía de poder legal, ni era razonable la  intervención desproporcionada. «Donald Trump está generando miedo y terror al no adherirse a la Constitución de Estados Unidos y extralimitarse en su autoridad», dijo Newsom.

Como resultado, fueron muchos más quienes decidieron confrontarlo con el rechazo y la crítica. No solo los menospreciados inmigrantes vecinos del sur global —latinos, asiáticos, árabes, africanos…—, también los ciudadanos blancos, conscientes temerosos, resistentes y desafiantes frente  al poder omnímodo, a su tendencia destructiva, a su arrogante comportamiento.

Para sustentarlo, manipulación y mentiras. A dicho que los demócratas están utilizando a los inmigrantes ilegales para «expandir su base electoral, hacer trampa en las elecciones y fortalecer el Estado de Bienestar, privando a los ciudadanos estadounidenses trabajadores de empleos bien remunerados y beneficios», según citó antiwar.com.

No está de más acudir a unas declaraciones que hizo este lunes Eric Trump, el hijo mayor sobre uno de los éxitos de su padre: «Ha matado a todos los RINO que había en Washington, D.C.». Explico, no está hablando de una habilidad cazadora de su progenitor con los rinocerontes; RINO (Republicans in names only) es un término peyorativo empleado para designar a los que consideran republicanos solo de nombre, pues según el primogénito «Ahora, de repente, tenemos un Partido Republicano unido», o lo que es lo mismo un partido de sumisos «Yes man» que aisló a la representante Liz Cheney porque participo en el panel del Congreso que investigó la insurrección del 6 de enero de 2021, cuando la turba extremista del trumpismo ocupó el Capitolio en un intento de impedir la certificación de Joseph Biden como presidente, un «asalto al estado de derecho y los cimientos de nuestra república», como dijo la Cheney y que ahora repite, desde su segunda temporada en la Casa Blanca.

Ya se ven los efectos negativos. Los agricultores del Valle del Río Grande, en Texas, afirman estar sintiendo las consecuencias por la ausencia de los jornaleros debido a las redadas del ICE.

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