Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Ellos y nosotros

Autor:

Yudaisis Moreno Benítez

Una piedra contra una vidriera, un candado burlado y una alarma desconectada en un kiosco de tiendas Caribe, el hurto en otro espacio, esta vez de trabajadores por cuenta propia en el mismo bulevar de Artemisa, a una cuadra otro cristal fue mutilado, y hay quienes cuentan dentro lo que les falta.

Mientras, hay muchas familias que duermen, incluso a cientos de kilómetros de aquí, y son sus hijos, menores de edad en su mayoría, muchos con los abuelos de tutores, los protagonistas de tantas fechorías, los mismos que en un sábado cualquiera van de casa en casa robando los tubos de luz fría, trepados en los hombros de quien los acompañan.

Esos u otros de cortas edades también andan con bocinas y decibeles inmedibles, que aturden desde el sonido hasta la letra, que al mismo tiempo no trabajan de día ni de noche, y especulan a diario con sus ingresos, que hasta pueden venir de vulnerar cercas perimetrales, patios ajenos y propiedades de cualquier vecino.

Que somos los padres, los tíos y hasta los abuelos de esa generación, es una verdad con la cual debemos batallar. Todos los conocemos en el barrio, sabemos que viven del dolor ajeno, que su comportamiento es inmoral e indeseable, pero poco hacemos, a pesar de existir decenas de comisiones, para atenuar la situación de intranquilidad ciudadana que lacera la cotidianidad.

Algunos, hasta la toleran y viven de ella. Si antes hubo guardia obrera, patrulla pioneril, si la guardia cederista surtió su efecto, si los castigos en casa eran tan a diario como un plato de comida, aún estamos a tiempo de revitalizar gran parte de lo que ayude a mejorar la sociedad en que vivimos, pues el individualismo no debe tener cabida, aunque si me preguntan, es lo más parecido a las conductas de la mayoría. Cada quien se ocupa de sus escasos metros cuadrados.

Que nadie vea y nadie escuche nada, y se pierda lo mismo un lada o los mangos de una mata en una noche cualquiera, que se entre a una casa por la puerta principal a pleno día, y un enmascarado no le llame la atención a ninguna persona, es preocupante. No son esos ni los conceptos ni principios que enarbolamos como uno de los países más solidarios del mundo.

En tiempos de ausencias, de recortes y ejemplos por doquier de la resistencia humana, bien valdría la pena mirarnos por dentro, incluso, frente al espejo, detallar la familia que somos, las que estamos formando, los valores que inculcamos, los que ven nuestros hijos, y también el tiempo que dedicamos a intercambiar conductas desajustadas, y volver a ellas.

¿Somos ejemplo para nuestra familia? ¿Nuestra familia es ejemplo para el resto? Esa pregunta pudiera ser retórica o anticuada, pero es de las imprescindibles si queremos transformar, pues considero que los adultos no siempre somos el mejor referente, y si lo admitimos ya es el primer paso para generar el cambio. Son ellos y somos nosotros, pudiera ser hasta viceversa. (Tomado de El Artemiseño)

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