Pese a las protestas populares, cada vez más recurrentes, todo indica que el presidente argentino, Javier Milei, siente aún el respaldo suficiente como para revestir con visos oficiales el ajuste emprendido desde que llegó a la Casa Rosada.
Mirando las cifras, cualquiera pudiera pensar que su propuesta de presupuesto para el año que viene no dejaría desprovista del todo a la ciudadanía, tras los recortes efectuados ya en los empleos de la administración pública, en las subvenciones a los servicios principales y en los fondos de las empresas estatales, medidas que han endurecido la vida de las personas desde antes de que impusiera la Ley Bases, y su propósito de despojar al Estado de casi todo para dejar correr, libre, la economía.
Visto grosso modo, del plan de gastos en Argentina para 2025 destaca el propósito de aumentar el gasto en lo que allí se denomina Asignaciones sociales, rubro que incluye los servicios sociales y los planes de ayuda que sobreviven a la motosierra de Javier Milei pero… cuidado porque, por otra parte, habrá recortes en esferas trascendentes de ese ámbito, como la educación, la ciencia, la cultura y las jubilaciones, que han sacado a la calle a los pensionados dos miércoles seguidos en reclamo de un aumento recogido en un proyecto de ley que aprobó el Congreso, y el mandatario ha vetado.
Ello, sin embargo, no constituye lo sorprendente del plan presupuestario presentado hace tres días por el mandatario, sino su decisión de implementarlo… según entre el dinero. Tal es lo que se colige del discurso que antecedió a su presentación: se trata de ejecutarlo de acuerdo con los fondos con que se cuente.
Los números, al parecer, se sacarán mes por mes pues lo que no puede ocurrir, afirma el Presidente, es que su meta de conseguir un déficit cero se afecte.
Y él mismo ha anticipado que este, su primer ejercicio presupuestario, será histórico para el país, pues «el déficit siempre fue consecuencia de pensar primero cuánto gastar, y después ver cómo conseguirlo. Nosotros vamos a hacerlo al revés, pensando primero cuánto tenemos que ahorrar, para después ver cuánto podemos gastar».
Desde luego, los cálculos se realizarán una vez que se hayan abonado las cuotas periódicas y con intereses que dicta el pago de la enorme deuda externa argentina. Y aunque la inflación no cuente para aumentar las pensiones, sí será tomada en cuenta para ejercer el presupuesto; de modo que los números previstos se moverán dependiendo también del movimiento que tenga el índice inflacionario.
Los gobernadores provinciales serán quienes más tengan que ajustar la calculadora y apretar el cinto a sus regiones, pues el Jefe de Estado les ha exigido un ahorro de 60 000 millones de dólares en 2025.
Eso anuncia una búsqueda del equilibrio fiscal sin contemplaciones.
Cierto que las cuentas en macroeconomía se necesitan claras. Pero resolver el equilibrio fiscal pasando por encima a las necesidades de la ciudadanía, se siente un poco fuerte.
Y es que el ejecutivo argentino contempla como uno de los principales enemigos al gasto público, mientras compara al Estado que protege a la gente con «una niñera».
En su criterio, «lo fundamental que tiene que hacer un Estado es asegurar la estabilidad macroeconómica, las relaciones exteriores y el imperio de la ley. Punto».
Lo demás, aduce Milei, puede resolverse por medio del mercado, o le toca resolverlo a los gobiernos provinciales.
Veremos. Por el momento, deben esperarse nuevos enfrentamientos en el Congreso, en cuyas dos cámaras deberá debatirse el proyecto presupuestario. La Libertad Avanza en el Gobierno, es minoría.
Lo otro que abre expectativas es cómo responderá «la calle» a esta manera no vista de colocar al Estado en el cepo.