José Martí es reconocido como uno de los más grandes pensadores y líderes independentistas de América Latina, ferviente defensor del antimperialismo y la soberanía de los pueblos. Su lucha contra el dominio extranjero y la opresión imperialista marcó su vida y su obra, convirtiéndolo en símbolo de resistencia y libertad. Martí entendió el imperialismo como una forma de dominación que amenazaba la autonomía y la identidad de los pueblos. A través de sus escritos y discursos, denunció la intervención de potencias extranjeras en los asuntos internos de América Latina, así como la explotación de sus recursos naturales y la imposición de modelos políticos y económicos ajenos a sus realidades.
Martí vivió y escribió durante la época en la que Estados Unidos consolidaba su propio imperialismo en América Latina. El Héroe Nacional cubano denunció el expansionismo estadounidense y su injerencismo a nivel regional —en particular, en relación con la influencia de este país en Cuba—, y era consciente de que involucraba además a potencias como España, Francia y Reino Unido, que habían ejercido su dominio sobre América Latina durante siglos. Su crítica al imperialismo abarcaba a todas las potencias coloniales y neocoloniales con ambiciones en la región.
Para el Apóstol, el antimperialismo implicaba la lucha contra el dominio extranjero y la defensa de la dignidad y la soberanía de los pueblos. Creía firmemente en la necesidad de construir naciones libres y soberanas, capaces de decidir su destino sin interferencias extranjeras.
En el ensayo Nuestra América, expuso su visión de una América Latina unida y fuerte, capaz de enfrentar la amenaza imperialista mediante la solidaridad, la integración y la cooperación entre los pueblos latinoamericanos como vías para fortalecer su independencia y resistir las presiones externas. En este sentido, escribió: «¡Los árboles se han de poner en fila para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes».
La visión martiana sobre el imperialismo como una fuerza depredadora que busca explotar a los pueblos más débiles y socavar su autonomía cobra mayor
relevancia en la actualidad, cuando las potencias imperiales continúan ejerciendo su influencia sobre países en desarrollo a través de mecanismos económicos, políticos y militares. La lucha antimperialista deviene tarea urgente para preservar la dignidad y la autodeterminación de los pueblos en un mundo globalizado y desigual.
Martí también alertó sobre los peligros del neocolonialismo —forma sutil de dominación imperialista, basada en el control económico y político de los países subdesarrollados—, y advirtió sobre la importancia de preservar la identidad cultural y la autonomía de los pueblos latinoamericanos frente a influencias externas con intención de subyugarlos. El neocolonialismo y las formas de dominación económica y cultural adquieren carácter real en muchas regiones. La vigencia del antimperialismo martiano se debe a la relevancia de sus principios y valores en la lucha contra la opresión, la injusticia y la dominación imperialista en un mundo cada vez más interconectado y marcado por desafíos globales. La defensa de la soberanía, la solidaridad internacional y la justicia social son pilares de la lucha contra el imperialismo, y Martí nos recuerda que hacerle frente es luchar por la dignidad humana y la autodeterminación de los pueblos, valores que trascienden fronteras y culturas.
A lo largo del siglo XX y hasta la actualidad, EE. UU. ha continuado ejerciendo su influencia imperialista en América Latina y otras regiones a través de intervenciones militares, apoyo a regímenes dictatoriales, la imposición de políticas económicas neoliberales y el control sobre recursos naturales estratégicos, entre otras proyecciones. Ello ha tenido repercusiones negativas en la soberanía, la democracia y el desarrollo de los países afectados.
Cuba se mantiene como ejemplo de resistencia y lucha contra la dominación extranjera y el imperialismo. La juventud cubana es educada en estos principios y valores, que forman parte de la identidad y la historia nacionales. A pesar de los desafíos económicos y políticos que encara el país, la juventud cubana, martiana y fidelista, sigue mostrando un fuerte compromiso con los ideales revolucionarios y antimperialistas.
*Integrante del Club Juvenil Martiano Abdala, en la Isla de la Juventud