Isla Verde, el Primer Festival de Cine y Medio Ambiente del Caribe que se realizó en Cuba con sede en Isla de la Juventud, además de excelentes filmes, documentales, buenas vibras y «famosos» cubanos departiendo con las personas, dejó también varios mensajes sobre cómo activar resortes para llamar a la acción a favor de la naturaleza y estilos de vida saludables.
El primero de ellos es el conocimiento en función de la convocatoria. Expertos, científicos, especialistas —locales, nacionales y extranjeros— salieron de sus zonas de confort para dialogar con el pueblo que asistió a las conferencias, entre ellos y mayoritariamente, estudiantes de todas las enseñanzas, quienes no solo visionaron los audiovisuales y escucharon, sino que también aportaron sus ideas, experiencias y hasta posibles soluciones a los problemas ambientales tratados al efecto.
Esa práctica —diálogo-compresión-acción— no necesita fechas ni jornadas; ni temas específicos como el relacionado con el Medio Ambiente ajustado al marco de Isla Verde; pudiera convertirse de facto en estilo permanente de gestión de soluciones colectivas a problemas comunes, tan urgente en el contexto socio-económico que vive Cuba hoy.
El segundo se relaciona con la articulación responsable en aras de la calidad, léase planificación, puntualidad y ejecución eficiente del programa, como deberían realizarse todas las tareas, actividades coordinadas con las organizaciones de masas en los barrios, con las instituciones, el sector no estatal… prácticas que no solo impulsan determinadas tareas, sino que también fijan métodos, conductas, motivaciones…
El tercero es el emprendimiento, atreverse a hacer y hacerlo bien, con limitaciones de recursos, pero abundancia de empeño, utilizando y reutilizando lo que se tiene a mano para lograr objetivos concretos para hoy y para el mañana, porque la semilla del «Sí, se puede» se sembró y hay que regarla ahora con nuevas ideas, proyectos y acciones en todas las direcciones que precise el desarrollo local sostenible que se pretende lograr.
El cuarto y final —en mi modesta opinión, ya que pueden existir otros según la óptica con que se mire—, es el saldo de sensibilidad humana, respeto y profesionalidad. No miraron nunca «por encima del hombro», lo hicieron de frente y a los ojos, enseñaron y aprendieron, compartieron y ganaron, regalaron y recibieron, ellos, nosotros, la Isla, Cuba.
Jorge Perugorría insistió en cada entrevista que el propósito es convertir a Isla de la Juventud en un referente de la conservación del Medio Ambiente en el Caribe, eso seguro se logra en el tiempo, pero lo que sí se logró fue remover las fibras más íntimas a favor de un entorno más limpio, sano y armónico, ahora con el conocimiento y la aptitud para asumirlo con responsabilidad.