Mi querido amigo Floro, en su más reciente misiva, me ha pedido que, por favor, felicite al reconocido director audiovisual Rudy Mora y a todo su equipo de actores y realizadores por la serie Primer grado, que cada domingo llega a nuestras casas por el canal Cubavisión.
Floro comenta en su epístola: «Creo que es una obra de gran impacto, sobre todo para el público joven a quien está dirigida. La fotografía, la banda sonora, el ritmo, la puesta en escena… todo es muy contemporáneo y está a tono con el lenguaje en la plataforma digital de las redes sociales, que es protagonista en su diégesis. No obstante, y quiero ser sincero del todo, me pregunto: ¿Realmente pudieran las redes sociales funcionar de ese modo en el comportamiento de las personas? ¿No te parece exagerado?».
Estimado Floro, te puedo asegurar que tu felicitación llegará a los realizadores de la serie, con lo cual estoy totalmente de acuerdo. También quiero comentar que me has dejado sorprendido con tu análisis profesional sobre la obra, que me parece muy objetivo y profesional, no obstante (para usar el mismo conector contrargumentativo) llama mi atención que pueda parecerte exagerada la manera en que la obra trata la influencia que ejercen las redes sociales en las personas. Esa duda la he escuchado en boca de otras personas, y es lamentable.
Las redes sociales juegan un papel muy significativo en la vida del hombre y la mujer contemporáneos. A pesar de que en Cuba no contamos con un por ciento de conectividad (en cuanto a calidad y cantidad) como el que tienen la mayoría de los países que conforman el mundo, ya nuestra sociedad se ha convertido en una consumidora dependiente de las redes sociales y de internet.
Por ejemplo, conozco a personas que dejaron de asistir al médico, y no es solo por lo complicado que se ha puesto conseguir un turno con un especialista. Internet es su nuevo doctor. Ahí encuentran todo lo que creen que resolverá su dolencia y así satisfacen a ese «pequeño doctor» que algunos llevamos dentro. Y no es solo para resolver su frustración profesional y autoayuda, los he visto medicar a otras personas cual si fueran expertos galenos y luego puntualizar: ¡así lo dice en internet!
De esta manera tenemos cocineros, reposteros, mecánicos, meteorólogos, alquimistas, ingenieros… de todo, incluyendo espiritistas y cartománticos, graduados con «título de oro» de manera virtual.
Hasta el legendario y recurrente texto hinduista, conocido como Kamasutra, ha entrado en desuso más allá de la omnipresencia de las tres X en las redes. Ya existen quienes hacen el amor con su móvil cerca y los datos disponibles, por si apareciera alguna duda en la ejecución del lance afectuoso.
Amigo Floro, quiero que sepas que, a mi entender, la serie solo ha tocado la epidermis de una problemática muy compleja que perturba, en su mayoría, a los adolescentes. Los lleva a grandes afectaciones sicológicas y de comportamiento social, más cuando son manipulados con lo que quieren escuchar, con sus sueños, con la forma de lograr sus objetivos, por muy absurdo que pueda parecer el camino. Existen miles de ejemplos en los que figuran hechos que han llevado al suicidio masivo convocado por un sicópata en internet.
Considero que, referente a las redes sociales, sin negar toda su utilidad, hemos hecho el negocio más tonto de la historia de la humanidad: nuestras vidas, nuestra intimidad, por más excentricismo, por más información.
Muchos expertos aconsejan que debemos contar hasta diez antes de dar o asumir una respuesta en la red de redes. Hay muchas cosas en nuestro entorno por la que debemos contar hasta diez, pero en el caso de internet, antes de asumir una invitación que pueda interferir en nuestras vidas, contemos hasta donde sepamos contar.
Desde el Museo del Humor de San Antonio de los Baños nos avisan que el primer concursante en enviar obras para participar en la venidera XIII Bienal Internacional del Humor de San Antonio de los Baños fue el colega socio y amigo uruguayo Esteban Isnardi con una caricatura personal. Recuerden enviar sus propuestas al correo electrónico humor@upec.cu