Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Mi brindis por el 2022

Autor:

José Alejandro Rodríguez

Este 31 de diciembre abracé como siempre a mis seres más queridos en ese estallido de deseos, muchas veces incumplibles, para el año que viene. Brindé conmigo mismo, y con la memoria de mis padres, que siempre me acompañan desde la infinitud. Un convite solitario, sin grandes pretensiones. La mirada en lontananza sin apremios de triunfalismos ni de odios y reconcomios.

Sí, brindé por las venturas de siempre con cierta discreción, entre la esperanza y el realismo. Mitad ansia, mitad cautela. Pero al menos viendo medio llena y no medio vacía mi excesivamente cara copa de cerveza. Alcé mis sueños por los míos, que desbordan las cuatro paredes de la familia y colman el mapa sentimental de Cuba.

Como siempre, rogué por que el espíritu justiciero de aquel 1ro. de enero de 1959 no se extravíe ni se engavete en el conformismo y la mediocridad. Que se renueve cada año en audacias dignas de aquellos rebeldes melenudos, para que la Revolución revolucione perennemente, y no yazga en manuales y ordenanzas con timideces y poquedades.

Clamé por que sigan zafándose nudos y cerrojos al emprendimiento y la realización colectiva y personal en todos los órdenes. Por que «cambiar todo lo que deba ser cambiado», mandamiento lúcido, no se vacíe en repetitiva consigna, y asalte el cuerpo y el alma de la nación y de cada compatriota.

Hice votos por que en 2022 sigamos lanzando al vacío los lastres internos que no nos dejan avanzar más, pues ya tenemos bastante con los crueles postigos del bloqueo estadounidense, una especie de obsesión enfermiza que cada vez más potencia sus tentáculos. Que tengamos la cordura y la lucidez siempre para acostumbrarnos a vivir y desarrollarnos con bloqueo incluido, y desbloquear internamente todas las amarras que sí le hacen el juego al enemigo.

Que en este año, aun con todos los tropiezos, se atiendan urgentemente, con energía y soluciones propias, la espiral inflacionaria y una agricultura que ya no da más de «enyerbamientos» e insatisfacciones para el cubano. Sin tantos llamados y exhortaciones, que no se comen. Sin precios topados, esos golpetazos autocráticos que no funcionan económicamente hablando. Con producción y más producción. Y ventajas y más ventajas para el que produce. Los únicos antídotos.

Que las potestades y flexibilizaciones a las empresas estatales y los demás actores económicos se conviertan en estímulos a la audacia y la eficiencia real, de manera que disparen riquezas, y no trampas para que engrosen sus arcas y encubran sus fallas con precios prohibitivos para el cubano de a pie. Que la economía funcione con más incentivos que prohibiciones, y las medidas liberadoras cobren vida en la base y no aborten en su plasmación. Que los nuevos actores, privados, cuentapropista o cooperativistas, tengan el camino despejado para contribuir a la riqueza pública y la competitividad, y no sean tratados como hijos bastardos. Que las palabras desemboquen cada vez más en hechos, y no se queden flotando.

Espero que el Estado siga protegiendo lo vulnerable sin hegemonías excesivas, dejándole abierto el camino al ciudadano. Que primen el orden y la decencia por sobre el desparpajo económico y moral. Que se controle lo que hay que controlar verdaderamente. Que el Poder Popular sea poder. Que reivindiquemos todos los días nuestra democracia. Que la gobernanza sea un empeño popular, y nazca del consenso y la consulta entre todos. Que los diagnósticos científicos y las opiniones ciudadanas avalen las decisiones estratégicas. Que haya oídos abiertos y espacios para el criterio y la inconformidad, siempre que se levanten desde el amor y la paz.

Brindé por todo ello sin embriagarme, que es brindar por la Revolución «más grande que nosotros mismos» que nos trajo hasta aquí, con sus luces y sus sombras. Y por si acaso, guardo mi copa para el próximo fin de año, seguir brindando con ella medio llena.

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