Quizá a usted le suceda lo mismo y haya renunciado a creer en cierta palabrería, en frases dichas bajo la presión del compromiso o alentadas por los vientos de la conveniencia, las cuales se diluyen con la misma celeridad con que salieron al aire.
Sí, hablo de promesas no cumplidas, de juramentos rotos, de convenios jamás satisfechos que nunca llegan a materializarse, porque quienes los proclaman, los anuncian, los declaran, no sienten la obligación de cristalizarlos; más bien las anotan en el hielo, con la certeza de que el tiempo hará lo suyo para hacerlos desaparecer.
Así, nos acostumbramos a que disímiles aspectos de la vida cotidiana permanezcan en el campo del concepto, la idea abstracta, sin que a muchos les preocupe hallar la forma de hacerles cobrar vida.
Por esa cuerda transitan algunos balances, reuniones, asambleas, donde empresas X, organismos Y, instituciones Z, analizan su gestión durante un período determinado. En tales contextos, el delegado A o el invitado B confiesan tener claridad de dónde se hallan las deficiencias, los errores cometidos y aseguran poseer la voluntad, aun cuando escaseen ciertos recursos, de revertir la situación.
Pero pasa el tiempo y vuelven las entidades X, los organismos Y y las instituciones Z a revisar su cometido. Y aunque ya no sean ni A ni B los delegados e invitados, el repentino ataque de sinceridad y compromiso regresa en las voces de otros, mientras continúan inalterables insuficiencias y desaciertos. Como si asumir el pacto de un mejor desempeño, de apegarse al encargo social, de respetar los compromisos con el pueblo fuera sinónimo de dibujar sobre el agua.
Quizá por eso ciertas entidades coqueteen con el descontrol, o el desvío de recursos, o el impago, o desacertados sistemas de pago, entre otros males llevados a colación una y otra vez en diferentes circunstancias.
Quizá por eso los vecinos de cualquier circunscripción ventilen en repetidas ocasiones y ante la misma gente en disímiles oportunidades, las mismas angustias, los mismos problemas, esos que por reiterativos se vuelven históricos.
Quizá por eso ciertos establecimientos comerciales persistan en abofetear los derechos de los consumidores con prácticas alejadas de las políticas de satisfacción al cliente, como las exiguas garantías a artículos que junto al dinero le llevan días de estrecheces en el afán de acumular la suma necesaria para su adquisición.
Pero ante tantas anotaciones en el hielo, no nos queda más sino insistir, con sabiduría y persistencia, para que aquellos acuerdos y proposiciones encaminados a aligerar la carga de los ciudadanos, a encauzar el desarrollo del país, a construir una sociedad próspera, sean escritos sobre roca, de manera que no se olviden y sirvan de señal en el camino hacia el bienestar y el progreso.