La ONU votó sí. Palestina es ya un «Estado observador no miembro», y aunque medios de prensa insisten en el carácter puramente simbólico de la Resolución de la Asamblea General presentada por Mahmoud Abbas, un pueblo y su derecho a la independencia acaba de ser reconocido por 138 votos a favor. Por primera vez, Palestina podrá usar los mecanismos del derecho internacional, y del sistema de la ONU, paso importante hacia un Estado soberano.
Sin embargo, los nueve votos en contra son, paradójicamente, influyentes y decisivos en el presente y futuro de los palestinos. Ese es el gran problema, y el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu se apresuró a decir que la decisión «no cambiará nada en el terreno», y amenazó con soberbia: «No habrá verdadero Estado palestino sin un reconocimiento del Estado de Israel como Estado del pueblo judío».
Para Israel, que acaba de masacrar a 167 palestinos en la Franja de Gaza, resulta impúdico alegar que la paz no se logra a través de lo que llamó «una declaración unilateral de la ONU que no tiene en cuenta para nada los imperativos de seguridad de Israel». Y no solo dejó en claro su desprecio hacia la comunidad internacional, también mintió sobre una seguridad que solo sus acciones bélicas ponen en peligro, porque, provocativamente, estimulan la respuesta de un pueblo que no pone la otra mejilla.
Israel ha perdido en el favor mundial, con excepción de su más íntimo aliado, Estados Unidos, al que se unieron Canadá, y algunas islitas del Pacífico bajo dominio estadounidense. También se puso en evidencia la debilidad con sus socios europeos de la OTAN, divididos y alejados de la «posición común».
Y si en el planeta de la justicia y la decencia celebran igual que en los territorios palestinos ocupados, el campo pacifista de Israel también preparó una concentración — frente al edificio donde se declaró en 1947 el Estado de Israel—, precisamente para expresar el apoyo de esos hombres y mujeres del pueblo judío a la petición de los palestinos en la ONU.
Ellos exhortaron al establecimiento inmediato de «un Estado palestino en las fronteras de 1967» y recordaron que «en esta fecha simbólica del 29 de noviembre es hora de concretar la visión de dos estados. En interés de los dos pueblos».
En su discurso, Abbas planteaba ese propósito: «Palestina viene hoy a la Asamblea general porque cree en la paz y porque su gente la necesita» (…) «No venimos a deslegitimar un Estado establecido años atrás, Israel, sino para legitimar un Estado, Palestina».
En la ONU de Nueva York, el mensaje llama a sobreponer la razón a la falta de voluntad política, para dar una solución permanente al conflicto y oportunidad a la paz.
Sin embargo, en otro punto de la geografía estadounidense, en Washington, las propuestas llevan a la continuación de la guerra. Cuatro senadores han promovido un proyecto legislativo para sancionar a Palestina y eliminar la ayuda financiera a la Autoridad Nacional Palestina por buscar el reconocimiento de la ONU, los republicanos Lindsey Graham y John Barrasco y los demócratas Check Schumer y Bob Menéndez, el anticubano de Nueva Jersey. Al mismo tiempo, el secretario de Defensa, Leon Panetta, se disponía a imponer a su homólogo israelí Ehud Barak —de visita oficial en Estados Unidos—, la mayor condecoración del Pentágono, la medalla por su distinguido servicio público.
De esta forma se sienten como fardo pesado el maridaje israelí-estadounidense, los muros del apartheid que rodean y separan las comunidades palestinas, los ilegales asentamientos de los colonos judíos en las tierras ocupadas, y por supuesto, la amenaza de los bombardeos de limpieza étnica como los recientes ocho días de Gaza.
La lucha por Palestina continúa.