Todavía se comenta el lamentable incidente ocurrido el pasado domingo durante el segundo juego del play off entre Industriales y Sancti Spíritus. Y yo me lo perdí —lo confieso— porque miraba por televisión el primer duelo de Villa Clara y Santiago.
Precisamente el sábado había comentado en esta columna que celebrar tres juegos a la misma hora no me parecía buena idea. Así es imposible seguir las incidencias de cada uno.
De tal manera, casi infarto del disgusto cuando supe que el segundo choque entre Ciego de Ávila y Guantánamo, previsto inicialmente para la una de la tarde, se trasladó para las ocho de la noche. Quizá el horario nocturno sea mejor, pero no deben coincidir ambos partidos si podemos evitarlo.
Además, me parece que tantos cambios, uno detrás del otro, le restan seriedad al campeonato.
«Se peinan o se hacen papelillos», diría mi abuela con su sabiduría popular.
Ya antes, durante la etapa regular, se violaron algunos horarios y hubo cambios intempestivos de sedes. Incluso, varios partidos importantes fueron sellados a la luz del sol y en otros casos casi anochece con el juego andando.
Si no somos consecuentes, propiciamos cierto «relajo» y el control se escapa de las manos. Pensemos en ello.