Dicen que la prensa, al menos en el eslogan del universo occidental, es el cuarto poder. En Cuba, donde no existen esas consabidas divisiones jerárquicas, es el primero: el del pueblo, a cuyo servicio se vincula desde una plataforma que responde a sus intereses y al del Partido que lo representa, que es la misma cosa.
Este 15 de julio, la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) alcanza sus 46 años de existencia.
Surgió en 1963 como resultado del proceso de fusión y unidad de las organizaciones reporteriles existentes. En esta fecha se celebró en el Hotel Habana Libre la Asamblea Nacional (o Primer Congreso) de la UPEC, que aprobó los estatutos de la nueva organización y una declaración de principios y eligió su Consejo Directivo.
Los profesionales cubanos se sienten honrados y orgullosos de pertenecer a una organización como esta, donde no tienen cabida la deshonestidad, el sofisma, las prebendas y las camarillas sectarias bajo la égida de intereses extraprofesionales.
La línea de la prensa cubana —y por ende de la organización— es clara, meridianamente ubicada en el carril de la defensa de un solo objetivo: el del pueblo trabajador que lucha por una sociedad más justa, equilibrada y mejor, pese a la retahíla de escollos puesta en el camino por las administraciones yanquis, sus ataques en todos los planos y el bloqueo de medio siglo.
Nuestro periodismo —a eso lo acostumbró también la UPEC— habla desde la verdad, al lado siempre del verbo digno, nunca desde el engaño, las tergiversaciones y la oratoria de manipulación típica de algunas prensas (véase ahora la hondureña controlada por la oligarquía, verbigracia).
Es cierto que aún le falta bastante al oficio aquí en el camino de ser todavía más eficaz.
Acusa demasiada solemnidad, su visión de los fenómenos sociales resulta a veces epidérmica, existe mucho discurso ampuloso, se añora más amenidad y gracia en el lenguaje, sobran las informaciones estadísticas o antinoticias y el trabajo de campaña...
Aunque en ello en ocasiones medien causas dictadas por el enfrentamiento a la política de hostilidad yanqui, en no pocas oportunidades nuestra letra va a la zaga en informar al mundo, y a Cuba, de hechos puntuales de relieve acaecidos en el escenario social criollo.
Hay otros problemas, pero lo bueno de ello es que no solo se focalizan o debaten, sino que —mediante los mismos mecanismos de la UPEC— son encauzados en busca de solución. Los periodistas cubanos somos optimistas, y procuramos que la tengan con el concurso de todos.
Hoy es una jornada feliz. La prensa de la actualidad nada se parece a la de 46 años atrás.
El gobierno cubano, a través de la institución, ha entregado recursos materiales a los reporteros, se abren las brechas de las tecnologías posibles, Internet es herramienta y arma de propagación de nuestras ideas, los reporteros se superan, las estructuras provinciales funcionan y el gremio se siente identificado con ellas.
Cabría sí, pues, felicitarnos por tales cosas en este día: pero además estaría mejor pensar, como se hace, en calibrar nuestra pluma a grado sumo, para entregar al pueblo una obra todavía más depurada, grata y objetiva.