Si décadas atrás, figuras de la talla de Félix B. Caignet, Alejo Carpentier, Jesús J. Gómez y Antonio Lloga —nombre que prestigia el recientemente finalizado Taller Nacional y Concurso de Radio Joven con 18 ediciones en Santiago de Cuba—, se ocuparon y preocuparon por hacer de la radio mucho más que un emisor de música y noticias, hoy junto a los consagrados permanecen los creadores que, abrazados por la Asociación Hermanos Saíz, se empeñan en que esta permanezca como una fiel, instruida y atractiva amiga de la familia cubana. Lo evidenciaron quienes se reunieron en la capital del Caribe entre el 17 y el 21 de septiembre pasados. Para ellos tan importante era la competición, la búsqueda del necesario reconocimiento o la escucha y análisis de los programas en concurso, como dialogar sobre lo que todavía puede y debe ser cambiado.
Por la profundidad y riqueza de los debates y por la calidad de las obras llegadas de casi todas las provincias del país, el Lloga in Memoriam demostró ser el más significativo entre los eventos y festivales de su tipo organizados por la AHS que se desarrollan en la Isla. Lo avala también el hecho de que la Dirección Nacional de la Radio haya estado representada en el mismo, un reclamo de los jóvenes del medio en otras citas del interior del país. Y, sin embargo, tengo la impresión de que todavía no se tiene plena conciencia de lo esencial de que quienes son responsables de la toma de decisiones estén aun más cerca de aquellos que en buena medida son el hoy y serán, sobre todo, el mañana de una radio que deberá parecerse con mayor frecuencia a estos tiempos de Internet, DVDs, mp3... ¿Será imprescindible entonces una invitación oficial de la AHS a la Dirección Nacional de la Radio para que esta se vea estimulada a participar en estos encuentros, si debería ser una prioridad? Creo que no, como tampoco me parece lógico que un director vete la asistencia de sus jóvenes trabajadores cuando a todas luces es un espacio genuino de superación, máxime en momentos en que han surgido tantas emisoras de nueva creación, cuyas plantillas obedecen en ocasiones a las emergencias.
Por otra parte, idear la obra que desde la experimentación logre conectarse de un modo eficiente con los diversos auditorios es un sueño que se ha transformado en pesadilla para algunos, quizá más interesados en encontrar lo supuestamente «novedoso», pero que a veces se alejan de lo principal: intentar ser émulos del filósofo Descartes por aquello de pienso, luego existo, lo que en este caso se podría «traducir» como: comunico..., algo que al parecer no tienen muy en cuenta, en ocasiones, quienes se afanan en crear programas para certámenes al estilo del Festival Nacional de la Radio, los cuales enamoran a jurados pero poco tienen que ver con lo que radian las emisoras, además de que en raras ocasiones se transmiten.
Por esa y por otras razones, el mencionado festival estuvo varias veces en el tintero. Y es que, al decir de los presentes, este no despierta muchas ilusiones y sí presión sobre los creadores con tal de quedar bien y que no se dificulte la emulación. Es así como aparecen los inevitables programas «in vitro», sin que nos preguntemos dónde está la causa de tal rechazo. De igual manera, el quehacer de los asesores fue objeto de debate, a partir del peligro que puede representar el hecho de que el salario que se perciba por esta ineludible labor esté sujeto a la cantidad de programas analizados.
Una vez más estos jóvenes reclaman que los programas galardonados en este o en otros concursos sean difundidos de oriente hasta occidente, para lo cual se podría seguir el ejemplo de la televisión, que pone en pantalla las más válidas propuestas de los telecentros en los cuatro canales nacionales, sobre todo en el verano.
Así, las emisoras nacionales podrían programar, por ejemplo, la serie documental Huellas, de Harold Santana Gaínza (CMKC, Santiago de Cuba) y Voces: el color de la voz, de Arilis Barbán Leyva (Radio Camoa, La Habana), ambos Gran Premio Lloga. Asimismo, solicitan que reaparezca la desaparecida beca de creación Diámetro (o alguna similar) dirigida a los realizadores radiales, quienes con frecuencia desconocen también que existe un premio como el Tomás Gutiérrez Alea, el cual incluye a la radio en su convocatoria.
Por la pasión que desbordó cada jornada de un Santiago siempre hospitalario es evidente que todavía la radio ocupa un lugar determinante en el día a día de los cubanos, y se ha convertido en el centro de estos jóvenes creadores ansiosos por llegar a convertirse en ese hombre o mujer radio, empeñado en hacer nacer un producto radial que, explotando todos los recursos del lenguaje del medio, se aproxime más al arte y no pase inadvertido; un producto que nos atrape y nos recuerde que escuchar también es un placer.lenguaje del medio, se aproxime más al arte y no pase inadvertido; un producto que nos atrape y nos recuerde que escuchar también es un placer.