«Adaptarse o perecer» es una enseñanza recurrente de la existencia. Amir Peretz, el ex líder sindical israelí, trató de hacerlo. Pero, singular paradoja: fue precisamente por «adaptarse» que «pereció».
Amir Peretz. Foto: AFP No, no, Peretz no ha muerto. Al menos no físicamente. Pero en política está ya embalsamado: el lunes, unos 44 500 miembros del Partido Laborista votaron para elegir al líder de esa formación, y el actual ministro de Defensa quedó tercero, con el 22 por ciento de los sufragios.
Los laboristas pasaron factura así a su jefe, que se desgastó en el puesto al que lo destinó el primer ministro Ehud Olmert. Las ideas originales de Peretz —luchar por las minorías, hacer valer las demandas de los trabajadores, alcanzar un acuerdo de paz con los palestinos— se diluyeron como una cucharada de sal en una piscina cuando integró a su partido en la coalición con el «centrista» Kadima, que dirige Olmert.
Al frente de Defensa, Peretz fue el rostro de las últimas incursiones bélicas contra Gaza y de la agresión contra el Líbano, que tan amargo sabor dejó en la sociedad israelí. Como entre lobos andaba, aprendió a morder como ellos, y se desfiguró su imagen de político «social» y «de izquierdas». Así, el fracaso de aquella aventura lo arrastró también a él, cuando la Comisión Winograd, que investigó la conducción de la guerra, lo acusó de no haber garantizado la preparación del ejército israelí.
Prefirió adaptarse antes que quedar fuera. Sin embargo, de todos modos quedará fuera. Quizá se adaptó demasiado...
¿Quiénes quedaron para disputar el liderazgo del partido? El ex primer ministro Ehud Barak y el ex jefe de los servicios de Seguridad Interior (Shin Bet), Ami Ayalon, que obtuvieron el 35,6 y el 30,6 por ciento de los votos, respectivamente. Ambos tendrán que ir a una segunda vuelta el 12 de junio. Ese día habrá nuevo jefe, y alguien tendrá que sacar sus pertenencias del Ministerio de Defensa.
Ehud Barak. Foto: AP Barak es un viejo conocido. Ya fue primer ministro entre 1999 y 2001, y se hizo famoso por aquello de «las dolorosas concesiones» que quiso hacer en Camp David al presidente palestino Yasser Arafat, las cuales este, «ingratamente», rechazó. Se olvida mencionar que bajo el premierazgo de Barak se siguieron construyendo colonias ilegales y no se desmanteló ni uno solo de esos enclaves. Si esa era su voluntad de paz y sus «generosas ofertas»...
Como signo de sus contradicciones está que, no bien se conoció el Informe Winograd, pidió la dimisión de Olmert; sin embargo, hoy dice que de resultar elegido al frente del laborismo, entraría al gabinete en el puesto que dejará vacante Peretz —¿acaso hará las cosas mejor?
Ami Ayalon. Foto: AP Del otro candidato, Ami Ayalon, no puede el primer ministro esperar lo mismo que de Barak, pues dijo que retiraría a los 19 legisladores laboristas de la alianza con Kadima, lo que provocaría la caída del gobierno y nuevos comicios.
Lo más notable de Ayalon es su plan de paz La voz del pueblo, que impulsa desde 2002 junto con el académico palestino Sari Nusseibeh. Se trata de un arreglo con base en las fronteras de 1967 (anteriores a la guerra de los Seis Días), soberanía compartida sobre Jerusalén y compensaciones allí donde sea espinoso devolver tierras.
Un detalle: el Estado palestino sería un país desmilitarizado. «La comunidad internacional garantizará su seguridad e independencia». ¡Oh, pero por supuesto! La comunidad internacional ha demostrado ser «tremendamente efectiva y respetada» en Tierra Santa...
Y bien, sea cual fuere la canción que se escuche el 12 de junio, no la entonará Peretz el «adaptado». Serán Barak y Ayalon, con sus ideas menos felices o más trastabillantes, de quienes estará pendiente el público israelí.