«Te entregamos la Medalla de la Libertad, Paul, pero desaparecer 12 000 millones de dólares no era parte del trabajito en Iraq» (cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia)
El caos y la ausencia de ley en Iraq tienen más de una consecuencia. La violencia, los enfrentamientos sectarios, las acciones de la resistencia a la ocupación, la represión de los cuerpos militares y de las fuerzas estadounidenses y sus coaligados son las más conocidas; sin embargo, hay otras aristas, menos publicitadas, pero que desangran a su modo al país mesopotámico.Es el caso de la corrupción, que según Radi al-Radhi, quien encabeza la Comisión de Integridad Pública, ha malgastado o robado en tres años 8 000 millones de dólares de los dineros del gobierno, incluidos 2 000 millones de dólares que debieron ser dedicados a restaurar la infraestructura eléctrica iraquí, casi totalmente destruida por los bárbaros bombardeos de la primera fase de la invasión.
De estos últimos se apropió en buena parte o permitió que se evaporaran en otras manos el ex ministro de Electricidad, AIMA al-Samaraie, un iraquí con ciudadanía estadounidense, que fue sentenciado a dos años de prisión, pero... el señor escapó de la cárcel el pasado 17 de diciembre y el 15 de enero estaba... tan campante en Chicago.
Sin embargo, se afirma que no hay oficio más peligroso en Iraq que formar parte de la comisión de al-Radhi —establecida en marzo de 2004—, puesto que unos 20 de sus inspectores e investigadores han muerto en atentados.
El tema de la corrupción por sí solo es como una risotada a la cara de George W. Bush y su banda de neoconservadores, que tan siquiera se sonrojan cuando afirman que han cumplido sus metas de hacer un Iraq democrático, una nación a salvo y segura, un país capaz de reconstruirse con su riqueza petrolera. Dos titulares de este jueves en el sitio Antiwar.com ponen el ejemplo: 1) Militares de EE.UU. claman que ha decrecido la violencia en Iraq, 2) Jueves: Muertos 5 soldados norteamericanos, 4 británicos, y 41 iraquíes; abatido un helicóptero de EE.UU.
Volviendo al asunto de los dineros perdidos que en este momento saca a la luz el señor Radhi, habría que recordar que apenas en febrero pasado se dio el show de Paul Bremer, el ex embajador o procónsul estadounidense en Bagdad, tratando de explicar qué hizo con 363 toneladas de billetes de cien dólares recién impresos, que volaron en bolsos de supermercados hasta su misión en Iraq para pagar una reconstrucción que nadie ve por ningún lado, y sumaban 12 000 millones de dólares contantes y sonantes...
Mas el zar Bremer, en su momento, obtuvo del W. la Medalla de la Libertad, y nadie fue a prisión, ni los ministros iraquíes con nóminas fantasmas, ni los distinguidos y pocos consorcios estadounidenses premiados con los millonarios contratos, y mucho menos el propio Bremer y sus padrinos de la Casa Blanca o los alegres pagadores del Pentágono.
En una auditoría del inspector general especial Stuart Bowen se encontró que el Departamento de Estado de la señorita Condoleezza Rice había pagado 43,8 millones de dólares a la empresa DynCorp Internacional por un campo residencial para el entrenamiento de personal policiaco en las tierras del Palacio Adnan y ha estado vacía por meses, aunque se sabe que al menos 4,2 millones de dólares de ese dinero se gastó en 20 trailers para «Personas muy importantes» (gente VIP) y una piscina olímpica ordenada por el ministro del Interior.
Aunque en los archivos y documentos de la infortunada Comisión de Integridad Pública están las órdenes de captura por corrupción para 90 altos funcionarios iraquíes, incluidos 15 ministros, ya casi todos volaron como al-Samaraie, el titular de la Construcción, que no es cosa de pagar cuando los padrinos ocupantes también hacen —seguros— sus negocios.