Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El correo, un libro y la tolerancia

Autor:

Luis Sexto

Hace unos días recibí el libro que Juan Antonio Martínez de Osaba me envió desde la ciudad de Pinar del Río. Ciertamente llegó. El del poeta Renael González, remitido más de un mes atrás, desde Puerto Padre, en Las Tunas, aún prosigue su viaje por Correos de Cuba. ¿Por qué trillos se habrá perdido? ¿Dónde habrá anclado?

El de Martínez de Osaba tuvo suerte, pero no tanta: llegó con el sobre roto, al menos trajo, por uno de sus extremos, la cinta adhesiva del correo con la que se pretende negar que alguien, en algún lugar, lo abrió no se sabe con cuáles fines. Habitualmente, esos sobres me llegan así: con esa curita de mercuro cromo.

Aunque lo parezca, no voy a hablar de los problemas de Correos de Cuba. Espero que pronto vuelvan los días de confianza en una institución tan primordial en la sociedad. Ahora, pienso, el libro de Martínez Osaba merece que le ofrezca mi nota. Me he sentido tan agraciado por haber leído ese texto titulado Nosotros los peloteros; por haber tocado las palabras de un hombre que, escribiendo principalmente con el corazón, nos ha dado un libro tan personal en su estilo (a veces cortado; también con predominio de la construcción nominal; más adelante con supresión de artículos) y muy tierno en sus evocaciones...

Juan Antonio Martínez de Osaba escribe por lo común en el sector deportivo. Ha compuesto libros sobre Luis Giraldo Casanova, Omar Linares, y sobre otros temas del acontecer deportivo. Pero en Nosotros los peloteros, publicado por Ediciones Loynaz, se dedica a contar la historia y los personajes del béisbol en Minas de Matahambre, pueblo natal del autor. El mismo escritor forma parte de esa historia: fue pelotero, incluso jugó en alguna serie nacional. Pero su crónica personal poco importa. Toda su fuerza evocadora se centra en sus compañeros, sus vecinos, sus coterráneos, y los realza, los fija para siempre, como monumentos de cobre, en la memoria del pueblo minero.

Martínez de Osaba evidencia en este volumen su generosidad. Y si ama a su pueblito, si solo conserva un recuerdo conmovido y conmovedor de cuantos convivieron en aquellos días eléctricos de su juventud, ya empiezo a confiar en él. Y no me extraña esa carga de ternura hacia Matahambre. Porque, al erigirse en cantor, cronista, de las menudas glorias de sus coterráneos, el autor justifica su existencia y agradece haber nacido allí, el pueblo donde adquirió las raíces y las experiencias definitivas.

He de repetirlo. Martínez de Osaba no escribe ninguna palabra que manche o estruje el crédito de aquellos que, arrastrando su pellejo por un terreno de pelota pavimentado de piedras entre la hierba, jugaron con pasión, a matarse. Algunos, pocos, llegaron más allá, incluso a grandes ligas. Pero si integraron un equipo de esos de «manigua», compuesto por sucesivas generaciones, en este libro aparecen como un conjunto de estrellas, como hombres que aprendieron a vivir honradamente, amando el béisbol tal si fuera una escuela de la vida, una justificación de la existencia.

Martínez de Osaba sobresale por la tolerancia. A todo el mundo quiere y elogia. Y, déjenme decirles, que la tolerancia, ese aceptar a las personas con lo que tienen y son, es virtud que aún se nos escurre. ¿Cuántas veces usted ha sido negado? Sí, usted. O yo. Y cuántas veces los que ayer fueron negados, son hoy intolerantes porque a alguien —incluso a quien no se conoce— hay que culpar por lo que me pasó. Y a veces culpan y vetan solo por prejuicio. Triste. Cierto. Pero este libro de Martínez de Osaba nos lava los ojos del polvo de la ira, del rencor, de la irracional conducta que, de víctima, te convierte en victimario.

Osaba, gracias por el placer y la lección. Y no temas, este mensaje te llegará.

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