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¿Y ahora es que hacemos el canje?

Autor:

Luis Luque Álvarez

Para Olmert ahora sí. Foto: AP Hizbolá quería negociar. Pero el Primer Ministro israelí, Ehud Olmert, quería guerra. Hubo guerra, y ahora Olmert quiere negociar.

El diario israelí Yedioth Ahronot da algunos detalles de las gestiones del gobierno sionista para traer de vuelta a tres soldados, uno de ellos capturado por milicianos palestinos de Gaza, y otros dos por la milicia chiita libanesa Hizbolá. Ofer Dekel, ex subjefe del Mosad, la conocida agencia de espionaje, ha visitado Berlín y El Cairo para conversar con sus pares de inteligencia, mediadores en este caso.

En principio, Israel podría dejar en libertad a unos 800 presos palestinos, aunque se desconoce si se trataría de gente «de a pie» o también de altos cargos, como los diputados y ministros de HAMAS arrestados ilegalmente por las fuerzas sionistas. Asimismo, unos 27 prisioneros libaneses podrían regresar al País de los Cedros, y también los cadáveres de combatientes de Hizbolá que Tel Aviv retiene como monedas de cambio.

La decisión del canje confirma una innegable realidad: el gobierno de Olmert se debilita, hace aguas aquel Ejecutivo de coalición nacido con un propósito específico: la evacuación de algunas colonias israelíes de Cisjordania, a semejanza de la retirada de Gaza en 2005. Hoy, con la mala huella de la fracasada invasión al Líbano, nadie en Israel habla de abandonar un solo metro de tierra cisjordana. Ergo, ¡el gabinete ha perdido su principal razón de ser!

Sin aludir a las cuantiosas pérdidas humanas y materiales en el lado libanés, repasemos las cifras que le podrían interesar al Primer Ministro: más de 150 israelíes muertos, 6 000 millones de shekels (1 070 millones de euros) en pérdidas, y unos 4 000 cohetes de Hizbolá caídos en Haifa y otras localidades norteñas. Todo ello se podía haber evitado, pero primó la tozudez del «no negociamos con terroristas».

O sea, el 13 de julio —un día después de la captura de los dos soldados por la resistencia libanesa— no había espacio para un intercambio. Pero ahora sí. ¿Cuán consistente es entonces el proceder de un gobierno que cambia de opinión solo tras advertir los efectos de su torpeza, y que ha fallado en prevenirlos? ¿Dónde quedan las 150 vidas desperdiciadas?

Y siguen las malas nuevas para el primer ministro. Esta vez las porta el titular de Defensa, Amir Peretz, el mismo que lanzó la bravuconada de que el jefe de Hizbolá, Hassan Nasrallah, «nunca olvidará el nombre de Amir Peretz».

No sabemos cómo estará la memoria de Nasrallah, pero Olmert sí que tiene a su socio de coalición atravesado en la garganta. Peretz ha rechazado que se incremente el presupuesto de Defensa a partir de recortes en el de Educación. «Me niego a que se equipare (la calidad de vida de) un anciano con un tanque, o la de un niño con un avión F-16», dijo en una escuela al sur de Israel, resucitando un discurso de justicia social que ya en su boca suena raro.

A este choque frontal se le puede sumar el desacuerdo con Olmert sobre una eventual comisión que investigue los errores del gobierno durante la agresión contra el Líbano. Olmert desea que dicha instancia sea gubernamental (para que esconda el polvo bajo la alfombra), mientras el ex líder sindical quiere que sea judicial, para que sus resultados sean vinculantes.

¿Quién ganará el pulso? No lo sé. Solo sé que una autoridad dividida contra sí misma, muy pronto dejará de serlo. Y aunque los tres soldados regresen vivos a Israel, el rojo de la alfombra no será otro que la sangre que su gobierno se empeñó en dejar derramar inútilmente.

No es una vara de equilibrista lo que necesita Olmert, sino un milagro...

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