Ahora se las da de pacífico empresario, Santiago Álvarez Fernández Magriñá quiere redimirse en los negocios, como si el dinero pudiera «limpiar» o «borrar» su registro criminal entre los más siniestros terroristas del Hemisferio Occidental. El subterfugio no es válido, porque de su expediente ni se olvidan ni se perdonan los crímenes que en él están recogidos y reconocidos, una cronología ominosa, un sangriento rastro de dolor y muerte que no puede barrerse debajo de la alfombra, aunque esta tenga sello de producción Made in USA-CIA.
Se conoce bien que las empresas de Fernández Magriñá han sido fuente de financiamiento del terrorismo contra Cuba, por algo le llaman en Miami «el benefactor» y en esas acciones destaca su «rescate» del terrorista mayor, Luis Posada Carriles, de más de una cárcel —desde Venezuela hasta Panamá—, y el abrirle las puertas de Estados Unidos —tras un tránsito garantizado desde el istmo mediante su avión y su yate Santrina—, luego del oprobioso indulto que le otorgara la entonces presidenta, Mireya Moscoso, quien perdonó a quienes iban a volar el Paraninfo de la universidad panameña con todo la audiencia presente —universitarios y pueblo— con tal de asesinar al Comandante en Jefe Fidel Castro. Como otras tanta veces, la inteligencia cubana impidió el magnicidio y la masacre.
A propósito de la reciente conmemoración de la voladura del vuelo de Cubana de Aviación sobre aguas de Barbados, organizado por Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, y el lanzamiento hace apenas unos días de dos cocteles molotov contra la embajada de Cuba en Washington, delito terrorista que no fue impedido, como deber y obligación de Estados Unidos responsable de dar protección a personal y locaciones diplomáticas de otros países en su territorio, no está de más darle una ojeada al currículo de la «sombra»de Posada Carriles, como también se le ha llamado a este Santiago Álvarez.
En marzo de 2001, cuando los cuatro implicados en el frustrado intento de magnicidio eran juzgados en el país centroamericano (Posada Carriles, Pedro Remón Crispín, Guillermo Novo Sampol y Gaspar Jiménez), Fernández Magriñá adquirió en una tienda de suministros de la policía de Miami ocho fusiles de asalto AK-47, 2000 cartuchos y pistolas, armas que luego estaban en poder de cuatro hombres llegados a Cuba para un ataque terrorista en el famoso cabaret Tropicana de La Habana y fueron interceptados por nuestra Seguridad.
Uno de ellos confesó los planes y en la televisión cubana lo vimos en un video tomado en la habitación del hotel llamando a Santiago Álvarez Fernández-Magriñá preguntándole qué hacía con las latas de explosivos C-4 y este le contesta: «Tíralos en Tropicana y acaba con todo eso».
Está claro que a él también le cuadrarían perfectamente los argumentos de Eduardo Soto, el abogado de Posada Carriles para que a este le dieran «asilo político» en EE.UU.: «ha promovido los intereses de Estados Unidos», y posiblemente también esté «en el registro del directorio como miembro oficial de la CIA»
Más tarde, cuando en el 2005 se afanaba para que Posada Carriles saliera libre de los cargos de entrada ilegal en Estados Unidos, Magriñá tuvo su propio tropezón, fue detenido con las manos en la masa, es decir en un alijo de armas, y hasta The Miami Herald dijo en un editorial: «las personas que almacenan armas ilegales no son ciudadanos modelos. Son infractores de la ley» y se refería a las más de 20 armas ocupadas en su residencia en Haileah: «…Al menos cinco de ellas ametralladoras automáticas AK-47 y AR-15s, algunas de estas con los números de identificación borrados; silenciadores no registrados; granadas y lanza granadas; miles de peines de municiones; catálogos de armas, mascaras anti-gas, explosivos…». Se le redujo la sanción de cárcel a él y a su cómplice, Osvaldo Mitat, a cambio de entregar un alijo mayor de armas que mantenían escondido.
A grandes rasgos aparece como ejecutor, organizador, reclutador o financista de estas otras acciones terroristas contra Cuba, y no son todas, pero que lo sitúan en estrechos vínculos con las organizaciones terroristas Comandos F-4 y Alpha 66.
Disparos contra poblados costeros en la zona de Cienfuegos y Trinidad; ataque terrorista el 12 de octubre de 1971 contra el poblado de Boca de Samá, en Holguín, como uno de los 14 integrantes del comando mercenario que asoló a la población pesquera; Fernández Magriñá, junto a Osvaldo Mitat y Manuel Alzugaray, organizó y dirigió planes para que otros terroristas residentes en Miami —que fueron detenidos el 26 de abril de 2014 por fuerzas del Ministerio del Interior—, atacaran instalaciones militares con el objetivo de promover acciones violentas en la Isla; financiamiento de grupúsculos contrarrevolucionarios dentro de Cuba para promover actos contra la seguridad del país, como las llamadas Damas de Blanco y otros.
Percy Francisco Alvarado Godoy, el agente Fraile de la Inteligencia de Cuba, quien se infiltró en la CIA y sus organizaciones terroristas de Miami, describe así a Magriñá: «Formado por la CIA, emparentado con la FNCA (Fundación Nacional Cubano Americana), enriquecido con negocios cuestionables y asentado con relativo prestigio ante sus congéneres de Miami, Álvarez se destacó por su odio acérrimo a la Revolución y su preferencia por la realización de actos terroristas en gran escala».
Dice también que Santiago Álvarez Fernández-Magriñá es hijo de un sicario y senador batistiano y nieto de uno de los criminales involucrados en el asesinato de Julio Antonio Mella en México.
Este es el ADN de un terrorista. Sería hora de que acabe la impunidad, pero veámoslo sin falsas ilusiones, nadie de la misma calaña bota a su chacal a la calle.