Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Una zanahoria-golondrina no hace verano

¿Cómo valorar los recientes enunciados del Departamento de Estado de la Administración Biden hacia Cuba, la nación que considera demasiado revoltosa?

Autor:

Juana Carrasco Martín

El bloqueo impuesto por Estados Unidos es el componente fundamental de su política contra Cuba, por su impacto destructivo sobre la economía del pequeño país caribeño.

Dicho esto —que es además la permanente denuncia del Gobierno y del pueblo cubanos ante la comunidad internacional, que además lo rechaza casi unánimemente, desde la amplia tribuna de la Asamblea General de la ONU—, ¿cómo valorar las recientes medidas anunciadas por el Departamento de Estado de la Administración Biden hacia la nación que considera demasiado revoltosa?

Más de 60 años de presiones extremas, agresiones, castigos inmerecidos y por tanto de suprema injusticia, han tenido altibajos en las tensas relaciones a pesar de la vecindad, o quizá debido a ella por considerar EE. UU. a Cuba la fruta madura que quiere en su canasta.

De las 13 administraciones de Washington, que a partir de 1959 han intentado de todo, garrote o zanahoria, dos presidentes dieron pasos por un camino caracterizado por el reconocimiento de la existencia de un igual, pero diferente, la de Jimmy Carter y la de Barack Obama. También se dice que un Presidente perdió la vida porque presagiaba cambiar de vía, John F. Kennedy.

Algunos apretaron fuertemente el garrote vil, como un Clinton que firmó la Helms-Burton y codificó las leyes del bloqueo, dándole la potestad de suprimirlo al Congreso estadounidense, para que los mandatarios pudieran lavarse las manos como Poncio Pilatos. O como un Donald Trump, que tras el paso hacia lo positivo de Obama, dio una marcha atrás violenta, tan inhumana y criminal que la aplicó cuando iniciaba una entonces desconocida y mortal pandemia que todavía mantiene al mundo entero en vilo, e incluso a estas alturas se ha llevado la vida de más de un millón de estadounidenses.

El trumpismo, oídos abiertos a los anticubanos de Cámara y Senado —casi todos vividores en la Florida—, fue imponiendo con ensañamiento una a una 243 medidas,  palpables vueltas de tuerca de la máquina de aplicar la pena capital al insumiso pueblo cubano.

De rompedor de promesas a ¿Pagador…?

Con la llegada de Joseph Biden a la Casa Blanca en enero de 2021 se supuso que cumpliría promesas electorales y las relaciones de Estados Unidos con Cuba volverían a predios menos tirantes; pero amparado en el pretexto de que debía estudiar la situación y transcurrida buena parte de su mandato, el garrote para ejecutar al condenado siguió apretando las gargantas cubanas.

No sé a las claras si el rechazo solidario a la controvertida Cumbre de las Américas —a la que en las redes no pocos llamamos #CumbreSinLasAméricas por su exclusión arbitraria de tres naciones: Cuba, Venezuela y Nicaragua, y el apoyo que estas han recibido de países hermanos—, tuvo que ver, pero el señor de la Casa Blanca comenzó a dar pasitos leves, como quien camina en pantuflas por suelo empedrado, bien limitados y casi imperceptibles, pero hacia la dirección correcta, en el caso Cuba.

También con limitantes para que la Chevrón pueda hacer negociaciones petroleras con la sancionada Venezuela, habida cuenta de las necesidades de carburantes que tienen los intereses de seguridad nacional de EE. UU. en medio de su guerra con Rusia —económica, al menos por ahora, y ojalá no pase más allá.

El caso cubano parece que les apremia, no van bien las cosas para las elecciones de medio tiempo —augurios casi siempre ciertos para las próximas presidenciales de 2024— porque son muchos los problemas de Estados Unidos a lo interno.

Una crisis económica engordada por la pandemia; una inflación perjudicial al bolsillo de los votantes que saca a relucir la gasolina y hasta la fórmula basal para su población más pequeña y vulnerable; un incremento de crímenes violentos en las calles no pocos de ellos calificados de odio; una situación sanitaria que hasta pudiera complicarse con nuevos brotes de enfermedades desconocidas o poco conocidas cuando todavía la Covid-19 hace de las suyas; una guerra que quiere dar de todas formas, aportando sumas multimillonarias en armas en interés de las industrias bélicas, pero que puede llevar al cataclismo nuclear o su extensión a toda Europa y quién sabe hasta dónde más, si da un paso en  falso. Además, desangra presupuestos que debían cubrir necesidades perentorias de los estadounidenses menos favorecidos por la fortuna…

Pocas y parcas

En cuanto a las medidas para Cuba, aun cuando van en positivo, también algunas llevan una no aconsejable ambigüedad y, sobre todo, son parcas en número y contenido cierto —poco más de media docena— ante las 243 que impuso Trump, en particular esa que firmó cuando le faltaban pocos días para salir de la Casa Blanca, consistente en llevar nuevamente a Cuba a la lista de países que supuestamente apoyan el terrorismo y que le cierra las puertas a financiamientos, negocios, inversiones y comercio con terceros países, y que Biden pudiera eliminar por su cuenta y deja ahora para luego.

Que es positivo el que autorice los vuelos comerciales a cualquier parte del territorio cubano y no solo al Aeropuerto Internacional de La Habana… Sí. Como también eliminar el límite a las remesas familiares e incluso que permitan los «donativos» personales a empresarios privados.

Para estos últimos, otros beneficios que, sin duda, vienen bien por la participación de ese sector minoritario de la población cubana en el desarrollo económico del país, aunque no se pierda de vista que en ello asoma la intención de EE. UU. de que la diferencia de ingresos monetarios y estatus de vida que logre con ello sea germen para el cambio de régimen que tanto anhela Washington.

La mayor repercusión de las acciones anunciadas está, o debiera estar, en el restablecimiento del programa de reunificación familiar que habían suspendido desde hace años; el aumento de los servicios consulares y el procesamiento de visas, y las facilidades para que las familias visiten a sus parientes en Cuba e incluso en que «los viajeros estadounidenses autorizados se relacionen con el pueblo cubano, asistan a reuniones y realicen investigaciones».

Pero, lamentablemente, hay trampa en los enunciados. La primera medida, la de las familias y procesos de visado les lleva a aclarar que la mayor parte de las visas migratorias se continuarán procesando en Guyana, y la Embajada en La Habana se apresuró a hacer ese mentís que contradice el supuesto propósito de beneficiar a la familia cubana, pero le obliga a viajar a otro país sin seguridad en que se le otorgará el permiso, pero que le agrega gastos extras de pasajes, alojamiento, chequeos médicos y otros…

Eso es hipocresía. Perdonen el epíteto para ese doblez, que es bien ligero ante el lenguaje hostil contra el Gobierno cubano que rodea todo el documento del Departamento de Estado.

Acabamos de presenciar la falsedad de propiciar los encuentros pueblo a pueblo cuando 23 representantes de la sociedad civil cubana no han podido obtener visa para viajar a Los Ángeles y participar en la Cumbre de los Pueblos paralela a la artificiosa Cumbre de las Américas. Pura demagogia la que aflora cuando las regulaciones se ponen en vigor y se hacen más cortos y lentos los pasitos en la dirección correcta.

A excepción de las licencias especiales para que Cuba realice ciertas compras de alimentos y medicinas, con pagos anticipados contantes y sonantes, no puede ni comprar y mucho menos vender en Estados Unidos y se extiende a otros países cuando se trata de productos que contienen un diez por ciento o más de componentes estadounidenses.

¿Quieren saber de medidas que Biden pudiera poner en práctica cuando realmente quiera?: levantar la prohibición de usar el dólar en las transacciones cubanas con Estados Unidos y con terceros países; no impedir los suministros de combustibles a Cuba; eliminar la lista de entidades cubanas, estatales o no, que están restringidas por el Gobierno de Estados Unidos y muchas de las cuales las vinculan con la industria turística cubana y hasta con los servicios de salud o de la ciencia.

No nos dejemos engañar, estamos casi en las mismas. Una zanahoria-golondrina no hace verano, es decir, no mella mucho el bloqueo, por más que vaya en dirección correcta, si no la dejan volar más alto.

«¡Entonces, chico!», como dice Fernando Hechavarría, ese excelente actor que tanto me gusta. No olvidemos que los cubanos tenemos un propósito claro desde 1959: mantener la verdadera independencia y soberanía lograda y ello atañe a un pueblo unido, sean los «emprendedores» y los que trabajamos de todo corazón por hacer mejor al país y no nos cansamos al exigir a voz en cuello: ¡Abajo el bloqueo! Y esto, para la inmensa mayoría de los cubanos, no es cosa de teque, sino de vida.

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