El gran robo del siglo: despojo a Venezuela de Citgo, la filial de PDVSA en Estados Unidos. Autor: Archivo de JR Publicado: 08/01/2022 | 07:34 pm
La impensada revalidación por Washington del fracasado Juan Guaidó como «presidente interino» de Venezuela no solo demuestra la orfandad de argumentos de la Casa Blanca para sostener su guerra no declarada contra esa nación.
Además, el pronunciamiento, formulado por el Departamento de Estado esta semana, echa por tierra la posibilidad de que el diálogo abierto en México entre el Gobierno y la oposición, ahora en suspenso, conduzca al deseado examen de su brutal política de sanciones, y desconoce olímpicamente la ratificación de la institucionalidad bolivariana que han significado, tanto en el plano nacional como foráneo, los exitosos comicios regionales de noviembre pasado.
Y es que en esa lid fue sonado el triunfo de las fuerzas revolucionarias, antecedido por otras jornadas igualmente relegitimadoras: las elecciones legislativas que renovaron la Asamblea Nacional en 2020 y la posterior elección de un nuevo Consejo Electoral Nacional, como pedían sectores derechistas apegados, no obstante, a la democracia bolivariana.
Acaba de abrir el año 2022 y, a pesar de los pasos de Caracas en busca de la convivencia y la paz, no hay algo nuevo bajo el sol en la política de Estados Unidos.
La administración Biden, de la que se ha estado esperando un cambio hacia más racionalidad en su política para ese país, se mantuvo sin pasos claros durante sus primeros meses en la presidencia y, al iniciar enero, acaba de dar el peor: ha vuelto a lanzar una carta perdedora.
Para tamaña muestra de empantanamiento político, el Departamento de Estado bien pudo quedarse callado. Pero, según el falso cronograma tejido en torno a la presidencia interina mediante el llamado Estatuto que Rige la Transición Hacia la Democracia, el falaz mandato de Guaidó concluyó en diciembre, y dicho estatuto debía ser reformado.
Por esa razón, la fenecida Asamblea Nacional de mayoría opositora electa en 2015, declarada casi enseguida en desacato y cuya vigencia venció en 2020, debió limar asperezas para, en un seguramente muy trabajoso «acuerdo», proclamar que seguía reconociendo a Guaidó como titular de un enclave legislativo inexistente y «presidente interino».
Falsedad sobre falsedad halló pie el Departamento de Estado para su comunicado. La jugarreta del interinato, iniciada por Donald Trump hace ya cuatro largos e infructuosos años fracasó, sin embargo, hace meses en el propósito de secuestrar el poder que radica en Miraflores.
Y ha pretendido hacerlo con el respaldo apenas de las 50 naciones que, en su momento, aceptaron la autoproclamación de Guaidó —pues ahora suman menos—, y sin seguidores entre la ciudadanía. Al menos no los ha tenido para «tumbar» al Gobierno de Nicolás Maduro´.
Además, el mandatario-títere es «un líder» totalmente en solitario. Más bien, su figura catalizó el cisma que ha convertido en fragmentos al abanico derechista e, incluso, a los partidos que la integran.
El punto focal de las divergencias no ha estado únicamente en la apuesta que amplios sectores de esa derecha golpista hicieron, finalmente, por la política, al decidir su participación en las elecciones legislativas mientras Guaidó, virtualmente solo, se quedaba por fuera. Además, los divide y enfrenta el dinero que alevosamente Washington incauta al erario del Estado venezolano, y con tal de hacer daño, lo pone en manos del mandatario de mentiritas.
El propio Guaidó lo reconoció en un pronunciamiento dirigido a sus correligionarios: «Es el momento para la reunificación de todos los factores que queremos un cambio en torno a la lucha por condiciones para elecciones libres y justas. Venezuela debe estar por encima de cualquier interés individual», exhortó. Sin tener otra cosa que hacer, Washington vuelve a usar la desgastada figura de Guaidó para conformar un solo cuerpo opositor.
Desfalco descarado
Tales son los antecedentes del comunicado de la Cancillería que el propio miércoles pasado rechazó la postura de Washington, y denunció que de ese modo se pretende legitimar un «grupo criminal transnacional», tristemente célebre por su papel en el robo y despilfarro de los recursos de la nación.
Jorge Rodríguez, ratificado titular del actual Parlamento ese mismo día, en la fecha que marca la Constitución, brindó detalles que revelan la magnitud del desfalco a que es sometido el Estado venezolano por parte de EE. UU. con el presunto fin de liquidar al Gobierno, y usando para ello al supuesto Presidente interino.
Durante una alocución en la que pidió a la Comisión Especial de Investigación de Acciones Perpetradas contra la República hacer constar los delitos cometidos por Juan Guaidó y su cohorte, Rodríguez, dio cuenta de la repartición entre ellos, apenas el pasado 3 de junio, de 3 100 millones de dólares procedentes de los fondos venezolanos congelados por Estados Unidos en bancos extranjeros, en virtud de sus sanciones.
Según datos públicos obtenidos de la cuenta en Twitter de un periodista opositor, durante el lapso 2020-21, la cohorte de Guaidó se apropió de ese modo de 382 millones de dólares pertenecientes al erario público, sin contar otros dineros recibidos después ni el obtenido de la desvergonzada incautación en virtud de las sanciones de Washington a las empresas venezolanas en el extranjero Monómeros, con sede en Colombia, y la poderosa Citgo, filial de Pdvsa asentada en Estados Unidos.
La reseña de VTV añade otros 841 millones de dólares que, dijo Jorge Rodríguez, les fueron entregados por concepto de presunta ayuda humanitaria por los gobiernos de España y Colombia... Una ayuda, apuntó el titular del legislativo, que no ha sido recibida por ningún venezolano. Ahora, Washington acaba de dar el visto bueno para seguir robando de ese modo el dinero del pueblo venezolano.