WASHINGTON, octubre 27.— La histeria colectiva pudiera ser una de las causas de las enfermedades no probadas que padecen diplomáticos de Estados Unidos, según refleja una amplia valoración del diario The New York Times reseñada por PL.
¿Es el «síndrome de La Habana» un «acto de guerra» o una «histeria colectiva»?, es el sugerente título del informe publicado en la versión digital del diario neoyorquino que aborda la historia, o ciencia ficción, de cómo a finales de 2016 y principios de 2017, 21 diplomáticos estadounidenses destinados en Cuba empezaron a informar de síntomas neurológicos graves.
Esa narrativa sirvió al presidente Donald Trump para expulsar a 15 diplomáticos cubanos de Washington y arreciar las políticas de bloqueo a la isla, las cuales se mantienen, pese a las evidencias científicas que muestran los «ataques» solo están en la mente de los afectados.
En la actualidad más de 200 diplomáticos y personal estadounidense en el exterior ubicados en diferentes capitales del mundo informan ser víctimas; sin embargo, la causa sigue rodeada de misterio, especulaciones y dudas, algo que puede parecer como «sacado de una película de James Bond», sugiere el periódico.
En 2018, la prestigiosa revista Journal of the American Medical Association (JAMA) publicó un estudio sobre los 21 diplomáticos, dirigido por Douglas H. Smith, director del Centro para la Lesión y Reparación Cerebral de la Universidad de Pensilvania, que fue rechazado por varios científicos al vincular la acción con una conmoción cerebral.
El New York Times desgrana una tras otras, teorías que se vertieron sobre el tema. «No conozco ningún efecto acústico que pueda causar síntomas de conmoción cerebral», dijo al rotativo el Doctor Jürgen Altmann, físico y experto en acústica.
En diciembre de 2020, la Academia Nacional de Ciencias ofreció una explicación alternativa que atribuía la enfermedad no al sonido sino a la luz, en forma de microondas.
A principios de la década de 1960, Allan H. Frey, un neurocientífico, documentó que las microondas podían engañar al cerebro para que «escuchara» sonidos que en realidad no existen, un descubrimiento que llevó a una especie de carrera armamentística entre la Unión Soviética y Estados Unidos para crear armas de microondas.
Pese a todos los argumentos justificativos o en contra, el propio Departamento de Estado subrayó, sin embargo, que «cada posible causa sigue siendo especulativa». No se han encontrado pruebas de tal arma, y Cuba y Rusia niegan estar detrás de tales incidentes.
Muchos científicos argumentan que la teoría del arma de microondas es inverosímil. «La idea de que alguien pueda proyectar enormes cantidades de energía de microondas sobre la gente y que no sea obvio desafía la credibilidad», dijo a The New York Times Kenneth Foster, profesor emérito de bioingeniería de la Universidad de Pensilvania.
El estudioso de la teoría de Frey dijo burlonamente que «también se podría decir que los hombrecillos verdes de Marte lanzan dardos de energía».
Cheryl Royfer, antigua química del Laboratorio Nacional de Los Álamos, opinó que «ningún defensor de la idea ha esbozado cómo funcionaría realmente el arma. No se ha ofrecido ninguna prueba de que tal arma haya sido desarrollada por ninguna nación».
Cuando Robert Baloh, profesor emérito de Neurología en la Universidad de California, Los Ángeles, recibió el manuscrito de JAMA para su revisión, recomendó su rechazo y describió sus afirmaciones como «más parecidas a la ciencia ficción que a la ciencia».
Las enfermedades psicógenas masivas, que antes se llamaban histeria de masas, ahora también se denominan enfermedades funcionales porque ponen en entredicho la dicotomía médica convencional entre el cerebro y la mente, señaló en su análisis el diario.
Por otra parte, cita el periódico, hay funcionarios como el senador Marco Rubio de Florida, quien acusó a los escépticos de la teoría de los ataques con microondas de ser «agentes de influencia» pagados por potencias extranjeras, que buscan retaliaciones como fue el caso contra Irak y sus «imaginarias armas nucleares».
Pero, como dicen miembros de la Academia de Ciencias de Cuba, el «síndrome misterioso» es parte de la narrativa que Washington utilizó como justificación para suspender los servicios consulares en la isla caribeña y retirar gran parte de sus trabajadores en La Habana durante el gobierno de Trump, afirma PL.