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Crecimiento, crisis y desaceleración

La creciente tensión generada por Estados Unidos contra Irán y todo el Medio Oriente a inicios de 2020, que en solo horas disparó el precio del petróleo por encima de 70 dólares el barril, podría empujar a la economía al barranco de la recesión

Autor:

José Ángel Pérez García

En 2019, el siglo XXI ha completado dos decenios y en ese período, la economía mundial ha retrocedido del crecimiento que la caracterizó antes de la crisis de 2009 a la desaceleración que se ha instalado desde 2011 y se ha profundizado en 2019.

En el período de 2000 a 2007 la economía mundial avanzó con tendencia al alza, registrando las mejores tasas de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) entre 2004 y 2007, todas por encima del cinco por ciento anual, en tanto el comercio mundial crecía a tasas anuales de seis por ciento, anotaba la Organización Mundial del Comercio (OMC). Sin embargo, en 2008 la economía se desaceleró, o sea, perdió el dinamismo y creció menos como preludio de la grave crisis económica global que en 2009 se expresó en cero (0) crecimiento global, según datos del Fondo Monetario Internacional.

La economía de América Latina y el Caribe siempre ha estado acoplada a la economía mundial y, de hecho, depende mucho de ella. Eso se constata en que en ese lapso de tiempo las tasas de crecimiento del PIB fueron altas con los mejores registros también entre 2004 y 2007, todos por encima del cinco por ciento anual, revelaba la Cepal. 

Bonanza con pies de barro

Nuestra región aprovechó la oportunidad que significaba la alta demanda en los principales destinos de sus exportaciones, en particular de China; los altos precios de sus principales exportaciones en el mercado mundial (energía, minerales, metales y alimentos); la significativa mejora de los términos de intercambio y el acceso al financiamiento externo para crecer, exportar más bienes primarios y mejorar la liquidez, pero no fue proactiva en el entendido de que no emprendió cambios estructurales en su matriz económico-productiva y exportadora, que siguió siendo extractivista1 y, por tanto, no pudo dotar de sostenibilidad endógena la buena racha.

Si lo queremos ver con ojos nobles, el período 2000-2008 pudiera identificarse casi como una década ganada en comparación con las últimas dos del siglo XX, pero en esencia la oportunidad del superciclo de los precios de las materias primas no se aprovechó para empezar a resolver siquiera una de las principales debilidades de la economía latinoamericana y caribeña que es el extractivismo, ni tampoco la amenaza que significa depender de variables externas que escapan a su control, como el crecimiento de la economía mundial, la demanda externa y los precios de sus exportaciones. 

Por eso, para Latinoamérica la bonanza tenía pies de barro y acabó estrepitosamente en 2009 con una caída del PIB de -2,0 por ciento, señalaba Cepal.

El segundo decenio empezó engañoso

En 2010 la economía mundial creció 5,4 por ciento y parecía recuperarse rápidamente de la caída registrada en 2009, pero la apariencia no siempre coincide con la esencia; de hecho, casi nunca coincide.

¿Qué pasó a partir de 2011? La economía global entró en un largo período de desaceleración que dejó claro que en 2010 no se recuperó verdaderamente, sino que se aceleró gracias a los enormes volúmenes de dinero que los Gobiernos de los países capitalistas altamente desarrollados dedicaron a salvar la banca de una quiebra generalizada (salvataje financiero), cuya mayor parte —o quizá todo— fue a parar a los canales bursátiles especulativos2 y hacia adelante dependió de lo que rindiera la especulación. Si no fue peor se debió al alto crecimiento de la economía de China y la expansión de la demanda externa de ese mercado, que actuó como «locomotora» de la economía mundial.

Desde 2012 hasta el recién concluido 2019, la economía global describe un comportamiento complicado que semeja una «meseta baja» con tasas de crecimiento del orden del tres por ciento, acompañado por un alto índice de desempleo estimado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 190 millones de trabajadores parados (59 millones son jóvenes) y una depresión del comercio mundial que en 2019 apenas creció 1,2 por ciento (según la OMC).

En 2019 el FMI ha declarado que la desaceleración económica global es ya sincrónica y que abarca al 90 por ciento de los países y territorios.

¿2020 tragedia a la vista?

Simplemente en ese período, Latinoamérica y el Caribe en su conjunto retrocedieron, no solo se profundizó la desaceleración desde 2012, sino que cayó por debajo de cero en 2015 (-0,2 por ciento) y en 2016 (-1,0 por ciento) para crecer solo 1,0 por ciento en 2017 y 2018 y caer de nuevo hasta 0,1 por ciento en 2019, según datos de la Cepal.

La deuda externa de la región, acumulada al cierre de 2019, es de dos millones de millones de dólares, la inversión extranjera directa cayó entre uno y dos por ciento, las exportaciones al mercado mundial disminuyeron dos por ciento, y a nivel intralatinoamericano cayeron casi nueve por ciento. El desempleo se abate sobre algo más de 22 millones de personas (8,2 por ciento de la población en edad laboral) y la informalidad representa más de la mitad de los nuevos empleos.

De acuerdo con los pronósticos de la Cepal, para 2020 la expectativa de crecimiento económico para Latinoamérica y el Caribe es de 1,4 por ciento, pero en un entorno tan volátil como el actual, mucho se apela a revisar a la baja las aspiraciones de crecimiento y 2020 no será la excepción.

La creciente tensión generada por Estados Unidos contra Irán y todo el Medio Oriente a inicios de 2020, que en solo horas disparó el precio del petróleo por encima de 70 dólares el barril, podría empujar a la economía al barranco de la recesión.

Los dos o tres aspectos que están en positivo en 2019; reservas financieras internacionales elevadas, inflación baja y acceso al financiamiento, dejan poco espacio para hacer políticas contracíclicas, o sea, estimular el crecimiento económico en un contexto externo de crisis.

La pobreza creciente y la desigualdad social no permiten ahora apuntalar el consumo y el mercado interno como «motores» del crecimiento económico aunque ha habido excepciones, por ejemplo el modelo económico del presidente Evo Morales que entre 2006 y 2019 alcanzó una tasa de crecimiento económico de cinco por ciento promedio anual aun en condiciones externas muy complicadas y redujo la desigualdad social de 0,61 a 0,43 según el Índice de Gini3. Pero, Evo Morales fue víctima a finales de 2019 de un golpe de Estado.

 

Notas

1 Economía articulada a la extracción de la naturaleza de bienes materiales que se exportan con muy bajo —o nulo— valor agregado por la baja calificación de la fuerza de trabajo y la dependencia de esas economías en la cola de las cadenas globales de valor capitalistas.

 

2 Red de las bolsas de valores en el mundo, muchas de las cuales capitalizan mejor que la economía real productiva.

 

3 Según el Índice de Gini que mide la desigualdad social los valores que más se acerquen a cero (0) expresan menos desigualdad y los valores que más se acerquen a cien expresan desigualdad más profunda.

 

Bibliografía

  • CEPAL. Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe y Panorama Social. Santiago de Chile, 2019.
  • FMI. World Economic Outlook. Washington D.C. Abril y octubre, 2019.

 

 

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