El Doctor Eusebio Leal Spengler salió a recibir en plena Plaza de Armas al canciller Josep Borrell Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 17/10/2019 | 04:42 pm
A mitad de mañana, el Doctor Eusebio Leal Spengler salió a recibir en plena Plaza de Armas al canciller Josep Borrell. «¡Eusebio, dejo el teléfono para saludarte!», le dijo informalmente el visitante antes de abrazar con brazos de España a su anfitrión, que es como abrazar a La Habana.
Pasaron al Palacio del Segundo Cabo, vencieron las escaleras entre los «disparos» inclementes de los fotorreporteros apostados a ambos lados del pasillo y, en uno de los balcones, el historiador de la ciudad comenzó a hacer lo que más sabe: pintar, para el invitado, delicados trazos de la amada urbe con su Oratoria Maravilla.
Borrell correspondió al detalle con otro singular. Apenas desde la hendija del ventanal, el cronista vio y escuchó el ofrecimiento del visitante: «Vamos a enviar un mensaje al rey». Eusebio asintió, modesto, y a seguidas de poner al tanto del momento a Felipe VI al otro lado del Atlántico, los dos hombres se reunieron en privado.
Cualquier espera parece demasiado larga para la premura del reportero y las ansias del cronista, pero luego los detalles premian. Salieron, y todo fue pescar en red apurada pinceladas de un reencuentro de amigos: que si, en la sala El Libro, Leal le contaba que El Quijote… fue la primera obra impresa por nuestra Imprenta Nacional, entonces dirigida por Alejo Carpentier; o si el español interrumpió brevemente un evento teórico para saludar a los delegados y decirles que ellos eran «la semilla que ha plantado mi admirado Eusebio en esta tierra fértil…».
Todo fue apreciar a paso doble cómo el historiador develaba al diplomático detalles de los cuadros en la sala de Artes Plásticas y le explicaba, a la vista de canoas y barcos, los comienzos del vínculo transoceánico que nos marca; todo fue mirarlos entrar al túnel del tiempo del Palacio y aprender de su diálogo pasajes de la honda Historia cubana, contenida también en un museo interactivo.
Juntos caminaron rumbo al cercano Museo de la Ciudad, en el antiguo Palacio de los Capitanes Generales, en cuyo patio, a la vera de la estatua de Colón, estaban apostadas grandes embajadoras de Cuba y La Habana: las jóvenes de la Camerata Romeu, quienes regalaron a ambas figuras un breve programa que el español resumió en una oración: «¡Mil veces bravo!».
Salieron del Museo de la Ciudad a la intensa claridad de la calle y Josep Borrell siguió llenando su teléfono de retratos de La Habana: entonces se le vio enfocar a la imponente fachada del Colegio Universitario San Gerónimo, simiente pródiga de la historia académica cubana.
Ahí fue cuando, en plena calle, canciller e historiador se volvieron a abrazar, compartieron una frase solo escuchada por ellos y las piedras de La Habana y se dijeron adiós. Viéndolos partir a un rumbo y otro, el cronista volvió a los detalles del mensaje al rey Felipe VI compartidos por Borrell: «Señor, aquí en La Habana se os espera con mucho cariño. Eusebio Leal está acabando de acicalar a la bella Habana para recibiros».
En ese instante ya Eusebio Leal andaba, de nuevo, La Habana. Para recibir a un rey o atender a un solo amigo, el historiador de la ciudad acicala a diario, con todos los cubanos, su corazón.
Fotos: Abel Rojas Barallobre