Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Nuestro surco en Venezuela

Más que la simple asesoría en acciones puntuales, los 21 integrantes de la misión agroalimentaria cubana multiplican en tierra amiga la semilla de la solidaridad

Autor:

Enrique Milanés León

CARACAS.— No era la Isla amada, pero la situación se le parecía. En un momento del recorrido terminamos de pura chiripa en casa de la estomatóloga Lisandra Martínez y de la enfermera Blanca Echevarría. Resulta que las dos colaboradoras viven frente al espacio productivo atendido por asesores cubanos en la Unidad Educativa Nacional Gran Colombia, de la parroquia Santa Rosalía, así que varios acabamos tomándoles el café: el jefe de la Oficina de Atención a Misiones (OAM), los compañeros de la misión agroalimentaria, obreros y técnicos venezolanos, una jovencita ingeniera agrónoma, cuatro periodistas y… ¡una directora de escuela!

Fue, por supuesto, el café más largo del mundo, pero en ambiente casero y relajado a las anfitrionas se les veía en los ojos la alegría de la sorpresa. «Ellas me atienden a los alumnos; son mi mano derecha», las elogió la profesora Moraima Padilla, directora de Gran Colombia, plantel aledaño que forma a 5 000 estudiantes desde los grados más tiernos hasta el nivel de bachilleres.

¿Qué tiene que ver eso con la misión agroalimentaria cubana en Venezuela? Moraima lo explicó: «Estamos empeñados en combinar el conocimiento y la alimentación sana, sin químicos. Es hora de que el niño lo conozca desde la escuela y de que esta generación lo rescate. Después de recibir el conocimiento, los estudiantes vienen a la siembra, y en esa transformación pedagógica agradecemos los saberes que nos aportan los cubanos».

En aquel trozo de tierra, la responsable venezolana Migdalia Arias no cesa de hablar de «mis cubanos». Es tal el cariño que siente por los asesores Alberto Diéguez y Roberto Castellanos que los ve como su propiedad en el afecto. Juntos alistaron el cuarto de hectárea que ya tiene una veintena de plantas distintas destinadas, entre otros fines, a las enormes cazuelas escolares; juntos, comparten el reconocimiento y los nuevos retos.  

Francisco Suárez, técnico de campo de la Fundación de Capacitación e Innovación para Apoyar la Revolución Agraria (Ciara), coincide con Moraima no solo en el amor por la tierra: ambos sueñan con ir a Cuba, el país que, casi de manera silvestre, pare seres humanos como Alberto y Roberto.

Espiga Bolivariana

En el centro de formación y producción de bioinsumos Arístides Rojas se han preparado, de octubre a la fecha, 10 000 litros de bioestimuladores, mejoradores de suelos y controladores naturales de plagas. Allí no solo elaboran, bajo pupila cubana, estos renglones que descomponen la materia orgánica, compiten con microrganismos dañinos, reciclan nutrientes, fijan el nitrógeno al suelo y degradan sustancias tóxicas, sino que además capacitan a integrantes de la Misión Jóvenes de la Patria Robert Serra.

La pequeña fábrica es atendida por seis trabajadores, pero cuenta con el apoyo de los brigadistas de la Robert Serra, muchachos que en su mayoría provienen de barrios humildes y que quieren vivir en sus historias personales los cambios de bien que Hugo Chávez concibió para todo el país.

Brigadistas de las parroquias El Valle, San Juan, San Agustín y La Pastora rescataron de alta maleza el organopónico Simón Bolívar, todo un símbolo de esta modalidad agrícola y de la amistad con Cuba porque en 2004 abrió la senda cuando Chávez y el querido especialista cubano, ya fallecido, Adolfo Rodríguez Nodals, lo inauguraron.

En perenne pelea por conseguir agua y sustrato para las plantas, los dos asesores cubanos y los 37 brigadistas se proponen colocar el organopónico a la altura de lo que simboliza. Por esta vía, los jóvenes no solo ocupan su tiempo y crean habilidades, sino que consiguen ingresos y caminos de superación que pueden, incluso, pasar por su entrada a las universidades.

Una muchacha, hija de ama de casa y de obrero, comentó a Julio César García Rodríguez, jefe de la OAM, su deseo de hacerse odontóloga. Y, ciertamente, la Revolución Bolivariana, en alianza con Cuba, tiene respuestas para satisfacer tal vocación de sus espigas.

De momento, el Plan de formación al Ministerio del Poder Popular para la Agricultura Urbana, por parte de los asesores cubanos, contempla en este 2019 la atención a estos jóvenes fértiles, para el conocimiento, como el surco más generoso. Cercana a ellos, como una madre, la ingeniera agrónoma holguinera Maritza Bajuelo les enseña, «del pi al pa», los secretos de la tierra.

Siembra de pueblos

En un sector más alto de Caracas, de la muy mencionada parroquia de Catia, residen estos asesores cubanos que muestran, en áreas de cultivo protegido, en bancos de plántulas y en simples canteros, las ventajas de conjugar ciencia y naturaleza para el sustento humano.

Nuestros colaboradores preparan allí no solo a brigadistas de la Robert Serra, sino también a muchachos del movimiento Chamba Juvenil, a productores locales, a técnicos y hasta a niños de la escuela vecina. Es una hendija para asomarse al universo de colaboración de la misión agroalimentaria: si en Caracas solo cuatro asesores enseñan y demuestran sus conocimientos en 31 espacios productivos, en toda Venezuela son 21 los cubanos de surco en pecho que, desde 217 escenarios de siembra y cosecha, dan herramientas gratuitas para obtener alimento sano en las comunidades.

Cuando se abona de bien, la tierra pare mucho más que frutos comunes. El periodista reparó en la idea a inicios de esa mañana, antes de entrar al organopónico Simón Bolívar, donde flanquea a la entrada un hermoso mural cerámico en el que se entretejen las banderas de Cuba y Venezuela bajo la mirada serena de El Libertador, el mayor sembrador de pueblos que se haya conocido.

Los jóvenes encuentran aquí caminos de trabajo y valores. Fotos: Enrique Milanés León

Los asesores explican al jefe de la OAM detalles de la producción.

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