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Emociones en la catedral de la solidaridad

Inmersos en una multitud hermanada por las mejores causas, y por el recuerdo de gigantes como Fidel, Chávez y Mandela, los presidentes Díaz-Canel Bermúdez y Nicolás Maduro se encontraron en la iglesia Riverside de Nueva York

Autores:

Alina Perera Robbio
René Tamayo León
Leticia Martínez Hernández

NUEVA YORK.— La noche de este miércoles en la Iglesia Riverside fue mágica. Su recinto hecho de encajes góticos, al filo de las nueve de la noche, estaba repleto de feligreses, de amigos de la Revolución cubana, de reporteros ávidos. Se esperaba la presencia del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.

Cuando el mandatario hizo su entrada, la iglesia se convirtió en gigantesca caja de resonancia: «Cuba sí, bloqueo no», aclamaron todos, incluido el Jefe de Estado de la Isla, en quien era fácil notar la alegría por estar allí, rodeado de gente que ha hecho mucho por la cercanía entre nuestro pueblo y el estadounidense; que ha dado y da batalla contra el bloqueo.

En medio de los aplausos y las emociones, anunciaron desde el podio la presencia de amigos firmes como Gloria Estela La Riva, del Partido Socialismo y Liberación, de Estados Unidos, incansable luchadora contra el cerco imperial y quien fuera coordinadora, en el país norteño, del Comité Nacional por la Liberación de Los Cinco. Mencionaron, además, la presencia en el lugar de miembros de la Brigada de Solidaridad Venceremos.

El Presidente cubano propuso hacerse una fotografía junto a los jóvenes estadounidenses graduados en Cuba de la ELAM. Ellos son el fruto de una solidaria idea, hace 18 años, del Comandante en Jefe Fidel. Foto: Estudios Revolución

Cuando el nombre de Fidel fue pronunciado desde el podio, cuando allí se recordó que el líder histórico de la Revolución cubana estuvo en esa iglesia, se hizo una ovación cerrada.

También hubo muchos aplausos para homenajear al reverendo Lucius Walker, líder de la organización Pastores por la Paz, enérgico batallador contra el bloqueo y fiel amigo del Comandante en Jefe y del pueblo cubano.

En ceremonia impactante, acompañada de tambores, una joven mestiza evocó los huesos de los ancestros que cayeron al océano Atlántico, en una de las travesías más crueles conocidas por la humanidad, esa que arrancó de África a tantos de sus hijos para llevarlos, como esclavos, a otras latitudes.

Desde ese ritual sonoro también se pidió protección para Díaz-Canel mientras acomete su importante responsabilidad, y se le deseó todo tipo de éxitos en su visita a Naciones Unidas. «¡Aché!», repetía la feligresía tras cada pedido.

En algún momento, el Presidente cubano se dispuso a tocar, a la par de la joven mestiza, el tambor. La alegría y el espíritu de celebración eran contagiosos en todo el recinto.

Se dejaron sentir los estremecedores y sentimentales cantos de quienes descienden de los sufridos negros de Norteamérica. Eran las mismas voces de quienes, mientras trabajaban duro y eran tratados como animales en plantaciones de algodón u otros fragores, cantaban para no llorar, para no morir.    

Otra vez se mencionó a Fidel, quien 18 años atrás, desde el mismo santuario, anunció el programa de becas universitarias en Cuba para estudiantes estadounidenses. Gracias a esa idea ya son cerca de 200 los que se han graduado de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) de La Habana.

El Comandante en Jefe solo había pedido como condición que, una vez siendo profesionales, los graduados dieran lo mejor de sí en los humildes lugares a los que pertenecían. Dos de ellos subieron al podio, en la histórica noche de este miércoles, para dar sus testimonios de gratitud.

Volvió a trepidar la iglesia cuando, avanzada la noche, llegó el presidente Bolivariano Nicolás Maduro a Riverside; allí donde, a las 9:26 p.m., subió al podio para pronunciar breves pero hermosas palabras.

Hermanos de luchas y victorias: Díaz-Canel y Nicolás Maduro, juntos en la Iglesia Riverside de Nueva York. Foto: Estudios Revolución

Habló entonces de hermandad y extendió un saludo desde el «corazón del pueblo noble de Venezuela».

Maduro confesó que tenía muchos deseos de llegar al país norteño para expresar verdades, y para visitar un lugar tan especial como la iglesia Riverside de Nueva York.

Él quería estar para compartir con el hermano presidente de Cuba: «Hemos sido, dijo, víctimas de una gran agresión imperialista»; y seguidamente declaró con su acostumbrado aplomo: «la Revolución Bolivariana de Venezuela está de pie, está viva y está victoriosa».

Casi a las 10 menos 20 de la noche de este miércoles, Díaz-Canel ascendió al podio. Hoy en Naciones Unidas dos pueblos hermanos levantaron sus voces, afirmó en clara alusión a nuestra Isla y la nación bolivariana.

Y entonces, sabiendo que estaba en un lugar muy especial, de trascendentales encuentros, comentó que milagros como la confluencia de hermanos solo pueden darse en lugares como la iglesia de Riverside, «catedral de fe y de solidaridad».

Fue bello escuchar a Díaz-Canel decir que «aquí todos somos hermanas y hermanos», porque nos recordó que el alma humana no conoce de estamentos ni de exclusiones.

Emocionó su evocación de los hospitalarios amigos de Harlem, que dieron calurosa acogida a Fidel en 1960, cuando otros pretendían aislarlo. El Comandante en Jefe, recordó el mandatario, anunció en aquellas horas de combate: «me voy a Harlem porque allí están mis mejores amigos».

El ejemplo de luchadores como Fidel, Chávez o Mandela, fue recordado con énfasis en el recinto. La música, el arte colorido, el calor humano en el acogedor santuario, sugirieron esa noche, que para los verdaderos revolucionarios las campanas siempre doblarán por quien más lo necesite.

Díaz Canel visita a la iglesia Riverside. Foto: Estudios Revolución.

Desde temprano, se armó una larga cola en las puertas de la iglesia Riverside para participar en el encuentro de solidaridad con Cuba. Foto: Estudios Revolución

Díaz-Canel en la iglesia Riverside recibe a un cuadro de Fidel con ambos nombres escritos en él. Foto: Estudios Revolución

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