Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cartillas cubanas en aulas de Venezuela

Bajo el principio del Yo sí puedo… ayudar, nuestros colaboradores del Mined celebran junto a sus hermanos venezolanos los 15 años de la Misión Robinson

Autor:

Enrique Milanés León

CARACAS.— Nancy María Arna comienza fuerte: «Mi historia es una odisea», cuenta a los periodistas cubanos, interesados en escuchar la trayectoria de esta doctora integral comunitaria venezolana. Lo curioso es que no hablábamos de colaboración médica, sino de crecimiento educativo, porque gracias a la Misión Robinson, la camarera Nancy María inició su camino al título universitario.

«Empecé en el mismo 2003. Al principio no quería, por los comentarios de que eso no iba a prosperar. Vi a Chávez en la televisión hablando de unas misiones para quienes no pudieron terminar sus estudios; al final, dijo: “Es contigo, María”. Luego entendí que invitaba a todas las Marías, a todas mujeres del país y de todos los países».

La actual Doctora se tomó en serio el llamado y, de misión en misión, lo coronó con el título: «Me han llamado personas y me han dicho que gracias a mi testimonio estudian o se han hecho enfermeras, maestros, abogados…».

Ella expresa el milagro de la Revolución: «Es nuestra fe en Chávez. La mayoría de los venezolanos quisiéramos que él viera lo que logró y el esfuerzo que ponemos. Chávez nos dio mucho amor; quería que el pueblo se preparara y viviera mejor; no con lujos, sino con preparación para hacer las cosas bien y enseñar a los demás».

La doctora Arna, quien afirma que además de defender al paciente hay que defender lo más grande: la libertad y la dignidad, estimula a sus compatriotas a estudiar. «Les pongo mi propio ejemplo, que tengo 54 años. Deben seguir preparándose; Maduro solo no puede hacerlo todo».

Cuba y Venezuela, condiscípulos de amor

La Misión Robinson 1, que este 1ro. de julio cumple 15 años, es un programa social que, con el método cubano Yo, sí puedo, ha alfabetizado a 1 815 839 venezolanos. Solo esta iniciativa podía conseguir que el 28 de octubre de 2005 la Unesco declarara a la patria de Chávez Territorio Libre de Analfabetismo. Nacida más adelante, la Robinson 2, que forma en enseñanza primaria, ha alumbrado aquí a 1 270 987 patriotas. En el camino, la misión incluyó saberes productivos certificados por el Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista.

Liliam Oropeza Sanguino, presidenta de la Robinson, explica que en el beneficio de esas más de tres millones de personas están «el impulso y la voluntad política del Comandante Supremo Hugo Chávez, de la mano del Comandante eterno Fidel Castro».

Alguien pudiera creer que, con la alfabetización avalada, hay poco por hacer, pero la Presidenta explica justo lo contrario: «Tenemos el reto de que el pueblo sujeto de transformación se incorpore a la producción para contribuir a la política económica del presidente Nicolás Maduro».

La Presidenta agrega que «Cuba ha sido acompañante plena en el ámbito de la formación. Con su experiencia, por el bloqueo de más de 60 años, nos inspira fortaleza. El aporte fundamental de los cubanos es su ejemplo de resistencia, su desarrollo científico y el envío de sus mejores hombres y mujeres. Esa postura de asesorarnos en cualquier condición se mantiene desde Fidel y Raúl hasta Díaz-Canel».

Los educadores cubanos respaldan a sus líderes: en estos 15 años, 3 753 profesionales de nuestra enseñanza han trabajado en la Robinson. Hoy lo hacen 26 asesores junto a 11 310 facilitadores y a 3 785 supervisores venezolanos que forman a casi 88 000 patriotas.

Cerca de Liliam está Ascensión Sanguino, que no es solo su mamá, sino una activa facilitadora: «Este Gobierno nos dio alas, nos abrió corazones. Comencé el bachillerato, en la Ribas, y luego me hice universitaria en la Sucre. Todavía doy clases en la Robinson, empecé en casa con 23 alumnos, incluido mi esposo; él falleció y yo seguí mi trabajo», cuenta la anciana de 79 años.

Mujeres y libertad

Este capítulo tiene muchas páginas de mujeres. Ellas, el 54 por ciento del personal que ejecuta las tareas a todos los niveles, narran y conmueven. Maribel Cedillo, supervisora y facilitadora (profesora) en la parroquia La Vega, sostiene que sacar a alguien de la oscuridad llena mucho como persona: «Emociona ver a alguien de 80 años alfabetizarse a pesar de que entró a los ambientes de formación (aulas) con dudas de lograrlo», refiere.

«Nos metimos barrio adentro —cuenta Maribel—, a buscar abuelitos que no sabían leer ni escribir, pero que sentían pena de presentarse. A solo ocho días del inicio de la misión les estábamos tocando a la puerta».

Maribel misma pensaba que la Robinson sería un boom pasajero, pero 15 años después la ve vigorosa y útil: «Alfabetizamos —relata— a vecinos de 50 y 60 años que ahora son líderes que impulsan otras acciones en las parroquias. ¿Habrá satisfacción más grande?».

A su lado, una mujer responde a ese retrato: la facilitadora Ana Mercedes Barroso fue antes patriota (alumna) y vencedora (graduada) hasta ganar el bachillerato. «Nunca tuvimos una misión así. Cuando niña no pude estudiar porque mi mamá era comunista y eso se tomaba como lo peor: los niños, alentados por sus padres, me asediaban. Cuando abrió la Robinson fui a inscribir a una nieta y me preguntaron si yo no iba a estudiar. Comencé».

Ana Mercedes dice ser una «lorita» y habla sin parar: «Les digo a mis patriotas lo que no tuve y los llamo a avanzar. El país depende de nosotros; si no discutimos de política quedaremos como antes: unos ignorantes».

La ignorancia es la fobia de la facilitadora Sumilba Díaz. «Yo debía tener un título y no lo tengo», confiesa. Tenía apenas tercer grado, pero ha subido la colina de saberes y ya está en la Misión Ribas. Crecida sin padre, vivió con su pareja, que le impedía estudiar, y tuvo que liberarse. Ahora, con dos hijos, trabaja y estudia.

«Me inscribí. Hubo quien me habló de pena, pero lo que me  daría pena sería que mis hijos me preguntaran de sus clases y yo no supiera explicarles. Estudio para ellos», asegura.

Sumilba tiene una meta: «Quiero ser abogada o maestra. Seguiré. Esto es tan lindo que no podemos echar todo hacia atrás por una guerra económica que no creó nuestro Gobierno. Ahora es cuando menos dejo mis estudios y cuando más apoyo a mi Presidente, que es el que me apoya a mí. Una mujer sin estudio no es libre, y yo quiero decirle a mis hijos que soy una mujer libre».

Liliam Oropeza dialoga con patriotas de la Misión Robinson.

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