La información la reiteró The Hill: solo diez diplomáticos permanecen en la Embajada de Estados Unidos en La Habana, e insisten en su mentirosa justificación para esa reducción del personal y de las relaciones cuando dicen «luego de una serie de misteriosos “ataques” sónicos».
La publicación se remite a una nueva lista del Departamento de Estado que muestra a los diez funcionarios, incluido uno solo consular, y toma como fuente un reporte sabatino del Miami Herald. Alude a que ese es todo el personal que procesa visas de inmigrantes y las solicitudes de viajes para ciudadanos cubanos.
La intención, se hace evidente, es volver a poner en titulares los supuestos «ataques a la salud», la cantidad de los nunca identificados afectados y los daños reportados por médicos tan desconocidos como sus pacientes.
Como para guardar el equilibrio, el Herald acotó que «el Departamento de Estado mantiene que no tiene “respuestas definitivas” sobre la causa de los síntomas».
Este «recordatorio» nos trae otro. Este lunes 9 de abril fue el Día 1 de John Bolton en la Casa Blanca de Donald Trump, como Consejero de Seguridad Nacional, y la publicación líder sobre los temas políticos de Washington —aunque bajo la anotación de que «los contribuidores expresan sus puntos de vista y no los de The Hill»— destacó un comentario lleno de alabanzas a esta Bomba-Bolton, firmado por el senador Joseph I. Lieberman y Mark D. Wallace, conocidos también por sus posiciones halconeras, y ambos cabezas dirigentes del Center for a New American Security, un tanque pensante de la ultraderecha, entre otras bellezas de sus prontuarios.
Pues bien, Lieberman y su segundón Wallace —quien también sirvió bajo el mando de Bolton cuando este era embajador de Bush, el hijo, ante la ONU— afirmaron que el designado para asesorar sobre seguridad nacional, «llegaba preparado a la Casa Blanca».
Aportaron, entre otras credenciales, la amplia y profunda experiencia en seguridad nacional —fue uno de los que aconsejó a Bush invadir a Irak tras justificarlo con armas de exterminio masivo que jamás tuvieron existencia real, tal y como ahora se fabrican mentiras contra Siria—; es «un campeón de principios para el liderazgo estadounidense» sobre el mundo; también son nutridos sus esfuerzos para reformar las Naciones Unidas, por supuesto desde el concepto estadounidense de que el organismo internacional debe servir a sus intereses; y la destacada participación en el grupo bipartidista Unidos contra un Irán nuclear, a quien expone como enemigo amenazante.
«Estamos seguros de que como asesor de seguridad nacional, el embajador Bolton continuará su compromiso de defender frente a delincuentes, agentes no estatales y regímenes infames», escribieron estos señores, y sabemos que Bolton puso a Cuba en ese «eje del mal» años atrás y vendría con idéntica agenda, de ahí que hiciéramos la conexión de la oportunista resucitación de los «ataques» sónicos por cierta prensa.
Y, apenas pasadas 24 horas de Bolton en el equipo de la Casa Blanca, ya parece haber dejado una baja. Tom Bossert, el asesor principal de seguridad de Trump en el Departamento de Seguridad de la Patria —el engendro de vigilancia masiva creada en tiempos de Bush—, ha renunciado, pues posiblemente cayó en el grupo de los indeseables, una larga lista de «renuncias» y despidos que diezma la mansión ejecutiva, donde parece que el principal aval empleador es la lealtad absoluta al administrador del imperio.
Este puede ser el primero en el reajuste que probablemente hará Bolton y no el último en el que lleva a cabo Trump y que le ha costado sus cargos —solo en el último mes— a H.R. McMaster como consejero de Seguridad Nacional, al secretario de Estado Rex Tillerson, al consejero económico Gary Cohn, al subdirector del FBI Andrew McCabe, y al secretario de Asuntos de Veteranos David Shulkin.
Para la académica de la Brookings Institution Kathryn Dunn Tenpas, esto es lo nunca visto en décadas, la rotación de personal de nivel superior en la Casa Blanca de Donald Trump ha llegado al 49 por ciento.
Así son los huracanados vientos que soplan dentro y hacia afuera de Estados Unidos… ¡Cuidado! Anda suelto el gigante de las siete leguas.