A casi 20 años del equívoco de Rudolph Streichenberger, un equipo de buzos finalmente retiró del lecho marino los más de 1 500 neumáticos usados, 2 000 envases de plástico y materiales disímiles que él arrojó ante las costas de Newport Beach, en California, desde 1998. Según el despacho, el hombre buscaba crear un «arrecife artificial» donde crecieran los moluscos. Tan en serio tomó su proyecto que fue ante la justicia para obtener un permiso en 2005, un año antes de morir. El pobre Rudolph pudo ser un orate, estar mal asesorado o, sencillamente, resultar una premonición del Presidente que no cree en el cambio climático.