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No soportan vernos brillar

Unidos en la vida y el trabajo, dos jóvenes especialistas del Ministerio de Relaciones Exteriores (Minrex), que recientemente concluyeron su misión diplomática en Ginebra, conversan con Juventud Rebelde sobre el tema de los derechos humanos

Autor:

Yoerky Sánchez Cuéllar

Se conocieron en la Universidad, mientras estudiaban la carrera de Derecho, y desde entonces multiplican su amor en cada mirada, en cada gesto. Esa fuerza los ha acompañado en los deberes compartidos, como haber representado a Cuba por más de tres años en la Misión Diplomática en Ginebra. Conversar con Yusnier Romero Puentes y Yumirka Fernández Palacios sobre esta última experiencia y cómo abordaron el tema de los derechos humanos ante las diferentes instancias de Naciones Unidas fue un recorrido por las esencias de nuestra diplomacia, pero también una fecunda muestra de que la Revolución Cubana constituye fuente de sensibilidad e inteligencia.

—¿Qué significa conceptualmente el término derechos humanos?», fue la primera pregunta del diálogo que se centró durante dos horas en este asunto, convertido en eje de manipulación por los grandes medios que miran con lupa cuanto ocurre en la sociedad cubana.

«Son derechos universales, indivisibles, inalienables e intrínsecos a la persona», responde Yusnier, quien los define desde una concepción integral, en la cual ninguno es más importante que otro y todos, en su conjunto, dignifican a hombres y mujeres.

«Si los miramos desde la esfera internacional, ciertos grupos de poder han tratado de restringirlos a los civiles y políticos, como la libertad de expresión, de asociación, de religión, la posibilidad de elegir y ser elegido, etc.

«Una doctrina, básicamente occidental, intenta demostrar que estos son los fundamentales. Sin embargo, debemos ver los derechos humanos como un concepto mucho más amplio, en el que se incluyen, además, los económicos, sociales y culturales, como la educación, la salud, defendidos por el mundo socialista  a partir del triunfo de la Revolución de Octubre en 1917; y también los llamados derechos de tercera generación, como el derecho de los pueblos a la paz, al desarrollo, a la alimentación,  y al disfrute de un medio ambiente sano, de los que se comienza a hablar a partir de los años 70 fundamentalmente y aún cuesta trabajo que los poderosos los reconozcan como derechos humanos», enfatiza.

Según su criterio, existe hoy una concepción que busca llevar el asunto al corazón de las relaciones internacionales como lo primero de la agenda, por encima de otros postulados.  Y lo que está en el fondo es el uso de la fuerza para utilizarla cuando los poderosos consideren que están amenazados los derechos en cualquier parte del mundo y resquebrajar así los principios fundacionales de la Carta de Naciones Unidas. «Debemos defender que este es un tema muy importante, pero que no permite desconocer los principios de prohibición del uso de la fuerza, igualdad soberana de los Estados y no intervención de los asuntos internos», destaca.

Coincidiendo con él, Yumirka aclara: «El tema se ha utilizado para intentar condenar a países del Sur, países en desarrollo de varios continentes que han escogido sistemas alternativos al de las concepciones neoliberales, a la «democracia» que el mundo desarrollado insiste en imponer. Esas ideas dominantes han querido trasladarlas por la fuerza a un grupo de Estados cuando tienen visiones distintas, sistemas diferentes de organización política».

Para ambos, dentro del actual orden internacional es imposible un disfrute pleno de posibilidades; se necesita otro orden económico internacional, más justo y equitativo,  que garantice el desarrollo de los países más pobres, agobiados por la deuda externa, las desventajas en las      transacciones, la explotación histórica. Si el Estado en esas naciones no tiene recursos, ¿cómo garantizar el acceso a la salud, al agua potable, al trabajo?, se preguntan.

Yusnier y Yumirka consideran que lo que es una realidad en Cuba constituye una quimera para muchas naciones, incluyendo las del llamado Primer Mundo, pues los derechos humanos se quebrantan ampliamente en naciones desarrolladas. Así lo demuestran el trato discriminatorio a los migrantes, sin oportunidades a una defensa legal, las torturas, las cárceles secretas o la práctica de que los hombres ganen más salario que las mujeres por igual trabajo, entre otras desigualdades.

En el caso de nuestro país, como les resulta más difícil cuestionarnos el cumplimiento de los derechos económicos, sociales y culturales, entonces intentan condenarnos por una supuesta falta de garantía en concepciones civiles y políticas», comenta Yumirka.

Minucioso examen

Cuando en el año 2006 se extinguió la Comisión de Derechos Humanos y dio origen al Consejo, se eliminaba un espacio en el que constantemente se discutían resoluciones de modo sesgado, inquisidor y carente de toda razón lógica, siempre al servicio de las grandes potencias.

La votación para integrar el nuevo órgano se realizó de modo secreto y Cuba resultó miembro fundador, con una cifra de 135 votos, o sea, más de dos tercios de la Asamblea General de Naciones Unidas.

Surgía simultáneamente un nuevo instrumento, el Examen Periódico Universal (EPU), que estipula la obligatoriedad de todas las naciones de someterse a un ejercicio que evalúa el desempeño en materia de derechos.

«El EPU resulta un mecanismo de cooperación internacional. Todos los países, desde la letra inicial A hasta la Z, rinden cuenta de su gestión en un diálogo colaborativo y reciben recomendaciones sin visos discriminatorios», refiere Yusnier.

Más allá del EPU, la posibilidad de actuar dentro del Consejo de Derechos Humanos durante el tiempo que ellos laboraron en Ginebra, significó un fuerte entrenamiento para estos dos jóvenes diplomáticos.

«Trabajamos en equipo —cuenta Yumirka— y, a pesar de que éramos pocos, realizamos un papel activo y preponderante ante esa instancia. Nos ayudó mucho el liderazgo inobjetable que el país se ha ganado durante muchos años. Nos impulsaba, además, una fuerte convicción, el compromiso con el pueblo al que nos debemos y el orgullo de servir a la Patria.

«El Consejo se reúne generalmente en marzo, junio y septiembre y en cada una de las sesiones se presentan entre 30 y 40 resoluciones».

«Defendimos a Cuba con la verdad, con los principios de  nuestra política exterior», insiste Yusnier. «Y lo hicimos de disímiles formas. Por ejemplo, Cuba propuso un mandato especial del Consejo para que se estudiara el orden internacional actual y se formulen recomendaciones que permitan revertir la situación.

«A partir de la actuación de Cuba, se creó también un grupo de trabajo para negociar una declaración sobre el derecho de los pueblos a la paz, y un procedimiento especial para monitorear el mercenarismo en el mundo. Tuvimos un rol activo en todos los debates. Ello fue posible gracias a un esfuerzo colegiado, un trabajo sostenido de la Misión Permanente de Cuba en Ginebra y de los compañeros que trabajan los temas aquí, en La Habana.

Mediar con los medios

Durante la conversación, las respuestas siempre tocaban un punto: los medios de comunicación. Y es que tal vez no exista un tema más manipulado por la prensa capitalista que el motivo de este encuentro.

Para Yumirka, los medios tienen una enorme influencia, sobre todo los más grandes y de mayor impacto. «Las transnacionales de la información cuando abordan el asunto escriben con matices bastante negativos. Para nosotros, que hemos departido con muchos colegas, diplomáticos, representantes de ONG y de diferentes organismos, es una realidad que ese eje manipulador conduce al desconocimiento, a la tergiversación, incluso a una errónea percepción sobre estos temas y lo que sucede en el mundo al respecto».

Al igual que su compañera, Yusnier ve a los grandes medios como instrumentos de dominación que representan intereses hegemónicos, con líneas de mensaje muy claras hacia el público. Y lo vivió en carne propia cada vez que se presentaba un informe de un Comité de Naciones Unidas para evaluar el tema de los derechos humanos.

«Los Comités señalan a todos los países porque el diálogo entre los Comités y el Estado es muy crítico, y resulta de modo similar para todos. Sin embargo, en el caso cubano, las transnacionales de la información nunca reflejan lo positivo que dice el Comité».

Yusnier y Yumirka están convencidos de que a pesar de la manipulación constante, el mundo conoce cada día más la verdad y la amplia ejecutoria de nuestro país por el cumplimiento de los derechos humanos, no solo en la Isla, sino en otros muchos países del mundo, gracias a la obra de una Revolución que se yergue como paradigma.

Ya casi al final del encuentro, relatan una fábula que el profesor Julio Fernández Bulté les hacía en las  clases de Derecho, cuando ellos empezaban a conocerse. Se trataba de un enfrentamiento entre la luciérnaga y la serpiente. La segunda no podía aceptar el brillo que desprendía de sus ojos la primera. «Así ocurre con los que critican a Cuba, no soportan vernos brillar», dice Yusnier, mientras ella sonríe y le toma suavemente la mano.

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