Guerra de EE.UU. contra Cuba. Autor: Martirena Publicado: 21/09/2017 | 05:48 pm
Desde el triunfo de su Revolución en 1959, Cuba se enfrenta a una campaña de satanización de su sistema político, económico y social, ideada e implementada desde Estados Unidos. Esa ha constituido la principal arma con la que ha contado Washington no solo para pretender deslegitimar a la nación caribeña ante el mundo, sino para intentar influir en el pensamiento y el modo de actuar de los cubanos, con objetivos desestabilizadores.
Para ello se han creado estaciones de radio y televisión que durante años han transmitido programación con fines subversivos, de manera ilegal.
La propia Casa Blanca ha reconocido que esta estrategia no funciona, que se gastan millones de dólares cada año en proyectos que carecen de eficacia. Pero nunca ha renunciado a su pretensión de minar la institucionalidad y la autoridad del Gobierno cubano desde dentro. Por el contrario, ahora aprovecha con mucha más fuerza las bondades de las nuevas tecnologías de la comunicación y la informática, y el actual contexto en el que existe un mayor número de cubanos clientes de la telefonía móvil.
El programa subversivo ZunZuneo, revelado a inicios de mes por la agencia estadounidense Associated Press (AP), demuestra la persistencia de esta voluntad desestabilizadora que busca —de acuerdo con la propia investigación de esa agencia de noticias— crear una «primavera cubana», en analogía con las revueltas populares que han tenido lugar en el norte de África y Medio Oriente, en más de un caso, azuzadas por los propios EE.UU. y Occidente.
Con el envío de mensajes de textos con «contenido no controversial» (noticias de deportes, cultura, publicidad), a celulares de ciudadanos cubanos, la Agencia Internacional de Estados Unidos par el Desarrollo (Usaid) —instancia del Departamento de Estado que financiaba este programa— pretendía ganarse un amplio número de usuarios para luego comenzar a enviar mensajes políticos y convocar a manifestaciones antigubernamentales.
ZunZuneo tuvo una corta vida: arrancó en diciembre de 2009 y desapareció a mediados de 2012. Sin embargo, no es el único proyecto desarrollado por la Usaid para subvertir el orden interno en Cuba. Justamente por la fecha en que el «colibrí subversivo» salió del espacio cibernético, el Programa Cuba, de la Oficina de América Latina y el Caribe de la Usaid, presentó el 28 de junio de 2012 un proyecto millonario con fines similares, centrado en el campo de las nuevas tecnologías de la comunicación y la informática.
Así, Washington suscribe otro método en la guerra sucia que durante 55 años ha emprendido contra Cuba y en la cual ha incluido desde los planes de asesinato a Fidel, hasta la introducción de enfermedades, el envío y apoyo político y logístico a mercenarios, y el criminal bloqueo económico, comercial y financiero.
Sigue de esta manera reforzando su estrategia de guerra no convencional, cuyas muestras más recientes son el derrocamiento del Gobierno libio de Muammar Al-Gaddafi y el del ucraniano Víktor Yanukovich, la agresión no declarada contra Siria y las guarimbas en Venezuela. Estos acontecimientos estimulan a sus actores a aplicar, en otros escenarios, recetas explosivas similares, sistematizadas en esta estrategia militar, para cumplir una vieja meta de la política exterior estadounidense: destruir la Revolución Cubana.
¿Por qué un arma de guerra?
La naturaleza política y militar de esta forma que hoy prioriza Washington para alcanzar sus objetivos de política exterior se constata en la Circular de Entrenamiento (TC) 18-01 de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, un documento doctrinal sobre la guerra no convencional (GNC), fechado en noviembre de 2010, que anuncia desde la propia carátula que su distribución «está autorizada para las agencias del Gobierno de Estados Unidos y sus contratistas».
En uno de sus primeros párrafos (1-3) menciona la Directiva No. 3000.07 del Departamento de Defensa sobre la guerra irregular que «reconoce que este tipo de guerra es estratégicamente importante» y constituye «un esfuerzo inherente de las agencias del Gobierno, con un alcance que frecuentemente excede las capacidades del Departamento de Defensa por sí solo». Aclara también que en la sistematización de esta estrategia no solo han participado las agencias militares y el mundo académico, sino también las entidades gubernamentales.
El sistema integrado de agencias de Estados Unidos tiene, además, el rol de participar activamente como actores de la GNC, de modo que se pueda lograr «un enfoque entidades gubernamental y el éxito a largo plazo».
En esta táctica entran a jugar la Usaid y ZunZuneo. Existen muchas analogías entre lo que se proponía ese programa, de acuerdo con las revelaciones de la AP, y los términos y conceptos recogidos en la TC 18-01.
Cuando en su párrafo 1-2 este documento se refiere a «operaciones subversivas encaminadas a atacar y degradar la moral del adversario, su cohesión organizacional y efectividad operacional, así como lograr distanciar al adversario de la población», está sistematizando una práctica que la Usaid implementaría con ZunZuneo.
El concepto se entiende muy bien cuando se sabe de las intenciones del programa de ganarse miles de usuarios mediante la emisión de SMS gratuitos con contenidos aparentemente inocentes, para luego bombardearlos con mensajes políticos y subversivos. De esta manera, estarían contribuyendo a «la preparación psicológica para unir a la población contra el Gobierno» y para que aceptara «el apoyo de Estados Unidos».
Se trata de la primera de las siete fases de la guerra no convencional, que van desde la preparación, el contacto inicial de las agencias del Gobierno de EE.UU. con los que consideran «líderes de la resistencia» para ofrecerles la «ayuda» de Washington, hasta la infiltración de Fuerzas de Operaciones Especiales para el entrenamiento y equipamiento del movimiento antigubernamental, y la llamada transición.
En otro momento, la TC 18-01 asegura que «en cualquier situación» habrá «una minoría activa por la causa» (desestabilizadora), «una mayoría pasiva o neutral» y «una minoría activa en contra de la causa». De acuerdo con esta división, para que el movimiento sea exitoso «debe lograr convencer a la mitad de la población aún no decidida, que incluye a quienes apoyan de forma pasiva a ambos lados».
Según la investigación de AP, lo mismo hizo la Usaid, que segmentó en grupos a la sociedad cubana, entre ellos, al que llama el «movimiento democrático» (los grupúsculos contrarrevolucionarios), al que calificaba de «todavía irrelevante», y de otro lado el segmento de «partidarios fieles al Gobierno».
Y se hacía la Usaid la misma pregunta que los teóricos de la GNC: ¿Cómo movilizar a los cubanos de a pie hacia el campo de la contrarrevolución, sin que la operación fuera detectada?
La nueva prioridad
La TC 18-01 forma parte del esfuerzo del Departamento de Defensa destinado a actualizar su base doctrinal sobre los métodos no convencionales para la agresión, los cuales datan de la década de los 60 del siglo pasado y han sido puestos en práctica en escenarios de guerra general como Europa del Este, Corea del Norte, Kuwait, Afganistán e Iraq, entre otros.
Muchos podrían pensar que Estados Unidos cambió sus prioridades. Pero no es así.
Se trata de un vuelco en el pensamiento político militar de la gran potencia mundial, luego de que las invasiones a Iraq y Afganistán supusieran tanto costo económico y político, y en medio de una crisis que ha obligado a reducir estructuras y funciones en las capacidades militares sobre las que han sustentado sus últimas agresiones.
Por eso, apuestan con mucha más fuerza a la GNC, que les permite alcanzar los mismos objetivos geopolíticos sin necesidad de involucrarse en una guerra de gran envergadura como la convencional, y a un costo político y económico menor.
En el contexto internacional actual, el desarrollo de las tecnologías de la informática y las comunicaciones constituye un factor esencial, teniendo en cuenta que han jugado un gran rol como facilitadoras de la subversión y como arma predilecta en las acciones de espionaje e infiltración para potenciar o crear las vulnerabilidades psicológicas, económicas, militares y políticas necesarias para impulsar el cambio de determinado Gobierno.
Recordemos que en 2009, después de las elecciones iraníes, se emplearon las redes sociales para coordinar protestas y diseminar mensajes contra el Gobierno de ese país. De igual manera, estas plataformas digitales sirvieron a los mismos objetivos en otros países del Norte de África y Medio Oriente, y ahora en Venezuela.
En la actualidad, antes que desplegar sus tropas y capacidades bélicas en cualquier nación, Washington prefiere, a través del trabajo de inteligencia, distanciar al pueblo del Gobierno que considera hostil para utilizarlo como la fuerza que impulse el derrocamiento. Así, la operación no se muestra como un acto de intervención e injerencia, sino como una «revolución» contra un ejecutivo que «perdió legitimidad», y se aparenta que se trata de la «voluntad popular». En otras palabras, las grandes masas hacen el trabajo que en otro momento habría hecho el Ejército, hablando en términos de guerra convencional.
No obstante, la doctrina de la GNC no excluye el conflicto armado. Cuando a través de la subversión Estados Unidos no puede lograr sus objetivos estratégicos, apela a la conformación de un movimiento insurgente interno, al que le da su apoyo militar, ya sea de manera directa o a través de un socio de coalición o un tercer país.
Pero primero, el trabajo de inteligencia les debería garantizar —en no pocas de sus aventuras primaverales se han llevado un fiasco— que estos grupos compartan con Estados Unidos objetivos y una ideología comunes, y que tengan la voluntad de cooperar con Washington, de manera que no se vean afectados los intereses de la potencia.
Convencional o no convencional, el propósito final sigue siendo el mismo: dibujar su mapa geopolítico.