CARACAS.— Montar un espectáculo, de eso se trata; de que los grandes medios de comunicación acudan en masa al lugar donde se encuentran los «personajes» y hagan las entrevistas con bombo y platillos. Y los conviertan en dioses o en inofensivas criaturas.
Así pasó con el cabecilla del partido Voluntad Popular, Leopoldo López, cuando se entregó en el mes de febrero a efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana. Sabiendo que podría ser asesinado por elementos ultraderechistas, convocó a una marcha para que sus partidarios presenciaran la entrega; pero también el beso y el abrazo a la esposa. Para que las imágenes de «patriota», «pacifista», padre y esposo recorrieran el mundo.
Un libreto parecido ha escrito la ex diputada reaccionaria María Corina Machado, recién cesada de sus funciones en la Asamblea Nacional por violar la Constitución al aceptar un cargo como representante alterna del Gobierno de Panamá en la Organización de Estados Americanos. Aunque ella se autoeliminó como parlamentaria con esa decisión, el Tribunal Supremo de Justicia hace dos días emitió un fallo en el que ratifica la pérdida de su investidura.
Machado encabezó, junto a López, con alharaca mediática, incontables llamados a la «salida» del presidente Nicolás Maduro. Preso el «líder» de Voluntad..., se dedicó a llamar a los medios para que la acompañaran a entregar documentos aquí, allá, acullá y así convertirse en protagonista de telenovelas.
Y ayer, siendo fiel al guión del show, Machado se fue a la Plaza Brión, en Chacaíto, para decirle a sus partidarios congregados en ese lugar del este de Caracas que «hace dos meses Venezuela despertó de punta a punta, atendimos el llamado y asumimos juntos esta lucha», que «me quieren callar porque tienen terror al pueblo de Venezuela», y que el cese de su cargo solo es posible «en una dictadura, en un régimen dictatorial».
Pero incompleta en su felicidad por haber montado el circo, se trepó en una motocicleta y se fue a la Asamblea Nacional para participar en la sesión ordinaria de ese órgano. ¿Para qué se enrumbó hasta el hemiciclo si ella misma había reconocido antes que el «régimen» la había sacado ya de su puesto de diputada? ¿Por qué dijo a diestra y siniestra que ella entraría a la Asamblea? ¿Por patriotismo o para seguir en la línea del show?
Afortunadamente no pasó, no la dejaron pasar. Y también una inmensa multitud se lanzó a las inmediaciones de la Fiscalía General de la República para repudiar su actitud y solicitar una investigación contra ella por presunta traición a la patria.
Con gritos de «aquí nadie es intocable», «no nos va a ganar con la violencia», «nuestra única arma es la Constitución», los manifestantes llegaron enardecidos a las cercanías del Parque Carabobo. Pero muchos de ellos decían, con razón, que la Machado —amiguita uña y churre de George el hijito Bush, autoproclamada enemiga acérrima de Hugo Chávez e integrante del tristemente célebre grupo Súmate (promovió el revocatorio contra el Comandante Eterno)—, seguirá en sus intentos de incendiar el país.
Y que no renunciará a la guarimba, la guerra económica, las marchas, la línea dura, los llamados a la violencia, los recorridos por el país y las giras por el extranjero, en las que, de seguro, asumirá su papel de víctima y denunciará la «tiranía» que rige en su país.
Pero el pueblo, o mejor dicho, una parte mayoritaria del pueblo de Venezuela tiene los ojos bien abiertos.