Revelaciones de espionaje realizadas por el ex analista de la CIA y ex contratista de la NSA, Edward Snowden, estremecieron a no pocos en el mundo. Autor: Forbes.com Publicado: 21/09/2017 | 05:36 pm
Son tácticas de la Guerra Fría, pero Washington se las ha aplicado a sus socios y aliados más directos, una puñalada por la espalda que ha indignado a Angela Merkel y a Francois Hollande, entre otros líderes europeos. Las revelaciones de espionaje realizadas por el ex analista de la CIA y ex contratista de la NSA, Edward Snowden, estremecen a los miembros de la OTAN, y esos son «los amigos». ¿Qué pueden esperar entonces «los enemigos»?
«Hay suficientes elementos reunidos para exigir explicaciones a Estados Unidos; no se puede aceptar este tipo de comportamiento entre socios y aliados», dijo el presidente galo, Francois Hollande, y la alemana Angela Merkel no solo habló, su Gobierno demandó elucidaciones del juego sucio, en el que, entre los millones de conversaciones telefónicas y de comunicaciones por Internet controladas a diario por Estados Unidos, están las de representantes y altos cargos de Alemania y del bloque.
El diario británico The Guardian y el semanario alemán Der Spiegel dan a conocer una tras otra las revelaciones de Snowden sobre las operaciones Prism y Tempora —que esos son los nombres claves expuestos—, las acciones de espionaje contra 38 objetivos, que incluyen las embajadas de Francia, Italia y Grecia en Washington, una operación que fue bautizada como Wabash. Sin embargo, lo que es meollo del asunto se pierde en la atención que la gran corriente de los medios occidentales le prestan al ex agente de la CIA, presente por ahora en un lugar de tránsito de un aeropuerto moscovita.
La advertencia europea al Gobierno de Barack Obama, que ha defendido a ultranza su «derecho» a espiar, se parece a lo que la Casa Blanca acostumbra para otros: sanciones económicas, en este caso, la posibilidad de suspender las negociaciones de la Unión Europea con Estados Unidos en lo referente al tratado de libre comercio trasatlántico, un proyecto ambicioso a punto de ser rubricado luego de arduos y prolongados años de negociación.
Ahora bien, ¿acaso estamos en presencia de algo nuevo o no sabido? Hace mucho que EE.UU. anunció abiertamente la guerra cibernética; tiene incluso un comando especial dedicado a esos menesteres, y la aplica con su habitual doble rasero: nosotros podemos, ustedes no; si lo hacen son «terroristas»; y en algunos casos, si no lo hacen, también son «terroristas», que sobran las listas bajo ese epíteto.
Quien se cree y actúa como amo y señor del mundo vuelve una vez más las espaldas a obligaciones legales internacionales que exige a otros, pero que ni siquiera firma, o no ratifica o simplemente les hace caso omiso. Hablamos en este caso en particular de los ataques cibernéticos y las escuchas con micrófonos ocultos, de la supuesta inviolabilidad diplomática, que en definitiva Washington la ve desde su visión práctica de la defensa de «su democracia» y sus intereses nacionales. Ah, se me olvidaba que en esta operación bélica le acompaña, como siempre o casi siempre, la Gran Bretaña, quien también sabe sentar cátedra de «juego limpio».
Entre lo mejor de las justificaciones para el operativo de espionaje al estilo de la Guerra Fría está que, por ejemplo, rastreando mensualmente 500 millones de llamadas telefónicas, mensajes, corres electrónicos, etcétera, solo en Alemania, buscaban «sospechosos de terrorismo», extremistas y criminales organizados…
También entre lo mejor, las reacciones de los socios políticos, económicos y militares cuando son las víctimas, bien diferentes a la indiferencia o la complicidad cuando los espiados se llaman China, Irán o cualquier otro «rincón oscuro» de este complicado universo terrícola. Creo que fue la ministra de Justicia germana quien dijo que estaba fuera de la imaginación que «nuestros amigos» —en este caso Estados Unidos— nos vean a los europeos «como el enemigo».
Vale la «ingenuidad», la «preocupación» y el «estado de shock» de los otros lobos de la camada ante una verdad que para la inmensa mayoría del mundo es harto conocida y evidente: la paranoia o manía estadounidense de vigilar a TODOS no conoce límites.
De lobos a ovejas y viceversa
Pero, ojo, también el resto del mundo percibe que el rejuego tiene doble vía, y las operaciones de husmear a los ajenos no son de exclusividad de Washington…. En definitiva todos ellos mienten cuando hablan del imperio de la ley, los principios constitucionales básicos, y los derechos ciudadanos y humanos.
Y no es que mi manía sea el escepticismo cuando del imperio y sus aliados se trata, es que pronto veremos que tras los gritos de indignación, la sangre nunca llega al río, y volverán los besos, los abrazos, y las posiciones unidas frente a terceros e incluso frente a sus propios ciudadanos, o ¿acaso no es cierto que al menos media docena de Estados europeos comparten data de comunicaciones personales con la NSA bajo Sigint?
¿Qué es Sigint? Los acuerdos sobre señales de inteligencia que tienen definidos naciones como Reino Unido, Dinamarca, Holanda, Francia, Alemania, España e Italia, desde hace décadas y mediante el cual comparten datos de comunicación con Estados Unidos. Lo publicó en su momento el londinense Observer.
Como es habitual, Estados Unidos tiene sus listas, y según ese trato internacional, desde la época de la Guerra Fría categorizó a las naciones por el «nivel de confianza». Resulta que Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda están en el primer anillo de la amistad, pero Alemania y Francia no ofrecen igual estadio de compañerismo.
Incluso, a ese grupo menos seguro se les dio un nombre código, que para Dinamarca fue Dynamo, y Alemania se conoció como Richter.
No olvidemos que en Estados Unidos rige FISA (Foreign Intelligence Suveillance Act o Ley de Vigilancia de la Inteligencia Extranjera), que según Michael Hayden, quien fue director de la Agencia Nacional de Seguridad, a partir de 2008 recibió de parte de la administración de George W. Bush, el hijo, la más amplia autorización para ejecutar sus facultades, léase espiar a quien quiera y donde quiera.
Y habría que recordar también que luego del derribo de las Torres Gemelas, en Estados Unidos se pusieron en práctica métodos de espionaje de nivel superior, con un alcance de prácticamente todo el mundo, y que contó con el visto bueno o el aplauso de sus socios allende el Atlántico. Ahora, Europa comprueba que también está en el registro de los vigilados.
Un elenco que incluye entre los escuchados bajo el código Dropmire a otros aliados como Japón, Corea del Sur, Turquía, India y México, según publicó The Guardian, el periódico que ha revelado las filtraciones de Snowden. Sus embajadas en Washington también tenían los micrófonos correspondientes o la lectura de correos electrónicos, mensajes y otra correspondencia.
Sin embargo, resulta que a la prepotencia estadounidense se une otra vez el cinismo, lo que permite a John Kerry, el secretario de Estado, decir sin sonrojo: «Cada país del mundo que está involucrado en asuntos internacionales o de seguridad nacional toma muchas actividades para proteger su seguridad nacional y toda clase de información contribuye a ello. Todo lo que sé es que esto no es inusual para muchas naciones». ¿Pero yo no soy tu socio, amigo y aliado?, se preguntarán.
Quizá una buena descripción al respecto la hizo el periódico conservador alemán Frankfurter Allgmeine Zeitung cuando escribió: «Washington se disparó a su propio pie». Y ahí están los leales, sumisos y hasta colonizados europeos en una actitud vergonzosa e impúdica —a la que tuvieron que darle marcha atrás, porque la dignidad es más poderosa que la genuflexión—, impidiendo el sobrevuelo y el aterrizaje del avión oficial del presidente boliviano Evo Morales, porque supuestamente Edward Snowden viajaba en esa nave.
A su vez, la revista alemana Der Spiegel ha reportado que entre las operaciones de espionaje realizadas en Bruselas, concretamente en el edificio Justus Lipsius, sede de la Unión Europea, y desde el cercano cuartel general de la OTAN, figuraba conocer las reuniones ministeriales y cumbres en la capital belga. A esto se unía la operación nombrada Perdido, cuyo objetivo es nada menos que la misión de la Unión Europea en las Naciones Unidas.
Volvamos a nosotros, los pobres «enemigos». El presidente Evo Morales, desconociéndose su investidura, recibió de los europeos un trato impropio, inaceptable, irrespetuoso, y violador de las más elementales normas internacionales, y en ese contexto no podemos olvidar que la OTAN—que está encabezada y sostenida por Estados Unidos— acaba de firmar un acuerdo para compartir información de inteligencia con un país latinoamericano.
Entonces, dejemos que los poderosos se cocinen en su propia salsa ¡y cuidémonos los otros!