Nosotros no venimos de cuna de oro y damos las gracias a Dios y a nuestros padres por haber nacido en la cuna que nacimos, afirmó Nicolás Maduro, durante su discurso como Presidente Encargado de la República, al dirigirse a los presentes en la sesión especial del Parlamento venezolano.
Mi familia, la única que tengo, es mi compañera de lucha. Y nosotros no somos ambiciosos, ni toquitos, ni pelucones, agregó. Somos militantes de la revolución, amantes de la patria liberada y socialista y siempre estuvimos junto a Chávez, hasta su último suspiro.
Maduro rememoró momentos del pasado, luego de la liberación de Chávez de la prisión, e insistió en que desde entonces, «Fuimos felices, siempre fuimos felices. Hemos sido felices con lo que hemos sido y con lo que somos y nunca en la vida, nunca jamás, aspiramos a ningún cargo, ni siquiera a la presidencia de la República».
Esto es algo raro, afirmó Maduro. Pareciera una pesadilla, de la que uno pudiera despertarse y pudiera Chávez aparecer ahora aquí, y sintiéramos su voz, su sonrisa.
«¡Qué necesidad tan grande hoy de escucharlo, de sentir sus órdenes, sus orientaciones…
«Compatriotas que me escuchan, sepan que yo, Nicolás Maduro, militante de la causa de Chávez, asumo esta banda (presidencial) para defender al pueblo, para protegerlo y continuar con su sueño de echar adelante la independencia y el socialismo bolivariano, para hacer cumplir su legado».
No es por ambición personal que estoy aquí, sentenció. «No estoy aquí por vanidad o porque mi apellido sea de la oligarquía rancia de este país. No represento a grupos económicos de la oligarquía ni del imperialismo norteamericano. No estoy aquí para amparar mafias ni grupúsculos. Mis apellidos son Maduro y Moros, y Chávez, porque ese lo llevo también, como hijo que soy de él».