Frente al Ministerio Público los trabajadores de la prensa denunciaron la sistemática violencia de las falanges de Capriles Radonski. Autor: José M. Correa Publicado: 21/09/2017 | 05:20 pm
CARACAS.— Golpes, zancadillas, cercos para que no grafiquen o pregunten se ha convertido en estrategia de la derecha venezolana para impedir el trabajo a reporteros, fotorreporteros y camarógrafos de los medios públicos, alternativos o comunitarios, durante actos proselitistas o cualquier otra presentación del candidato de la oposición y sus voceros.
Miembros del Movimiento Periodismo Necesario y Periodistas por la Verdad marcharon este lunes por las avenidas de Caracas para denunciar los ataques frontales o tácticas de amedrentamiento que ha implementado el equipo de campaña del candidato de la derecha, Henrique Capriles Radonski.
Las acciones del llamado Comando Venezuela —que dirige la campaña del opositor— se han convertido en abiertas violaciones a la libertad de prensa sin que las colegiaturas gremiales del país y las organizaciones internacionales de prensa, dominadas por los poderes hegemónicos, se pronuncien al respecto.
La marcha entregó a la Defensoría del Pueblo un comunicado donde se exige poner fin a los ataques «contra los periodistas del Sistema Nacional de Medios Públicos (SNMP) que cubren la campaña electoral de la oposición».
El objetivo de los grupos paraproselitistas creados por el Comando Venezuela es evitar preguntas incómodas y respuestas mediocres o inconvenientes de un candidato al parecer inhábil para lidiar con cuestionamientos inesperados que lo puedan alejar del guión preestablecido por sus asesores.
Capriles Radonski acumula una carrera política de más de una década. En realidad, no ha tenido un ejercicio que pudiera calificarse de brillante. Hijo de una acaudalada familia que domina parte de los medios privados de comunicación, entre otros grandes negocios, tampoco es el más grande de los tontos.
El problema es que está sosteniendo una campaña electoral cuyo programa es un mediocre plagio del discurso de la Revolución Bolivariana e incluso hasta de algunos «haceres» y «decires» del presidente Chávez.
La verdad es que no tiene la más mínima vocación histriónica para apropiarse del discurso que le han fabricado sus asesores y los grandes poderes mundiales que están detrás de él.
Capriles Radonski es un hombre raigalmente derechista. No puede representar ni con mediana habilidad el personaje que se necesita. No está en él. Mientras más lejos lo mantengan de preguntas incómodas, menos riesgos correrán los arquitectos del ya maltrecho guión que se le ha encomendado.
Los periodistas de los medios de comunicación públicos, alternativos y comunitarios han de mantenerse alejados. Esa es la línea de sus asesores. Corpulentos guardaespaldas o fornidas activistas de la derecha seguirán cumpliendo el cometido.