Presentación del libro La victoria estratégica. Autor: Yordanka Almaguer Publicado: 21/09/2017 | 05:01 pm
CARACAS.— ¿Cómo podría iniciarse una jornada de presentación del libro La victoria estratégica? Una obra del martiano Fidel Castro solo podría comenzar con una inclinación de respeto ante los sagrados restos del Libertador Simón Bolívar en el Panteón Nacional. Eso hizo en su nombre el Comandante de la Revolución Guillermo García Frías, acompañado del embajador Rogelio Polanco; el jefe de las Misiones Cubanas en Venezuela, Roberto López, y de Eugenio Suárez, director de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.
Luego, en el Gran Salón del Hotel Alba, lleno de amigos venezolanos y cooperantes cubanos, se entregaba el volumen tras el enjundioso anecdotario que el primer campesino que se incorporó a la lucha guerrillera en la Sierra Maestra hiciera de aquellos años de rebeldía, desde su primer encuentro con Fidel y la seguridad absoluta de este en el triunfo, hasta los 74 días de combates en que 300 hombres y mujeres del pueblo en armas derrotaran la ofensiva lanzada con 10 000 efectivos del ejército batistiano fuertemente armados por Estados Unidos.
El mayor valor de este libro, señalaba el Comandante Guillermo García, no está en el relato de los combates librados, está en que muestra a través de los hechos, la inalterable confianza y fe de Fidel en los valores infinitos del pueblo, de los pueblos.
Coincidiendo con esta línea de pensamiento, el ministro de Cultura de Venezuela, Francisco «Farruco» Sesto, apuntaba que muchas veces se había hecho la misma pregunta del coro popular de los cubanos: Fidel, qué tiene Fidel que los imperialistas no pueden con él. Y no se respondía con el mito de «algo sobrenatural». Fidel es un ser humano que se echó sobre las espaldas y metió en su corazón a toda la humanidad, aseguró.
Reflexionaba entonces: Es un hombre, solo un hombre, y como en la historia todos jugamos un papel, si cada uno con lo que nos dio la naturaleza, hacemos lo que Fidel, cargamos a la humanidad a nuestras espaldas y nos la metemos en nuestro corazón, el imperialismo ya no existiría…
Pero no había concluido la jornada. Mientras cruzaban apenas la calle y casi todos se dirigían al Teatro Teresa Carreño, donde en hermosísimo espectáculo fueron hermanadas las Colmenitas de Cuba y de Venezuela, un pequeño grupo de cubanos, los coordinadores nacionales de las más importantes Misiones Sociales, se reunían en un aparte con el Comandante Guillermo García Frías.
Encuentro sustancial para recibir emocionados —mediante las claras palabras de quien dijo: «sigo siendo un campesino»—, nueva lección de historia patria pero, sobre todo, el mensaje de Fidel para los más de 40 000 colaboradores cubanos en la tierra bolivariana.
Un encargo de amor, de confianza, de seguridad total de que venceremos en la misión encomendada, de que cada uno en su puesto, con modestia, abnegadamente, y a costa de cualquier sacrificio, sabrá cumplir con el deber.
Fidel está al tanto, hasta los más mínimos detalles, de cuánto se trabaja y se lucha, de cómo viven; pendiente incluso de la salud de ustedes, decía Guillermo García, y nos lo describía más gigante que nunca, con la firmeza, la energía y el vigor de siempre para la diaria batalla.
Fueron palabras de aliento, de reconocimiento, de estímulo y de acicate, para quienes junto al pueblo venezolano llevan adelante una revolución que impulse a la América Nuestra y sirva de ejemplo al mundo.
Por tanto, la respuesta de los misioneros de la Médica, la Educativa, el Deporte, la Agricultura, y la Cultura fue el compromiso reiterado de trabajar, servir con ahínco mayor y triunfar con esa disposición de siempre: ¡Ordene!