¿Cómo es posible que un sujeto tan reaccionario como Silvio Berlusconi, sindicado como un corrupto de más de la marca y con una magistral tendencia al disparate, haya estado delante en los sondeos para las elecciones de hoy y mañana en Italia?
Un amigo siciliano, Silvio Ricciardetto, me ofrece su explicación: Lo que le importa a la gente allá, ideologías aparte, es lo que le dicta el bolsillo, «y Berlusconi posee tres cadenas de TV, llenas de telenovelas idiotizantes, que enajenan la cultura. Así, enajenante, es también su discurso, que alimenta el egoísmo, el individualismo».
El excéntrico Berlusconi y el mesurado Veltroni compiten por la jefatura del gobierno italiano.
En estos dos días, 47 millones de italianos convocados a las urnas podrán decidir si ponen el país en manos del multimillonario Cavaliere—que ya ha empuñado las riendas en otras dos ocasiones—, o en las de un político más joven, quien prefiere que, antes que «de izquierda», se le califique como «reformista»: Walter Veltroni, ex alcalde de Roma y cabeza del Partido Democrático (PD, del saliente primer ministro Romano Prodi) en la lid electoral frente al derechista Pueblo de la Libertad (PdL).
Desde luego, hay más competidores por la silla del jefe de gobierno. Pero en realidad, solo el PD y el PdL tienen esperanzas en estos comicios, los cuales son resultado directo de la inestabilidad política acrecentada por una ley electoral aprobada por Berlusconi en su anterior período, que otorga a pequeños partidos la posibilidad de hacer tambalear al gabinete de turno. Le pasó a Prodi en enero, cuando la Unión de Demócratas Europeos (un grupo respaldado únicamente por el 1,4 por ciento del electorado) se retiró de la coalición gobernante y la hizo caer.
El carro de Italia, cuyo timón vuelve a ser disputado hoy, tiene el motor cancaneante y las gomas gastadas. Datos aportados por la Universidad de Turín, citados por el diario español El País, muestran que el crecimiento económico en 2007 fue de 1,5 por ciento, y las previsiones para 2008 no tienen mejor cara: ¡0,6! Mientras, el índice de empleo es del 58 por ciento (frente al 64 de la UE) y la ocupación femenina cae al 45 por ciento.
Los jóvenes, desde luego, muerden el mendrugo por la parte más dura. Dejo las cifras a un lado, entre ellas las de los que emigran hacia otros países europeos en busca de mejores oportunidades, y doy la palabra a Ricciardetto, jubilado del sector petroquímico: «Una empresa toma a un chico, lo emplea por tres, seis, ocho meses, y después lo echa y contrata a otro. No le paga seguro de enfermedad ni vacaciones, solo una indemnización cuando lo despide. Eso genera incertidumbre, y no le permite hacer planes».
Sin embargo, mientras titila el bombillo rojo, la clase política no escatima. La Casta, un libro publicado por dos reporteros del Corriere della Sera, reveló privilegios escandalosos, como que el gobierno, que dispone de 13 aviones, gasta decenas de millones de euros en alquilar otras aeronaves; o que el Estado paga más de 150 000 autos oficiales; o que el restaurante del Parlamento tiene un presupuesto de cinco millones de euros, y los diputados abonan solo nueve por un menú que costaría 90.
Como deplorable corona de este panorama, está la presencia de la mafia, cuyos ingresos se estiman en 90 000 millones de euros. La influencia del crimen organizado es una afrenta tal a la sociedad italiana, que el investigador Roberto Saviano se pregunta, desde las páginas del rotativo La Reppublica: «¿Acaso es avanzada una democracia en la que se han disuelto 172 ayuntamientos en los últimos años por infiltración mafiosa; o en la que, desde 1992 hasta hoy, las organizaciones han asesinado a más de 3 100 personas?».
Con esta malparada Italia tendrá que lidiar el ganador de los comicios. Si fuera Berlusconi, sería de ver qué hará diferente ahora que no haya hecho antes. En un raro arrebato de humildad, ha confesado que no tiene recetas mágicas. Aunque si las evidencias hablan, bien podría explicarles a los italianos cómo hizo en 2006, año en que salió del gobierno, para quintuplicar sus ganancias personales (de 28 millones de euros en 2005, a más de 139 millones en 2006). Si no es mago, bien que lo disimula...
Por su parte, el ex comunista Veltroni, apacible, comedido, y novedoso fenómeno de atracción para los jóvenes, identifica entre los problemas nacionales la ineficacia económica, la desigualdad social y la mala calidad de la democracia. Sus iniciativas incluyen reformar las instituciones estatales (entre otras medidas, disminuiría el número de asientos en el Parlamento), y combatir a la mafia hasta «destruirla» (buen propósito, aunque...).
Además, aboga por fijar un salario mínimo de 1 000 euros, entregar ayudas de 2 500 euros por el primer hijo, construir más guarderías y disminuir impuestos. Solo un paréntesis: el común denominador de estas aspiraciones se llama dinero, y con el poco envidiable ritmo económico del país, la pregunta es: ¿Alguien sabe en qué árbol brota?
Llega, pues, la hora de la verdad. Y si las encuestas de días atrás daban a Berlusconi como triunfador, es también cierto que Veltroni y el PD habían recortado distancias notablemente, por lo que se avizora un empate o una diferencia mínima, que solo prolongaría la inestabilidad.
Después de las urnas, nos asomaremos otra vez al balcón de la «dulce —y doliente— Italia».