El centro de entrenamiento de Pohakuloa está ubicado entre los volcanes Mauna Kea y Mauna Loa. Foto: US Army De salto en salto, el uranio empobrecido aparece en las noticias, aunque la mayor parte del tiempo su terrorífico paso por el planeta se hace a la callada, sin ocupar primeros planos. Recuerdo que esa misma advertencia hacía en marzo del año pasado, cuando comentábamos la compra millonaria de proyectiles de ese material para sus tanques de guerra, realizada por el ejército de Estados Unidos a la compañía Alliant Techsystems, de Virginia Occidental.
Ahora, una pesquisa hecha en el área de entrenamiento militar Pohakuloa, en la Isla Grande del archipiélago de Hawai, confirma la presencia allí de uranio empobrecido (depleted uranium, DU), aunque el ejército asegura que no lo ha usado en ese perímetro.
El hecho enturbia el paradisíaco paisaje del estado 50 de la Unión, donde las películas hollywoodenses de happy end (final feliz) llevaban de luna de miel a los recién casados.
La cara fea asoma, cuando un contratista militar confirma lo que durante años fue guardado celosamente bajo el rótulo de top secret.
Por tanto, no le quedó más remedio a los hombres del Pentágono que admitir que el año pasado habían encontrado uranio empobrecido en la instalación militar de Oahu, las Barracas Schofield, donde se probaron esos proyectiles en la década de los 60; pero —argumentaron para limpiarse las culpas— actualmente no está presente el DU en sus «municiones de entrenamiento». Subrayo esto con intención, porque al hacer tal aclaración, el ejército de EE.UU. admite de hecho que en sus municiones de guerra sí está el mortal componente.
Cabrera Services se llama la empresa contratista que condujo el peritaje aéreo de los terrenos donde al parecer se dispararon los cañones Davy Crockett. También tomó muestras del suelo de Pohakuloa para ser analizado en los laboratorios.
Para Jim Albertini, un activista por la paz que dirige el Centro Malu Aina por una Educación no Violenta, en Kurtistown, no ha sido una sorpresa, sino una confirmación lo encontrado por Cabrera Services, porque su grupo ha detectado altos niveles de radiación en los límites de Pohakuloa, lo ha denunciado con regularidad, y ha llamado infructuosamente al ejército para que suspenda el entrenamiento con fuego vivo en Hawai, porque contamina su suelo y su aire.
No se ha dicho por ahora qué medidas tomará el ejército o la Comisión Regulatoria Nuclear de Estados Unidos, siempre tan preocupada por las instalaciones nucleares de otros países, aunque sean para su uso pacífico. En la práctica poco podrá hacer para solucionar un problema plantado por millones de años.
Recordemos que el uranio empobrecido es un subproducto del uranio enriquecido que se emplea en la producción de armas nucleares o del combustible para los reactores atómicos, que permanece radiactivo por 4 500 millones de años, y tiene la mortal capacidad de penetrar y contaminar aguas y suelos, así como de esparcirse por el aire.
De igual forma que el área de entrenamiento de Hawai —y por supuesto los efectivos que por allí pasaron o pasarán— , están envenenadas la pequeña isla puertorriqueña de Vieques, campo de prueba de más de un arma mortífera estadounidense durante décadas; las planicies de Iraq desde que George Bush, el padre, iniciara la primera Guerra del Golfo; la región de los Balcanes, donde Estados Unidos también empleó profusamente esos proyectiles en los golpes aéreos que terminaron con hacer jirones a la nación yugoslava, y donde soldados aliados de Francia, España, Italia y otros países de la OTAN, contrajeron enfermedades cancerígenas luego de haber servido en Bosnia, Serbia y Kosovo. Los británicos usaron ese armamento en el sur de Iraq en la actual conflagración y nadie duda que haya sido sembrado nuevamente por las fuerzas estadounidenses en la invasión de marzo de 2003 y la presente ocupación.
Sin embargo, el Pentágono siempre ha negado que los casi 160 000 veteranos de la guerra de 1991 que han recibido compensaciones por la discapacidad conocida como Síndrome de la Guerra del Golfo, deban sus males al depleted uranium, y mucho menos que los índices increíbles de enfermedades cancerígenas y de mortalidad que desde entonces sufre el pueblo iraquí hayan sido así provocados.
Les es más fácil rechazar de plano lo que demuestran los estudios científicos y médicos y lo que la cruel realidad muestra, mientras tanto, siguen plantando uranio empobrecido en los cuatro puntos cardinales del planeta.