El aire se enrarece, los glaciares se derriten, el nivel de los mares aumenta, millones de seres humanos son desplazados de las áreas costeras, se pierden tierras de cultivo, ¿y quién es la culpable de esta catástrofe? La vaca. Sí, sí, la que hace: ¡Muuuu!
Resulta que científicos británicos trabajan actualmente en un proyecto para cambiarles la dieta a las reses, de modo que la digestión les sea menos problemática y reduzcan el nivel de metano que expelen a la atmósfera (un 25 por ciento de esas emisiones). El metano, uno de los gases de efecto invernadero responsables del cambio climático, es expedido por las vacas por la vía tradicional —ya sabemos cuál—, pero principalmente mediante eructos.
Para disminuir esta «incontinencia gaseosa», los entendidos experimentan con forrajes que posean más contenido de azúcar, como el trébol blanco y ciertas leguminosas.
No se sabe, en cambio, qué tipo de pastos comerán los compulsivos compradores de autos del Primer Mundo; o los políticos amantes de guerras que, además de segar vidas, provocan holocaustos ambientales; o los fabricantes de gigantescos bombarderos que, en su vuelo, consumen toneladas y toneladas de oxígeno...
También a cada uno de ellos, como a las mansas cornudas de la pradera, habría que preguntarles: «¿Gusta un trébol, mister?».