BAGDAD, abril 19.— Una serie de ataques de la insurgencia en varios puntos del país, fue el panorama que encontró en su sorpresivo viaje a Iraq el secretario de Defensa norteamericano, Robert Gates, lo que evidencia que el plan diseñado por sus militares para liquidar a la resistencia iraquí está en bancarrota.
El funcionario estadounidense fue recibido con el estrépito de otro atentado dinamitero que dejó al menos 22 muertos y más de 20 heridos, a solo horas de una ola de acciones similares que mataron a 313 personas y dejaron más de 300 heridos.
Solo en el mercado de Sadriya, en la ribera este del río Tigris, el miércoles murieron 140 personas por la detonación de un auto cargado de explosivos, acción que provocó una reacción en cadena y costó su cargo al coronel encargado de la seguridad en Bagdad.
Gates, llegó a esta capital procedente de Israel, tercera etapa de su recorrido por el Levante. Luego, bajo estrictas medidas de seguridad se trasladó a Falluja, donde tropas estadounidenses libraron una miniguerra contra la resistencia con magros resultados prácticos.
Mientras, tres soldados estadounidenses perdían la vida y engrosaban la lista de los 53 ocupantes muertos en lo que va de abril. Ya suman 3 315 desde que iniciaran la invasión.
Es probable que, a su paso por Bagdad, Gates haya sabido de la deflagración de otro vehículo en el sur metropolitano por la cual 13 personas murieron y 25 fueron heridas, según un primer recuento.
En medio de este trágico panorama, Gates tiene planeado reunirse con el primer ministro Nuri al-Maliki, cuya posición es cada día más frágil.
Aunque se ignora en detalles la agenda del visitante, medios de prensa reportan que el funcionario norteamericano pedirá a Al-Maliki un «progreso más rápido» que se traduce como un ultimátum de su gobierno, que está acosado por la hostilidad del Congreso y la impopularidad de la intervención castrense entre los estadounidenses, advierte PL.