Un estudio reciente descubrió cómo una bacteria inocua puede resultar letal en algunos portadores
«¿En qué piensas si te digo la frase “viviendo con el enemigo”?». «En mi suegra», me respondió, predecible. «¿Y en qué más?» —yo, confiando en el mejoramiento humano—. «En mi novia, algunos días». Y segura de que no podría avanzar mucho por ese camino, volví a repasar la noticia en la pantalla de la computadora.
Lo cierto es que, una vez comparada con una suegra complicada o incluso con los peores días de la novia, una bacteria mortal e indetectable habitando en su piel puede ser mucho más impresionante. Aunque una nunca está segura en temas como estos.
Resulta que un estudio reciente ha comprobado que el Staphilococcus epidermis habita en la piel de la mayoría de los seres humanos asintomáticamente, pero en combinación con un grupo específico de genes puede resultar un serio problema infeccioso.
La bacteria ha sido conocida por la ciencia desde hace muchos años, aunque es ahora que llegamos a calcular su potencial dañino, y un estudio publicado en la revista Science Communications nos explica claramente cuáles son los factores que lo desatan.
Las infecciones posoperatorias frecuentes son un riesgo tan acostumbrado de las cirugías que nunca antes habíamos asociado estas infecciones a la presencia de esta bacteria específica en nuestro organismo.
Pero los resultados de este estudio sugieren que muchas de esas infecciones posquirúrgicas están, de hecho, asociadas al Staphilococcus epidermis que antes había vivido inocuamente en la piel del portador.
¿Qué provocó, entonces, su potencial dañino? Pues el mérito del ensayo es precisamente ese. El grupo de investigadores del Centro Milner para la Evolución, en la Universidad de Bath, en Reino Unido, liderado por Sam Sheppard, ha logrado catalogar los 61 genes capaces de activar el Staphilococcus… de un modo potencialmente mortal.
El ensayo tomó muestras de pacientes que sufrieron infecciones después del remplazo de articulación de la cadera o rodilla y otras operaciones ortopédicas, y compararon los genomas completos de bacterias encontradas en muestras de los individuos enfermos y los sanos.
A partir de esto, identificaron los genes en las bacterias causantes de enfermedades que no estaban presentes en la mayoría de las muestras sanas.
Los resultados mostraron que los genes causantes de la enfermedad desatan una cadena de reacciones que convierten al inocuo huésped en un «explosivo» problema de salud.
Estos genes primero ayudan a la bacteria a crecer en el torrente sanguíneo; evitan la respuesta inmune del huésped, al bloquear su capacidad defensiva; vuelven pegajosa la superficie celular formando una biopelícula muy favorecedora de proliferación infecciosa y, finalmente, como un golpe maestro, permiten que la bacteria sea resistente a los antibióticos, al completar un cuadro infeccioso casi «blindado».
Los resultados también arrojaron, sin embargo, una pequeña cantidad de individuos sanos que portaban la forma más mortal de la bacteria sin padecer ni un estornudo por su culpa.
El líder del estudio, Sheppard, ha explicado el tiempo que pasamos por alto este hecho apuntando a la confusión con los riesgos usuales de una operación y a otros factores: «Siempre ha sido ignorada clínicamente porque con frecuencia se asumió que era un contaminante en las muestras de laboratorio, o simplemente se aceptó como un conocido riesgo de las cirugías», y añadió que debido a su abundancia, estas bacterias «pueden evolucionar muy rápido intercambiando genes entre sí».
Junto a la aclaración, en la página digital de la Universidad de Bath, mostró su preocupación ante el comportamiento de bacterias similares. «Si no hacemos nada para controlar esto, existe el riesgo de que estos genes causantes de enfermedades se propaguen más ampliamente, lo que significa que las infecciones posoperatorias, que son resistentes a los antibióticos, podrían volverse aún más comunes», alertó.
«Se ha calculado que un humano tiene cerca de 37 billones (millones de millones) de células corpóreas, y por cada una de estas hay cerca de 1,3 bacterias, es decir, unos 48 billones. Esto sin contar el número de virus, que ronda en unos 60 billones. Además, en el cuerpo habitan varios miles de millones de hongos y millones de ácaros. Todos felices y contentos», apuntó Edgardo Moreno, microbiólogo costarricense especialista en Inmunología, Microbiología Celular y Enfermedades Infecciosas, cuando los internautas preguntaron en un portal digital sobre los microrganismos que viven en nuestro cuerpo.
Pero esa felicidad en realidad es mutua, porque, de hecho, la mayoría de las bacterias que habitan nuestro cuerpo, que son muchas, al menos cien billones (cerca de dos kilogramos), viven de un trato que genera beneficios tanto a ellas como a nosotros.
Esa cantidad de bacterias, mayor que el número de células de todo tu organismo, realiza una serie de funciones tan importantes para nosotros que sin ellas probablemente nuestra existencia correría peligro. El beneficio de estas bacterias es alimentarse.
De vuelta, ellas nos proporcionan la posibilidad de aprovechar algunos residuos de la dieta que no podemos procesar y que transforman para que podamos utilizarlos.
Otra ventaja es el hecho de potenciar a nuestro sistema inmunológico fabricando, por ejemplo, vitaminas del complejo B o generando un hábitat a su alrededor que detiene las bacterias patógenas para que no puedan penetrar en nuestro organismo y causar enfermedades.
Así que, volviendo al tema de los huéspedes impredecibles, ¿será que tal como las suegras, que pueden ser de un modo o de otro, las bacterias también necesitan ser bien conocidas antes de ser juzgadas?
¿Cómo distingue el cuerpo a las bacterias dañinas y las amigas?
Se manejan varias teorías; por ejemplo, se piensa que las bacterias no dañinas son las que hacen que el sistema inmunitario no reaccione contra ellas, al enviar señales a nuestros linfocitos (azúcares que producen), lo cual hace que estos no se activen contra ellas.
El proyecto Genoma Humano, que secuenció nuestra información genética, también secuenció el microbioma, los genes de los billones de bacterias que habitan en nosotros y que son fundamentales para nuestra supervivencia.
Se estima que en nuestra cavidad bucal viven al menos unos 20 000 millones de bacterias, de entre 500 y 650 tipos diferentes. Una boca saludable, con excelente higiene, tiene entre mil y cien mil bacterias… en cada diente. Una boca con poca higiene, entre cien millones y cien mil millones, también en cada uno de los dientes.