Cada «día de medicamentos» los veo esperando desde la madrugada, con sus muchos años a cuestas, y pienso en sus enormes ganas de vivir o en el veredicto del destino, que a veces obliga a los mayores sacrificios en plena vejez.
Como Sudáfrica acusó a Israel de genocida ante la Corte Internacional de Justicia, el padrino washingtoniano está dispuesto a tomar medidas, no para detener el genocidio que el régimen de apartheid sionista ejecuta contra el pueblo palestino con las armas y la financiación que le facilita, sino para castigar a Pretoria por su atrevimiento, aunque el alto tribunal de la ONU fue cauteloso y apenas falló que era «plausible» que las fuerzas israelíes estuvieran cometiendo genocidio.
No se ve en Cuba un suvenir con Elpidio Valdés, ni con Chuncha, muy pocos con el Capitán Plin, que quizá hasta caló menos en la médula de los cubanos.
Este producto audiovisual representa desde su primera temporada la realidad social de los jóvenes cubanos, habla de sus problemáticas y contextos, a veces adversos, para ser un reflejo de nuestro país.
Aquella señora se encolerizó cuando le dijeron abuela. No entendió la explicación de que era por cariño y aprecio. Cuando ella se fue con su berrinche, se comentó que tampoco había que hacerle mucho caso, que tal vez la mente le estaba fallando.
México, paso obligatorio de los migrantes que intentan entrar a Estados Unidos por la frontera sur, ha vuelto a poner el dedo en el meollo de un fenómeno que sigue sin ordenarse.
Todo parecía ir de maravillas en aquella entrevista. El hombre hablaba con orgullo de su parcela y del sudor con el que había hecho germinar semillas y esperanzas, hasta que, en el fervor de la charla, llegó la pregunta: «¿Cómo te llevan los robos?».
Hace poco escuchamos: «La educación es el reflejo del alma de una persona». Lo que equivale a decir: «Sé un individuo bien educado, sumamente cortés, y serás una buena persona». Es para reír.
Entre los recuerdos de mi adolescencia que atesoro con devoción figura una carta de mi madre. Está redactada de su puño y letra sobre las dos caras de una hoja de libreta, y data de cuando partí a estudiar por primera vez lejos de la familia. «Cuídate mucho, mi´jo, y no olvides mis consejos», me escribió con su elegante caligrafía que tanto le elogiaba. A pesar del tiempo transcurrido, siempre que la releo me conmuevo y se revela ante mis ojos su semblante venerable.
Hace tres días volvió a confiar. Tocaron a su puerta, y como sucede cada enero venían a cobrarle el servicio. Titubeó. ¿Para qué pagarlo si no lo disfrutaba? Pero, como dije al inicio, decidió volver a confiar.