Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Asesinos fuera de la ley

Autor:

Leonel Nodal

Aislados y derrotados, empantanados en una guerra de desgaste sin perspectiva alguna de victoria militar, enloquecidos por su incapacidad para doblegar al pueblo palestino, Israel prosigue su campaña de exterminio y limpieza étnica con la complicidad de Estados Unidos, en una venganza sin límites.

Poco importa el fallo del viernes último de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), que ordenó al régimen de ocupación sionista detener de inmediato sus operaciones militares genocidas en Rafah, último refugio de los indefensos desplazados de Gaza.

Ni Tel Aviv ni Washington se tomaron en serio la orden del máximo órgano judicial para dirimir conflictos entre los Estados, creado por los miembros de Naciones Unidas, para preservar la paz y el orden internacional construido mediante el consenso universal, tras la desastrosa Segunda Guerra Mundial.

La decisión, adoptada a instancias de Sudáfrica, tras casi seis meses de estudio del caso, por mayoría de 13-2 en el panel de 15 jueces, advirtió que la situación actual derivada de esa operación militar implica un «mayor riesgo de causar un daño irreparable» a los palestinos.

Se trata de un fallo «definitivo y vinculante», que debe ser acatado de modo inmediato y obligatorio, tras una decisión del Consejo de Seguridad. Sin embargo, a sabiendas de contar con la impunidad que le concede la administración del presidente Joseph Biden, los gobernantes sionistas respondieron con uno de los ataques más despiadados y sangrientos de 233 días de su masacre genocida en Gaza.

Y no olvidar que el genocidio es secundado por asesinatos, encarcelamientos, torturas y demolición de viviendas de la población palestina en Cisjordania, privada desde octubre pasado de los ingresos por impuestos y remesas que pasan por la banca israelí y la autoridad de ocupación militar retiene, en otra odiosa práctica opresiva.

El fallo de la CIJ llegó cuatro días después de que el fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) solicitara a los jueces del tribunal emitir órdenes de arresto internacionales contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu y su ministro de Defensa, Yoav Gallant, así como para tres líderes de Hamás. Otra decisión judicial que Washington solo consideró válida para los integrantes de la Resistencia Palestina, a los que califica de «terroristas». En tanto, amenazó con represalias al Fiscal y la propia CPI.

«Estados Unidos, que se enorgullece de ser un líder mundial en materia de derechos humanos y derecho internacional, guardó un notorio silencio el viernes, después de que la Corte Internacional de Justicia ordenara a Israel cumplir con sus “obligaciones” en virtud de la Convención sobre Genocidio y “detener inmediatamente su ofensiva” en Rafah». Así, en esos términos textuales, definió The Washington Post la reacción de la Casa Blanca.

«Lo que está sucediendo en Gaza no es un genocidio. Rechazamos eso», había dicho horas antes el presidente Biden. «Nuestra posición es conocida y nos atenemos a ella», dijo lacónicamente tras conocerse el fallo de la Corte de La Haya.

Ante semejante consentimiento, la reacción de Tel Aviv fue inmediata. Pocas horas después, aviones israelíes bombardearon calles y viviendas en varias zonas de Rafah, incluyendo el centro del campamento de Shaboura.

El domingo, en uno de los más despiadados ataques contra civiles indefensos, el bombardeo con misiles provocó incendios en el campamento de Tel al Sultan con un saldo de decenas de niños y mujeres asesinados. Las víctimas, que se encontraban en sus tiendas de campaña, quedaron completamente calcinadas, en una horrorosa escena infernal.

El signo de la más cruel impotencia, el desprecio a la condición humana, estampa huellas imborrables a los crímenes cometidos por la ocupación sionista de Palestina. Son los actos de la ocupación colonial sin frenos al amparo descubierto de Estados Unidos, el mayor interesado en mostrar su disposición a permitir cualquier crueldad para mantener su presencia en esa región rica en petróleo, gas y otros recursos naturales, y controlar una posición geoestratégica clave para el tránsito entre Oriente y Occidente.

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