Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Del dicho al hecho…

Autor:

José Alejandro Rodríguez

Cuba intenta transformaciones económicas insospechadas años atrás para su socialismo, en el momento más complejo y desafiante: en medio de una severa crisis económica. Y asfixiada como está por un sexagenario bloqueo imperial cada vez más ensañado. Un bloqueo que soslayan unos, solo absolutizando políticas fallidas a lo interno, mientras que otros lo esgrimen a manera de comodín para justificar y camuflajear cualquier error o inviabilidad domésticos. Los extremos de siempre.

Lo cierto es que el bloqueo recrudecido afecta a todos los cubanos del lado de acá del Malecón, piensen como piensen de las gravitaciones de ese perverso cerrojo extraterritorial en la vida nacional, o de la velocidad y los plazos de tiempo para los cambios intestinos que urgen a Cuba.

En ese contexto, marcado por la crisis económica global, los «desordenamientos» que ha traído el ordenamiento monetario y la espiral inflacionaria que vivimos junto a la escasa liquidez nacional, es evidente que no se verán en lo inmediato los resultados de las reformas económicas. Una vez más tendremos que capear el temporal, en una Cuba más compleja, diversa y estratificada, con una economía informal que hace su agosto e invierte más la pirámide social a costa de una demanda tan insatisfecha.

Aunque el cuadro está bastante cerrado, no hay otra alternativa que la esperanza, esa que no venga de una fe ciega, si no la que se construye a diario, cerrándole el camino a lo peor y abriendo las compuertas al incentivo, la prosperidad y el bienestar con decencia y respeto. Eso deduzco de los pronunciamientos del Presidente cubano y el Primer Ministro fundamentalmente, para al menos paliar las asperezas y compensar los imponderables económicos con mayor agilidad subjetiva, atención a la ciudadanía e incentivos y exigencia ante la gestión económica, frente a la resistencia burocrática al cambio, la pasividad y el desorden.

Lamentablemente, aún  pervive un gran trecho entre el ideario de los cambios y su plasmación. Entre el país soñado, y el que  nos despierta  cada día. Y quienes nos niegan la sal y el agua y aprietan los cerrojos para que se afiancen más la penuria y la carencia, sabemos lo que pretenden con sus conteos finales.

De ahí que sea tan importante hoy el factor subjetivo en la plasmación de las políticas, la promoción de líderes talentosos en la esfera gubernamental, política y la administración pública y empresarial, no meros designados especializados en mandar, y con sorderas a lo que viene de abajo. Factores de cambio y no de resistencia y autocracia, que no miren tanto a las alturas y sepan obrar con audacia, transparencia y el espíritu crítico y autocrítico que requiere esta salvación nacional.

Inevitablemente el proceso de descentralización y horizontalidad económica implicará otros métodos democráticos de gestión, en los cuales el control popular —palabra muy repetida últimamente y poco aplicada— tenga un gran peso en los asuntos públicos.

Y nuestro socialismo tiene que fortalecer mucho más los mecanismos  permanentes para canalizar inquietudes, críticas, debates sistemáticos, inconformidades, propuestas ciudadanas y hasta disensos, para que el Poder Popular tenga mucho más poder y sea verdaderamente popular, y no se lo traguen las rutinas, los formalismos y los acomodamientos. Convertir la crítica en un acto de amor, un reflejo del sentido de pertenencia.

Por lo pronto, que las dificultades y calamidades no nos abrumen y nos conminen a buscar siempre en nuestro reservorio espiritual salidas y caminos emancipatorios, no retrancas y pestillos. Que el bálsamo de la justicia siempre cure nuestras cicatrices. Que desde lo más alto de la institucionalidad hasta el barrio y el colectivo de trabajo, con la propiedad social más que estatal junto a la  privada y la cooperativa, erradiquemos los mayorazgos y fraguemos el Gobierno con todos, sustentado en la iniciativa ciudadana y el pedir y rendir cuentas como el oxígeno de la vida nacional. Del dicho al hecho, acortar el trecho.

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