Con ese espíritu humorístico que nos caracteriza muchos han reaccionado ante el hecho de que se quiere aprovechar en la mayor medida posible las bondades de la yuca, relegadas por falta de costumbre e idiosincrasia a pesar de ser un cultivo alimenticio básico desde la época de los aborígenes, mucho antes de la llegada de los españoles.
Han galopado las sonrisas cuando se oye hablar de usar su harina para hacer pan o dulces… como si acá se estuviera inventando algo inusitado cuando en realidad estamos atrás en la explotación de productos elaborados sobre la base de ese tubérculo o para mezclar.
El cubano la ha preferido siempre hervida o frita y como acompañante indispensable en esa exquisita liga de congrí y lechón asado —¡cómo se extraña su frecuencia!— y punto.
Tampoco hay que despotricar sobre quienes abren inmensamente los ojos y dibujan una mueca, cuando escuchan hablar o leen de la harina hecha de esa vianda para otros usos alimenticios, y los cierran con ironía. «Lo único que nos faltaba. ¡Le ronca!».
En realidad la yuca resulta de amplia oferta en el mercado de muchos países latinoamericanos, de África y Asia por sus características versátiles y prácticas relacionadas con su cocción y consumo.
Se utiliza como harina refinada o para productos derivados en la preparación de harinas compuestas con trigo destinadas a la elaboración de pan y galletas, fideos y macarrones, dulces... Es una excelente materia prima para las sopas debido a su gran capacidad de espesar y su almidón carece de gluten y pueden utilizarla en la alimentación de los niños celíacos.
Se caracteriza la yuca por ser un alimento saludable y con altas propiedades nutricionales al contener muchas fuentes de energía, proteínas, grasas saludables y fibra.
Casi no tiene desperdicios porque hasta su hoja, que posee un apreciable porciento de proteínas está apta para comida de los animales y, como si fuera poco, el suelo deviene su almacén natural; sus plagas son controlables con medios biológicos y es resistente a la seca. ¡Qué más pedir!
En Cuba existe una cultura de sembrar esta vianda y se cuenta con abundantes variedades, lo que facilita con plantaciones escalonadas asegurar cosechas durante todo el año.
De ahí que se le da un seguimiento priorizado a su plantación, aunque pienso que deberían popularizar mucho más sobre sus bondades e incrementar su uso incluso a nivel industrial para explotar sus potencialidades.
Y miren la tremenda trascendencia concedida a la yuca por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que la declaró como el alimento del siglo XXI.
Entonces, los suspicaces y alabarderos de las sombras sobre ese tubérculo tiren para la cuneta los chistes y las ironías. Bienvenida la dignificación de la Yuca, así en mayúscula.