Formar una familia debe ser una decisión pensada y deseada, aunque sean muchos los casos de finales felices en los que el embarazo llegó «de sorpresa». Ya sea por las implicaciones sociales, económicas, sicológicas que conlleva traer una nueva vida al mundo, como las que inciden directamente en la salud de la futura mamá, este proceso necesita ser planificado, pues no todas las etapas de la vida son propicias para ello, más cuando se trata de la adolescencia.
En nuestro país son muchas las acciones que se realizan para evitar el embarazo en edades tempranas, y si bien hemos recorrido un largo camino con grandes logros, las cifras actuales dejan claro que aún falta mucho por hacer. No obstante, las diferentes formas de confinamiento a que obligó la COVID-19, marcadas no solo por el aislamiento, sino también por el cierre de centros recreativos, escuelas y otros espacios de socialización, contribuyeron a que ocurrieran menos uniones y matrimonios, menos frecuencia en las relaciones sexuales, menos iniciaciones sexuales y mayor control de la familia sobre el tiempo de ocio de las y los adolescentes.
Así lo consideró la Doctora Matilde Molina Cintra, subdirectora del Centro de Estudios Demográficos (Cedem) de la Universidad de La Habana, durante uno de los paneles del recién concluido Congreso Internacional de Investigadores sobre Infancias, Adolescencias y Juventudes. En este espacio, conocimos que la curva de la fecundidad temprana en Cuba, entre 2019 y 2021, se mantuvo baja. O sea, no solo nacieron menos bebés de madres adolescentes, sino que también disminuyeron los embarazos —aun aquellos que no llegan a término— y las interrupciones realizadas por vías diversas.
Pero no significa esto que se deba bajar la guardia, pues si bien disminuye el nivel de la fecundidad adolescente, aún resulta elevado para el nivel de nuestras condiciones educativas o sanitarias. En Cuba, el embarazo temprano se concentra en las edades que van de los 17 a los 19 años, y las provincias de Camagüey, Las Tunas, Holguín y Granma muestran indicadores por encima de la media nacional, que fue de 51,5 nacimientos por mil mujeres menores de 20 años al cierre de 2020.
Aunque las zonas rurales cubanas han avanzado en cuanto a estrategias de empoderamiento, aún no brindan todas las oportunidades de empleo para las mujeres; quienes requieren de servicios que apoyen el trabajo doméstico y de opciones para la reinserción escolar en aquellos casos en que las muchachas interrumpen sus estudios, asuntos todos directamente relacionados con los contextos donde ocurre el embarazo temprano, según la Doctora Reina Fleitas, profesora titular del Departamento de Sociología de la UH.
Para ella, la maternidad temprana ocurre más en adolescentes mestizas y negras, residentes en entornos rurales, desvinculadas del estudio y el trabajo, y en viviendas con bajos ingresos y en condiciones precarias, ya que muchas adolescentes escogen el embarazo a partir de la creencia de que esa puede ser una vía de migración, mejorar su bienestar, salir de la pobreza o de la familia de origen, incluso, algunas creen lograr independencia.
El inicio temprano de las relaciones sexuales y una todavía deficitaria educación integral de la sexualidad; la baja percepción de riesgo sobre las prácticas sexuales sin protección, poca autonomía, sobre todo, de las muchachas, y asimetrías de género diversas clasifican como otros elementos para un análisis serio de esta problemática.
Cabe pensar, por qué, si a diferencia de otras zonas de la región latinoamericana y del mundo, Cuba no interrumpió sus servicios de salud sexual y reproductiva durante la pandemia, siguen siendo estas las realidades que se exponen. Aquí influye significativamente el impacto del bloqueo recrudecido, con la escasez de anticonceptivos y otros insumos necesarios, así como las prioridades propias del manejo de la pandemia, que implicó asignar recursos a otras áreas de la medicina.
Todos los embarazos en la adolescencia no son intencionales y, por tanto, pueden prevenirse. No intencional no es lo mismo que no deseado, explicó en el evento Grisell Rodríguez, oficial de programa del Fondo de Población de Naciones Unidas en Cuba. Muchos embarazos no intencionales son bienvenidos y celebrados, pero más del 60 por ciento de los embarazos no intencionales acaban en aborto.
Este sigue siendo un tema de derechos, de acceso a la información, y pone una vez más sobre la mesa la necesidad de seguir enfocados en una salud sexual y reproductiva de calidad, que apueste por una población informada y con la capacidad de obtener los recursos para planificar su familia.