Más de 14 000 niños, 14 048 para ser exactos, salieron de Cuba sin sus padres entre 1960 y 1962. La Operación Peter Pan, como se conoce al mayor éxodo masivo de niños no acompañados en el siglo XX, no fue un esfuerzo de una organización caritativa, sino una acción encubierta de los servicios de inteligencia del Gobierno de Estados Unidos, en particular de la CIA. Es, también, una prodigiosa parábola sobre la maldad.
La Agencia se encargó de distribuir clandestinamente miles de impresos de una supuesta ley que eliminaba la Patria Potestad —el derecho de los padres a decidir por sus hijos menores— para enviar a los niños a la URSS, donde trabajarían en campos de concentración o serían ofrecidos en adopción a otras familias. Hubo rumores de que los convertirían en carne en lata. Cuando se habla de Guerra Fría, se trata de esto. De engaño cerril, de politización del odio.
La Embajada de Estados Unidos expidió visas precarias para menores de 16 años, pero no para sus padres. Miles de familias aterradas mandaron a sus niños a Miami, presuntamente para salvarlos del monstruo comunista. Todos pensaban entonces en un rápido rencuentro, incluso dentro de Cuba, porque se confiaba en la inmediata caída del Gobierno revolucionario. Para un buen número de esos niños, la realidad fue muy dura: solos, sin su familia y, a veces, violentados por curas pederastas, explotados como sirvientes domésticos y sin conseguir integrarse en los hogares de adopción.
En el documental de la realizadora Estela Bravo, Operación Peter Pan (2013), esos niños cuentan, medio siglo después, el horror del campamento de refugiados de Miami, creado especialmente para ellos. Uno de esos pequeños escribía cartas a su madre en Cuba con solo dos palabras repetidas hasta el infinito: «Mami ven». La diócesis de Miami fundó el refugio de Boys Town, rebautizado como Children’s Village, que aún recibe a menores no acompañados y que se ha convertido por estos días en tema de las noticias, cuando el gobernador de la Florida, Ron DeSantis, anunció que los vuelos federales que transportan menores desde la frontera sur no serían recibidos allí.
«Los migrantes económicos actuales no son refugiados y son diferentes de los niños cubanos que huyeron del régimen de Castro», dijo en conferencia de prensa DeSantis, quien está considerando postularse para presidente en 2024, según el diario Político. El Gobernador ha amenazado con dejar de otorgar licencias a los refugios que atienden a niños no acompañados. Su controvertida alusión a los Peter Pan ha escandalizado hasta al diario conservador The Miami Herald. Una columnista de ese periódico lo ha acusado de tener «impulsos fascistas y racistas», mientras Thomas Wenski, arzobispo de Miami, ha dicho irritado: «Los niños son niños, y ningún niño debe considerarse repugnante».
Pero este giro hipócrita de la Operación Peter Pan nos recuerda que, como advirtió Carlos Marx en su 18 Brumario, la historia siempre se repite, primero como drama y luego como farsa, sin que agote la insoportable carga de sufrimiento a las víctimas y sus allegados. Tomando la palabra farsa en su significado académico menos hiriente, como «enredo para aparentar», es razonable que DeSantis no ha invocado la perversa maniobra de la CIA en Cuba por casualidad. Escenifica un enredo para aparentar que los cubanos de la Florida le importan y, sobre todo, para enlodar todo lo que haga o deshaga el Gobierno de La Habana. Y de la política de Miami se puede decir que funciona como una especie de congelador que permite conservar intacto el anticomunismo de la Guerra Fría y sus exorbitantes mentiras.
En Cuba por estos días se discute en asambleas populares el proyecto de Código de las Familias, que reconoce la variedad creciente de estructuras de hogares y diluye el predominio del modelo clásico patriarcal. Se actualiza también el concepto de responsabilidad parental. ¿Adivinen qué ha trascendido de todo esto en la jungla tóxica de las redes y sitios digitales de Miami que apuestan por «DeSantis Presidente»? Que el Gobierno cubano se prepara para arrebatarles a los padres la Patria Potestad de sus hijos.
Daría risa si no fuera por la seriedad de las víctimas, de las familias divididas, por el sufrimiento de un pueblo inocente cansado de tanto político maniobrero. (Tomado de Cubaperiodistas)