La credibilidad del Gobierno no la van a poner en la picota pública los remolones e insensibles, ¡cuidado, mucho cuidado con esos personajes! Sabemos de memoria qué equivale motivar a la gente a que pierda la confianza en la máxima dirección del país.
Abro estas líneas con esa certeza por delante, debido a que resulta una preocupación de los que le colgaron sus opiniones al comentario Dar la cara sin miedo, publicado en esta página el día 2, más las expresadas a boca de jarro de que «se orienta mucho, pero se cumple poco».
En resumen, aquel escrito analizó cómo hay responsables administrativos, e incluso de Gobierno que no acaban de aplicar con sistematicidad y rigor ese mano a mano cotidiano, inherente a sus funciones de servidores públicos.
Enfatizamos que ocurría, a pesar del ejemplo diáfano que están plasmando el Presidente de la República, el Primer Ministro y otros dirigentes. Sin embargo, hay quienes a estas alturas de la reiterada y clarividente decisión todavía no se han percatado de que llegó la hora de salir de la oficina y no depender solo de informes.
Los internautas reconocían el empeño de las máximas autoridades y, como afirmó uno de ellos: Carlos, los directivos y cuadros debían asumir ese llamado para interactuar más con el pueblo, oír sus problemas, saber darles respuestas convincentes o creíbles en los municipios que es donde radica realmente el alma de la sociedad cubana, aunque para él todo sigue inmóvil.
Cierto, a muchos les cuesta asumir un cambio de mentalidad que en este aspecto de la relación pueblo-decisores debe ser interpretado como la necesidad de cambiar todo lo que debe ser cambiado como lo definió Fidel en su concepto de Revolución.
Esa filosofía, más todavía cuando solo requiere de una mente ágil y de ningún recurso material o financiero, hay que aplicarla con inmediatez, pero es ahí donde se traba el paraguas.
Hay quienes alegan que los cambios de costumbres siempre resultan difíciles, un razonamiento insinuante en realidad de que les están tirando un salvavidas a los remolones.
¿Por qué? Basta un simple detalle: cuando se trata de una cuestión estrictamente personal, usted puede tomarse todo el tiempo de este mundo para hacerlo; pero si se trata de una directiva que implica su actuar desde una responsabilidad, ¡jamás!
Sí, aquel concepto de Fidel de cambiar todo lo que sea necesario, pegado a nuestras convicciones, se ha abierto camino en muchísimos ámbitos de la vida, ¿cómo se va a trabar el paraguas, nada más y nada menos, por no asumir determinadas personas la actitud que quizá, como nunca antes, exige este momento de un cambio de mentalidad en la manera de pensar o reaccionar frente a los problemas cotidianos? El que no pueda, por favor, que ceda el paso.