Cuba despierta un día más, como de costumbre, con la certeza de que seguiremos construyendo nuestros propios sueños. Hay paz en las calles y plazas públicas. Luego de los disturbios recientes hemos recuperado la tranquilidad ciudadana que tanto molesta a quienes pretenden dividirnos y destruirnos como nación.
La situación actual es compleja y retadora, como ha expresado el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Carencias y problemas acumulados originaron confusión entre una parte de las personas, incluidos jóvenes, que salieron de sus casas a expresar insatisfacciones y se unieron a ciudadanos que responden a un plan extranjero y renuncian a una patria libre porque prefieren la anexión.
A la revuelta se sumaron, como era de esperar, delincuentes que terminaron convirtiéndose en sus principales protagonistas y tiraron piedras, rompieron tiendas e hirieron con armas blancas y palos. Tendrán que responder ante la ley por sus actos de violencia y alteración del orden público. Actuaron con vandalismo, maldad, saña, y anunciaron linchamientos. Sembraron por unas horas el terror y el caos justo ahora que, en medio de un bloqueo cruel, recrudecido por las 243 medidas de la administración Trump, luchamos para cortar la transmisión del coronavirus y sobrevivir a un pico pandémico que nos afecta a todos.
No puede ser el odio lo que predomine al reclamar cambios sociales. Hay otras maneras de llegar a un entendimiento sin que medie la violencia y reine el pánico en una población que, en su gran mayoría, votó a favor de nuestra actual Constitución.
«Con hijos malos no se reconstruye un pueblo», decía José Martí, y habrá que juzgar a todo aquel que cometió un delito porque está en juego la tranquilidad de Cuba. Habrá también que investigar a profundidad por qué muchachos tan jóvenes, algunos casi niños, se lanzaron a las calles, muchos de ellos manipulados.
Un llamado a la paz y al entendimiento, a la solidaridad y responsabilidad social, a la armonía y unidad de las familias, a no dejar que el odio se apropie del alma cubana, ha realizado el Presidente, quien, con infinita humildad, reconoció que no hemos podido aún alcanzar el país próspero que queremos.
La dirección de la Revolución, consciente de los problemas acumulados porque el «bloqueo supera los deseos», sigue trabajando duro, con transparencia y honestidad, para encontrar soluciones y potenciar la atención a la población.
No podemos dejar que nos dividan, y vuelvo inevitablemente al Apóstol, porque «los pueblos cuando se dividen, se matan», y es el nuestro desde hace más de 60 años un país unido y seguro donde la tranquilidad social es custodiada por la mayoría de los cubanos. Debemos por siempre defender esta Cuba libre, construida con la sangre de muchos patriotas, como la de aquellos gloriosos héroes de la gesta del 26 de Julio.